¿Qué distingue a una ciudad comunal de la que no lo es? ¿El funcionamiento de los servicios? ¿La exclusiva gestión de sus habitantes? ¿Una particular gobernanza y gobernabilidad? Preguntas inevitables al escuchar a Maduro Moros sobre la pretensión de hacer de El Ávila caraqueño, vitrina segura de un modelo que no definen las inconstitucionales leyes del llamado poder popular, desde hace diez años, ni las pendientes de una definitiva aprobación por la usurpación.
¿Lo será la populosa urbanización 23 de Enero? ¿Las amuralladas áreas residenciales que domicilian a los prohombres del régimen? El oficialismo ha dominado prácticamente todas las municipalidades del país, ejemplificando la comunalidad que refuerza asombrosamente al poder central, en lo que va de siglo.
El régimen ha metropolitanizado el deterioro, colapsado los servicios públicos, y los habitantes que pagan impuestos deben gestionar el medioambiente y votar, mas no elegir a las autoridades públicas, e, igualmente, resignarse al islote de los privilegiados del poder en cada urbe, pueblo y caserío. Además, ha consolidado una suerte de Ciudades-Estado, como la citada urbanización y otros referentes interioranos bajo el absoluto control de las fuerzas irregulares, por muy existencial que fuere el territorio como elemento del Estado.
El mismo Chávez Frías apuntó públicamente a la urbanización de todo El Ávila, muchos años atrás, por cierto, en nombre de los más pobres que no son precisamente los que hoy invaden a Galipán, alterando el frágil equilibrio del lugar para la construcción de suntuosas casas, por supuesto, celosamente amuralladas. ¿Para qué pensar en las futuras generaciones, acabando con el gran, vistoso y palpitante pulmón de Caracas, si luce inmensamente rentable la inmediata y radical transformación de la montaña en un emporio de concreto armado con algunos huertos que digan de su vocación ecológica?
Luego, son muchas las hectáreas económicamente promisorias que conmoverán a los viejos y novísimos contratistas para una feria que también propagandizará a las llamadas zonas económicas especiales, mitigando el desempleo por un tiempo más o menos considerable. Lo comunal, simplemente, no existe: el adjetivo es un artificio y un pretexto que no logran esconder la cruda realidad.