La industria cinematográfica sigue en shock. El pasado jueves, el reconocido actor Alec Baldwin mató de manera accidental a la directora de fotografía del western Rust, Halyna Hutchins, mientras ensayaba con un arma que debía ser de fogueo, dejando también herido al director del filme, Joel Souza.
Por Claudio Vergara / La Tercera
La línea de investigación ha seguido la tesis de que Baldwin estaba practicando una escena donde debía apuntar la pistola hacia el lente de una cámara, momento en que disparó accidentalmente. Eso sí, aún no se ha resuelto por qué el objeto tenía balas reales en vez de balas de salva.
Más allá de las conjeturas y del futuro judicial del caso, diversos medios estadounidenses han postulado en los últimos días que lo acontecido retrata el costado menos glamoroso y preparado de una industria tan gigante y millonaria como la del cine de ese país, donde muchos proyectos deben lidiar con extenuantes jornadas laborales, falta de personal preparado para algunas funciones específicas, ausencia de protocolos claro para situaciones como el uso de armas, negligencias de seguridad e irregularidades varias.
“Los protocolos de seguridad estandarizados en la industria, incluidas las inspecciones de armas, no se siguieron estrictamente en el set de Rust”, estableció el periódico LA Times este fin de semana, trazando toda una cronología de infortunios del largometraje que inició su rodaje el 6 de octubre (ya contaba 12 de las 21 jornadas previstas).
De hecho, sólo un par de horas antes del evento fatal, media docena de trabajadores del staff abandonó el set alegando jornadas de trabajo que sobrepasaban lo acordado en contratos, pagos que aún no se habían hecho, largos e incómodos traslados al sitio de Santa Fe, Nuevo México, donde se filmaba la ficción, y en general condiciones poco dignas para la faena en ambientes exteriores.
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