Los abusos a los que un sacerdote y profesor de religión del colegio Salesianos de Vigo en España sometió a varios de los alumnos durante el año 2019 le saldrán caros. En concreto, y según dictaminó la Audiencia provincial de Pontevedra, treinta y dos años y medio de prisión por siete delitos de abuso sexual, tres de ellos continuados. Además de la pena de prisión, le ha impuesto el pago de una indemnización de 76.000 euros al conjunto de las víctimas, pues entiende que «no cabe ninguna duda de que todas y cada una de ellas han sufrido un daño psicológico evidente». Así lo reseñó ABC.
El cura procesado aprovechaba las salidas extraescolares para dar rienda suelta a su deseo sexual actuando, apuntan los jueves, «en las horas nocturnas, cuando el estado de alerta disminuye y el nivel de conciencia decrece». Los magistrados afirman en la sentencia a la que ha accedido este diario que los afectados narraron «con firmeza y de forma acorde a su edad lo que les ocurrió y lo que vieron respecto de los otros». En esta línea, aseguran que las declaraciones de los menores cumplen el requisito de la verosimilitud, pues son «internamente coherentes» y se corresponden «con situaciones realmente vividas», evidenciando algunos de los menores «un sentimiento de culpa por no haber hecho nada o no haber sabido reaccionar en el instante mismo en el que sucedían los hechos». Además, los diferentes testimonios «aparecen rodeados de corroboraciones externas».
En base a todo estos testimonios, que señalan en la misma dirección, el tribunal considera probado que el condenado ejecutó actos sexuales sobre cada uno de los menores consistentes, en todos los casos, en tocamientos en los órganos genitales, normalmente por encima de la ropa, aunque, en alguna ocasión, también por debajo. «Los actos realizados no dejan lugar a la duda, no solo por el proceder subrepticio (aprovechando las horas nocturnas y el sueño de los menores), sino por los actos de contenido inequívocamente sexual», recalca la Audiencia pontevedresa en su escrito.
Los hechos sucedieron en un campamento que tuvo lugar en Cambados y en una peregrinación a Santiago de Compostela, así como, respecto a uno de los menores, durante la visualización de la final de la Champions League en una asociación juvenil de la que el colegio estaba a cargo. En ese momento los jóvenes tenían 15 años y habían entablado con el condenado una relación de amistad «que iba más allá de la de profesor-alumno». Este vínculo que se labró explica que las víctimas de los abusos declarasen que se quedaron «en shock» cuando les ocurrió, sin ser capaces de reaccionar porque no podían creer que el sospechoso pudiera hacerles algo así.