Aunque no lo parezca, el primer Range Rover vio la luz en 1970. Considerado por muchos como el primer ejemplo real de SUV, el 4×4 británico es un vehículo que combina la versatilidad de un todoterreno con el confort de una berlina y la practicidad de un familiar.
Por Motor1.
Ahora, con el estreno de la quinta generación, Land Rover quiere dar un paso más para convertir su modelo de éxito mundial, en una verdadera manifestación del lujo y la tecnología que es capaz de poner en liza la firma británica.
El todoterreno inglés está basado en la plataforma modular MLA-Flex, diseñada para reducir el peso, aumentar el confort a bordo y mejorar la dinámica de conducción. En esencia, la estructura es un 50% más rígida que la del antiguo Range Rover, puede albergar hasta siete personas y es capaz de dar cabida a trenes motrices más complejos, potentes y eficientes.
Al igual que en el anterior, sigue habiendo dos carrocerías disponibles, la estándar y la de batalla larga (LWB), que se diferencian por la distancia entre ejes. El estándar mide 5,05 metros de largo, mientras que el de batalla larga llega a 5,25 metros, lo que supone un aumento de 5 centímetros respecto a la anterior generación.
Al igual que ocurre con iconos como el Defender, el Range Rover debe preservar sus propios cánones estéticos. Por ello, el nuevo modelo es simplemente una evolución estética de todas las generaciones anteriores. Y a primera vista, en algunas zonas, no es fácil distinguir las diferencias con respecto al anterior, pero sin embargo ahí están.
El frontal tiene unas líneas más suaves, como demuestra el coeficiente aerodinámico (Cx), que es de solo 0,30, un verdadero hito al hablar de este tipo de vehículos tan voluminosos.
La parrilla cuenta con un embellecedor cromado con efecto tridimensional, mientras que el diseño de los faros LED (con 1,2 millones de ‘microespejos’) aporta un nuevo aspecto al Range Rover.
Con los pilares negros, el techo parece colgar sobre el coche, mientras que la revolución más importante está en la parte trasera. La zaga del Land Rover llama la atención con un aspecto menos elaborado que en las generaciones anteriores.
La nueva moldura negra del portón combina con los pilotos verticales de LED que, cuando están apagados, se integran perfectamente en las líneas de la cola. Además, los intermitentes también permanecen ‘camuflados’ y tienen función dinámica.
El nuevo diseño no ha reducido la practicidad del modelo de lujo inglés. El maletero sigue teniendo doble apertura para facilitar la carga y ofrecer una repisa para guardar objetos o sentarse al final de una aventura por el campo. El volumen oscila entre los 725 y los 1.841 litros.
El interior también sigue esa línea de sencillez en el diseño. El salpicadero tiene un diseño minimalista y la elección de la tapicería (que incluye Ultrafabrics, un tejido especial más ligero y ecológico que el cuero tradicional) y las molduras aportan esos detalles de lujo que esperamos.
Desde el volante de dos radios con aro de cuero en dos tonos, se puede ver el nuevo cuadro de instrumentos digital de 13,7 pulgadas, que también muestra los mapas del sistema de navegación. En el centro del salpicadero se encuentra la pantalla táctil de 13,1 pulgadas del sistema de infoentretenimiento Pivi Pro.
En términos de tecnología y conectividad no hay muchas sorpresas y nos encontramos con todo lo esperado en un SUV de este nivel. Dispone de Apple CarPlay y Android Auto inalámbrico, Spotify y Amazon Alexa. Además, un punto de acceso wifi permite conectar hasta ocho dispositivos, mientras que las actualizaciones del sistema son automáticas en remoto.
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