Allá por 1967, cuando se produjo aquel espantoso terremoto, movimiento sísmico ocurrido en Venezuela que zarandeó a la Capital y sacudió el Litoral Central el 29 de julio, tuvo su epicentro a 20 km de Caracas con una duración de 35 segundos.
Algunos no sólo exageraron los efectos del aterrador temblor, que estaban a la vista, sino que especularon sobre un volcán oculto en las entrañas del magnífico cerro El Ávila que podría estallar, llegando incluso a asegurar que la montaña se partiría en dos y el mar llegaría hasta el valle capitalino compartiendo territorio con el llamado rio Guaire. Hoy, Waraira Repano, nombre indígena, sobre el cual, el oficialismo castrista que ha dejado perder el Parque del Este y le nombra protectores a las universidades abandonadas pretende construir una “ciudad comunal”.
Lo importante no era que contaran semejante tragedia, sino que hubo quienes la creyeron. Hablaron incluso de mudarse a Maracay, Valencia y otras ciudades, con la certeza de que por ahí no había cráteres. Venezuela es territorio libre de volcanes, sin embrago, hay lugares a los que se atribuye popularmente un origen volcánico o con relación. De los casos más conocidos el llamado “Volcán de Sanare” ubicado en Palo Verde localizado en el Municipio Andrés Eloy Blanco del Estado Lara.
Los expertos dicen que Venezuela no es área de erupciones voluminosas, fuertes explosiones y volumen de magma expulsado, con capacidad de modificar el clima durante años y alterar el paisaje que los rodea. Y ciertamente no parece que haya alguno como el que en estos momentos arrasa con la isla de La Palma.
Pero es que en esta Venezuela nuestra los volcanes son diferentes.
Ya estalló uno años atrás que dejó ruina, desolación, muertos y miedo, que llamaron “el Caracazo”. Algunos militares aseguraron después que se habían negado a participar en la matazón que llenó de cadáveres sin nombre, y un lugar siniestro llamado “la peste”; trataron de justificar sus propios, injustos, inoportunos y fracasados, pero también sangrientos volcanes durante 1992.
Pero el problema es que los vulcanólogos de entonces se negaron con irresponsabilidad estulta a comprender las verdaderas razones del caracazo, dejando solo a uno de sus principales dirigentes, e incluso intelectuales ávidos de la popularidad televisiva y asfixiados en sí mismos justificaron los sucesos.
Aquél volcán popular de 1989, el de si los demás saquean yo también puedo, se calmó ahogado en sangre, pero continúo extendiendo su lava, sin ser detectada, agazapada, silenciosa. Surgieron eventos, expelió roca fluida ardiente a tiros y murieron venezolanos. Fidel Castro, experto en erupciones, tomó al líder explosivo bajo su control cuando el país llevó al Presidente Caldera a liberarlo en olor de popularidad al sentirse sin fuerzas para controlarlo, quizás impulsado por esa frase que había hecho su propia justificación, la necedad frecuente de que el pueblo nunca se equivoca.
Y vino, así, la erupción calmada pero entusiasta de la revolución autocalificada de bonita, que aseguró estar inspirada en Simón Bolívar, dirigida por mujeres y hombres que quizás leyeron pero jamás entendieron al magno caraqueño. La revolución hablachenta, embustera que se propuso cambiar el país pero sólo para disfrute de un sujeto que creyó el dinero hacía la diferencia, compró aliados, simpatías, opositores, votos e interés mientras destruía la máquina productora y sin apagafuegos ahora tenemos otro volcán preparándose bajo tierra, no sólo en las entrañas del Ávila sino en todo el territorio nacional. Colada ardiente que puede terminar siendo “estromboliana”, erupción es un vulcanismo caracterizado por erupciones explosivas separadas por periodos de calma de extensión variable. El proceso de cada explosión corresponde a la evolución de una burbuja de gases liberados por el propio magma, que se va calentando y presionando hasta que finalmente estalle. Y estallará.
Es esa lava enfurecida por la pobreza, miseria, promesas incumplidas, burla y traición a los ciudadanos, corrupción desatada, desde los millones groseros de los que están arriba hasta los cobros y sobornos de los que vigilan abajo y mantienen. Pero, que cada día va creciendo, y costará controlar; cuando finalmente rompa los picos, saldrá desbocada, más gruesa o menos pero siempre ardiente, destructora, implacable, dejando sólo ruinas.
Después vendrán dolorosos lamentos. La ineptitud rabanera si hubiera sabido. La pendejada irresponsable porque no hice nada. La estupidez de siempre, unirnos para que esto no pase nunca más, como tantas veces ha sucedido en esta Venezuela tan pródiga en riquezas naturales y tan escasa en lideres estadistas que realmente dirijan sin pensar sólo en ellos.
@ArmandoMartini