El día 22 cada venezolano verá la autenticidad o no de los líderes que han participado en los comicios del 21. Está vivo el recuerdo de la constancia en la lucha, no de los vencedores sino de los perdedores después de estas contiendas. Pensemos, por ejemplo, en nuestra gesta libertadora.
Sin duda, estamos ante una oportunidad de surgimiento de liderazgos regionales. Es la oportunidad de luchar por lo propio, por lo pequeño, por el entorno y comunidad a la que pertenezco.
Las relaciones humanas no solo se dan verticalmente. Estas son importantes pero nunca exclusivas; se comparte mucho entre iguales y de allí surgen los dirigentes. La amenaza de un estado comunal acabaría con la estructura del Estado porque es arcaica y mediocre, sin capacidad de renovación y superación. Carece de liderazgos y abundan los “voceros” que no son sino transmisores del querer del “soberano” que manda según su ideología, capricho o poder.
Los obispos hemos señalado que “se requiere una nueva política donde lo más importante sea el interés por las personas, especialmente los más vulnerables y se logre articular lo nacional con lo regional y local”.
Se sale al paso de la tentación de la abstención. Sería negar la posibilidad de propuestas concretas a corto o mediano plazo para generar cambios, adormecería más la conciencia ciudadana y negaría la posibilidad de movilizar voluntades para recuperar lo político y lo social.
Acertadamente se recoge algo fundamental para la valoración de cada uno: “…se impone… redoblar la esperanza humana y cristiana; en la dignidad y potencialidad de todos y cada uno de los venezolanos, y en la bondad y misericordia de Dios nuestro Padre. Si cada uno pone lo mejor de sí, construiremos, desde el calor de los hogares, desde la solidaridad de nuestras comunidades y las tradiciones de nuestras regiones, las bases para la deseada reconstrucción nacional a fin de que Venezuela sea la “casa común” de todos: de los que piensan distinto, de los que estamos aquí y de los que están fuera añorando volver”.
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Fernando Castro Aguayo es Obispo de la Diócesis de Margarita