Sin duda, estamos ante una oportunidad de surgimiento de liderazgos regionales. Es la oportunidad de luchar por lo propio, por lo pequeño, por el entorno y comunidad a la que pertenezco.
Las relaciones humanas no solo se dan verticalmente. Estas son importantes pero nunca exclusivas; se comparte mucho entre iguales y de allí surgen los dirigentes. La amenaza de un estado comunal acabaría con la estructura del Estado porque es arcaica y mediocre, sin capacidad de renovación y superación. Carece de liderazgos y abundan los “voceros” que no son sino transmisores del querer del “soberano” que manda según su ideología, capricho o poder.
Los obispos hemos señalado que “se requiere una nueva política donde lo más importante sea el interés por las personas, especialmente los más vulnerables y se logre articular lo nacional con lo regional y local”.
Se sale al paso de la tentación de la abstención. Sería negar la posibilidad de propuestas concretas a corto o mediano plazo para generar cambios, adormecería más la conciencia ciudadana y negaría la posibilidad de movilizar voluntades para recuperar lo político y lo social.
Acertadamente se recoge algo fundamental para la valoración de cada uno: “…se impone… redoblar la esperanza humana y cristiana; en la dignidad y potencialidad de todos y cada uno de los venezolanos, y en la bondad y misericordia de Dios nuestro Padre. Si cada uno pone lo mejor de sí, construiremos, desde el calor de los hogares, desde la solidaridad de nuestras comunidades y las tradiciones de nuestras regiones, las bases para la deseada reconstrucción nacional a fin de que Venezuela sea la “casa común” de todos: de los que piensan distinto, de los que estamos aquí y de los que están fuera añorando volver”.
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Fernando Castro Aguayo es Obispo de la Diócesis de Margarita