Corría el año 2014 cuando Spozhmay logró escapar de su destino. Los talibanes en Afganistán como Al-Qaeda en Pakistán utilizaban a menores, en su mayoría cuando cumplían la edad de diez años, como “cabeza de turco” para generar atentados. Sucesos suicidas que hacían que ellos resultaran ilesos mientras que menores civiles, sin ninguna culpa, morían en sus ataques. Pero ella se consiguió liberar.
Por La Razón
Su hermano la maltrataba. Él era uno de los insurgentes, que en aquel entonces, todavía no dominaban todo el territorio como hoy en día. Ella misma cuenta cómo su propio familiar la ponía un chaleco de explosivos y la obligaba a “cruzar de noche un río para hacerle volar por los aires”. Una historia muy triste para una persona tan pequeña. A esa edad, la mayoría de niños tienen una familia y disfrutan de un buen ambiente en sus lugares de origen.
Pero ella no lo tuvo nada fácil. Con suerte, en aquel entonces, logró escapar, para decepción de su hermano. Un atentado fallido contra civiles inocentes, pero una vida ganada. En una entrevista en aquel año, tras salir del país, contaba que “era muy triste que los niños tengan interiorizado desde tan pequeños a ser terroristas suicidas, simulando explosiones y la propia muerte en los patios del colegio”.
A día de hoy, tras la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán y la toma de poder de los insurgentes, la situación no parece haber cambiado mucho.