Conforme han pasado los años, a medida que se ha ido profundizando la crisis económica, menos personas tienen posibilidades de consumir hallacas, comida típica navideña de compleja elaboración y tradición familiar que, como consecuencia de la migración de más de 5,6 millones de venezolanos, ahora se consiguen fácilmente en decenas de ciudades en el mundo.
Por Carolina Alcalde | Voz de América
Se trata de una comida completa, de olor inconfundible, hecha a base de harina de maíz amarillo, rellena con un guiso de carne de res, gallina y/o cerdo, pasas, aceitunas, alcaparras y envuelta en hojas de plátano.
Desde hace unos 10 años, Milagros las ha elaborado y vendido. Una parte en un mercado a cielo abierto ubicado en una urbanización del este de Caracas, otra a los clientes que habitualmente se las encargan, puntualmente a empresas que hacen almuerzos navideños para sus empleados y que volvieron a activarse tras la paralización que se vivió el año pasado como consecuencia del COVID-19. Pero, ella, ha notado cómo ha bajado el consumo.
“Antiguamente yo hacía desde el mes de septiembre, para esta época había hecho dos pacas de harina pan, en la actualidad ni la mitad de lo que se hacía años atrás”, cuenta a VOA.
Paga en dólares los ingredientes para la elaboración de las comidas que vende, por lo que no ha notado mayor variación en relación con el año pasado, sin embargo, en bolívares “sí lo notas bastante”, dice.
Milagros vende cada hallaca en 5 dólares y a partir de 5 las deja en 4 dólares cada una. Por 12 dólares por persona, ofrece a sus clientes el plato navideño completo: hallaca, pernil, ensalada de gallina y pan de jamón.
Coincide con los comerciantes consultados con VOA en que las ventas han descendido debido a la caída del poder adquisitivo del venezolano y a que “las familias se han disgregado”.
Ingredientes
Erick Boulanger tiene alrededor de 25 años vendiendo frutos secos y buena parte de los productos que tradicionalmente contienen las hallacas: aceitunas, pasas, alcaparras, encurtidos y onoto o achiote (colorante y saborizante natural), pero sus ventas han disminuido considerablemente.
“Un 90% diría yo. Aquí uno tenía cola de personas comprando en esta misma época y en cualquier otra, ahora ya ves, no hay nadie”, afirma mientras mira y señala hacia las inmediaciones de su puesto.
“Por lo general la gente llevaba 4 kilos; llevaban 2 kilos de pasitas, un kilo de alcaparras, medio kilo de onoto. Ahora el que más lleva es un kilo. Las ventas han decaído y me atrevo a decir que para todo el mundo. Estamos sobreviviendo, aguantando para cubrir montos mínimos, reponer inventario y mantenernos, pero ganancias uno no tiene”, insiste Erick que, amablemente, dedicó unos minutos de su tiempo a detallar a VOA el costo de sus productos.
Es la misma situación de Simón Fernández, cuyo puesto de venta se ubica a unos metros de distancia del de Erick. Sostiene que el movimiento es “más flojo” y, en parte, lo atribuye a la pandemia.
“La gente no está saliendo mucho, no es como otros años. Algunos dicen que está caro, otros llevan lo necesario para las hallacas, llevan menos cantidad”, puntualiza.
José está al frente de un puesto de venta de carne que por cincuenta dólares ofrece un combo del que, asegura, pueden salir unas 50 hallacas pequeñas si se mide todo minuciosamente, pero considera que “sale mejor comprar las hallacas hechas”.
“Si vemos la parte económica es mejor comprarlas hechas, pero lo bonito es hacerlas y compartir con la familia y no perder la tradición que es parte de la cultura del venezolano”, opina.
Al igual que el resto de los comerciantes que accedieron a conversar con VOA, José destaca que las ventas no están “nada buenas” y no sabe si se debe a la migración o al costo de la vida.
“Siempre había un pico y arrancaba la navidad, ese pico no ha ocurrido, todo está paralizado”, afirma, aunque admite que ve una “leve recuperación económica”, a su juicio, porque se están manejando más dólares en la calle.
Ángel Alvarado, economista y miembro del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), dijo a VOA que, en relación con el año pasado, los costos de elaboración de las hallacas se han incrementado en un 40%.
“Los alimentos han aumentado en promedio 42% y esto es significativo, es importante, es generalizado y tiene que ver con los precios a nivel mundial que han aumentado por la crisis de los contenedores, los problemas en la cadena de suministro, 30% según la FAO”, explica.
Pero el economista subraya que, particularmente en Venezuela, la situación se debe al incremento del precio de los combustibles y a la hiperinflación en la que está sumida el país desde el 2017 y de la que pudiera salir durante el primer trimestre del 2022.
De 4 personas consultadas en el mismo mercado ubicado en una urbanización de clase media, 2 dijeron que no harían hallacas este año porque la situación económica no se los permite.
“No puedo pagarlo”, se limitó a comentar con indiferencia una mujer mientras veía los precios en un puesto de verduras.
No es un platillo fácil de alcanzar en un país donde los salarios de empleados públicos rondan los 3 dólares mensuales y el sueldo promedio de un trabajador en el sector privado es de unos 70 dólares, de acuerdo al OVF.
Según la más reciente Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), el 94,5% de los ciudadanos en Venezuela vive en condición de pobreza.