“Decidí salir para cumplir mis sueños, para que mis hermanos cumplan sus sueños y ayudar a mis padres que se quedaron (en Venezuela). En mi país no se puede progresar. Tengo mis estudios, tengo todo, pero ya de nada sirve eso” en el país suramericano.
Así se expresó Luis, nombre ficticio de un venezolano de 23 años, al explicar a Efe la razón de haber salido de Venezuela hace 15 días junto con sus dos hermanos, con el objetivo de llegar a Estados Unidos, donde le esperan unos tíos.
Estos tres jóvenes venezolanos forman parte de los 535 migrantes en tránsito que ahora están en Panamá, que este año registró el paso de más de 130.000 personas con destino a Norteamérica, una cifra sin precedentes y que incluye a familias enteras movilizadas.
“Son cifras exorbitantes, más de 130.000 personas transitaron por la selva del Darién, más de 80.000 de origen haitiano y 15.000 cubanos”, siendo el resto de otras múltiples nacionalidades, precisó el director del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) de Panamá, Oriel Ortega.
Ahora hay una bajada del flujo migratorio, pero las autoridades panameñas dijeron que se preparan para enfrentar eventuales nuevas oleadas de migrantes en movilidad.
Tras una travesía de 7 días por el Darién, los hermanos venezolanos llegaron este jueves a la estación de recepción migratoria (ERM) de San Vicente, situada cerca de la frontera con Colombia y a unos 310 kilómetros de la Ciudad de Panamá.
Cruzar la jungla “fue bien peligroso, desde el principio hasta el final. Todo es complicado, demasiado difícil, hay que estar bien preparado”, contó Luis con voz cansada.
“Salimos bien lastimados (de la selva) vamos a ir al médico a ver si nos arreglan un poquito”, comentó este migrante, que agradeció a las autoridades panameñas por recibirlos “muy bien” y darles “comida, que bastante que necesitamos proteínas y todo eso, porque de verdad que perdimos mucha energía cruzando esa montaña”.
LOS PELIGROS DEL DARIÉN
El Darién, que ha sido utilizado durante años por personas procedentes de todas partes del mundo que viajan irregularmente hacia Estados Unidos, es considerada una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo.
Las autoridades panameñas registraban hasta septiembre pasado la muerte de al menos medio centenar de migrantes. A finales de ese mes una decena de ellos, incluyendo menores, murieron ahogados en un río, según la información oficial disponible.
Pero en realidad no se sabe con certeza cuántos han muerto en la selva víctimas del entorno salvaje o a manos de los grupos criminales que usan el Darién desde hace años para el tráfico de drogas, de armas y de personas.
La “situación especial” de Panamá es este “cordón fronterizo de 266 kilómetros de selva. Las personas llegan diezmadas” y por eso “transformamos las operaciones (de vigilancia) en ayuda humanitaria”, dijo el jefe del Senafront.
Ortega recalcó que “la migración irregular no es un delito” y que por eso “no se puede detener” a los migrantes en tránsito, y que las autoridades panameñas han desplegado operaciones para “contener” la “gran cantidad de robos y hurtos” de los que estaban siendo víctimas estos viajeros en áreas de la frontera.
Los migrantes en tránsito cruzan varios países suramericanos antes de llegar a Panamá. La ola de este la compusieron en su mayoría familias haitianas, muchas de ellas procedentes de Chile y Brasil, donde se habían asentado tras el terremoto que asoló la isla en 2010, aunque también hay personas procedentes de Cuba, de países suramericanos, africanos y asiáticos.
Las agencias del sistema de Naciones Unidas pidieron en octubre pasado reforzar las vías de migración seguras, regulares y ordenadas ante la muertes de migrantes que intentan cruzar desde Colombia hacia Panamá en su viaje hacia Norteamérica.
EFE