Varios miles de personas desfilaron este domingo por el centro de Bruselas en protesta por el cierre obligado por las autoridades belgas de cines, teatros y salas de espectáculos por prudencia ante la emergencia de la variante ómicron del coronavirus.
Por las calles de la capital, en un ambiente festivo, pese a la jornada gris y lluviosa, unas 5.000 personas, según la policía, acudieron al llamamiento de trabajadores y artistas para clamar contra las medidas pactadas este miércoles por el Gobierno y las regiones.
Bélgica, que ya contaba con medidas como el teletrabajo parcialmente obligatorio y el cierre nocturno de bares y restaurantes, prohíbe desde este domingo el grueso de actividades culturales en interiores, con excepciones como museos o bibliotecas, en un contexto de alta incidencia (1.090 puntos), pero de descenso contante de los contagios (-36 % semanal).
“Hemos concedido una gran importancia a la solidaridad y hemos hecho todo lo posible para poder trabajar de forma más segura. Fuimos los primeros en cerrar y los últimos en reabrir. Pero esta macabra lotería ya no trata de salud. Esto es un juego económico y político y, lamentablemente, somos las víctimas más fáciles”, ha declarado el actor Stany Crets.
Por el escenario de la explanada de Mont des Arts desfilaron personalidades como el director del teatro real flamenco Koninklijke Vlaamse Schouwburg, Michael De Cock, o la directora del centro coreográfico de Bruselas-Valonia Charleroi Danse, Annie Bozzini, en un acto con réplica en Lieja, donde varios cientos de personas se han concentrado frente a los cines Sauvenière.
Mientras tanto, decenas de salas han permanecido abiertas este domingo, desobedeciendo a las autoridades, para recibir a un público militante en apoyo del sector.
“La policía puede meterme en la cárcel, no tengo nada que perder”, declaraba al diario “DH Les Sports” el artista circense Alexandre Bouglione, que tiene una carpa de espectáculos instalada estas Navidades en una plaza del barrio bruselense de Ixelles.
La policía de esa comuna, no obstante, ha hecho saber que no tenía intención de controlar aperturas y cierres de establecimientos este domingo porque preveía concentrar sus efectivos en la protesta.
Algunas asociaciones, como la Liga de los Derechos Humanos o la Federación de Empleados de las Artes Escénicas, han anunciado que apelarán la próxima semana al Consejo de Estado para que revierta las medidas.
El primer ministro belga, Alexander de Croo, cuyo Gobierno federal acordó las restricciones con las regiones de Flandes, Valonia y Bruselas, justificó el miércoles las decisiones por prudencia ante la nueva variante ómicron, de la que se sabe que es más transmisible que delta.
El objetivo, dijo el liberal flamenco, es “ralentizar el avance” de ómicron, “gestionar la presión en los hospitales” y garantizar que los colegios abrirán el próximo 10 de enero.
A la incomprensión de las medidas se han sumado desde los rectores de las universidades francófonas del país hasta virólogos como Marius Gilbert, Yves Van Laethem o Emmanuel André, quienes han avisado del escaso “sentido” sanitario que tienen y del riesgo que suponen en términos de confianza si en algún momento hubiera que recurrir a un “freno de emergencia”.
El primer ministro dijo el viernes que las restricciones se volverán evaluar en enero.
EFE