El día que Leonardo da Vinci quiso volar como los pájaros: ¿por qué no lo logró?

El día que Leonardo da Vinci quiso volar como los pájaros: ¿por qué no lo logró?

De su cabeza, salieron los más disímiles inventos. Leonardo da Vinci , además de técnico, ingeniero y arquitecto, fue un gran artista que, en vida, alcanzó renombre

 

No hace muchos años se descubrió un laboratorio que permaneció oculto en un monasterio de monjes de la orden de los Siervos de María, cercano a la Basílica de la Santísima Anunciación, en el centro de Florencia. Fue grande la sorpresa al saber que había sido usado por Leonardo da Vinci. En sus paredes se adivina un fresco posiblemente pintado por el genial artista e inventor renacentista.

Por infobae.com

Los especialistas aseguraron que esta pintura tiene un extraordinario parecido a sus trabajos experimentales, que incluye un tríptico de pájaros volando en círculos sobre una representación de la Virgen María, que atribuyen a los estudios de Leonardo del vuelo de las aves.

Leonardo di ser Piero da Vinci es una de las personalidades de la historia imposible de encasillar en una actividad determinada. Fue científico, inventor, arquitecto, pintor, astrónomo, ingeniero, filósofo, un apasionado por la anatomía y la botánica.

Nació en Anchiano, comuna de Vinci, en pleno corazón de la Toscana, a escasos kilómetros de Florencia, el 15 de abril de 1452. Era hijo natural de una campesina llamada Caterina, y de Ser Piero de Vinci, un acaudalado notario florentino que cuando vio las extraordinarias condiciones para el dibujo del niño, lo envió como aprendiz al taller de Andrea de Verrochhio, donde fue formado en pintura y escultura. También asistió al taller de Pollaiurolo, donde logró habilidad en la pintura al óleo, una técnica novedosa. Su primer dibujo fechado se llama “Paisaje”, y es de 1473.

Su primera manifestación como técnico e ingeniero la tuvo en 1478 cuando propuso elevar el Batisterio de San Giovanni, de Florencia, para colocar un basamento con escalinatas. Y nunca paró.

No tuvo suerte de ser acogido en la corte de los Médici, en Florencia, aunque sí logró el patrocinio de Ludovico Sforza, en Milán, con el que estuvo 17 años.

Pasó un tiempo en Venecia, también diseñando aparatos militares que nunca llegaron a construirse, en tiempos en que la ciudad era amenazada por los turcos.

A la izquierda su autorretrato; al lado, una de las obras más perfectas: “El Hombre de Vitruvio” o “Estudio de las proporciones ideales del cuerpo humano”

 

Ya para comienzos del 1500 tenía una excelente reputación como pintor. Había realizado retratos de personas del círculo cortesano, en 1497 pintó “La última cena” para el refectorio de Santa María de las Gracias, en Milán y entre 1503 1519 daría vida a su creación más famosa, La Gioconda.

Volar como los pájaros

Para da Vinci, el vuelo fue una de sus obsesiones, como el de casi todo ser humano. Dos milenios atrás los chinos habían logrado desafiar la gravedad con el armado del primer cometa, hecho con seda y caña de bambú.

Inventó una máquina voladora, que se basó en las largas observaciones que hizo de los pájaros, de los murciélagos y de los insectos.

Cuando comenzó a pintar su célebre La Gioconda, por 1503, ya tenía en su cabeza escribir una suerte de tratado sobre los pájaros.

En esa inquietud por interpretar las leyes de la naturaleza, nunca paraba en generar ideas e inventos. En un momento, se abocó a los estudios para hacer volar al hombre. Aprovechó una larga de reclusión obligada por la peste que asolaba a Europa, para concentrarse en esta cuestión.

Creó el Ortitóptero, cuya definición es un aparato movido como un pájaro por alas batientes.

Se apartó del impulso de asir alas a los brazos de una persona e ideó un aparato al cual se adaptarían dichas alas. El prototipo podía ser tripulado por uno o más pilotos, y hasta diseñó una máquina de dos pisos. Según da Vinci, el vuelo se debía producir por el movimiento de las alas, accionado por el propio piloto, a través de un sistema de palancas, poleas y sogas. Para lo que serían las patas del “ave”, incorporó un par de amortiguadores.

Lo probó en la ciudad de Milán el 3 de enero de 1496, pero sin éxito. Ahí comprobó que la acción de los músculos del piloto era insuficiente para que el aparato levantase vuelo o se mantuviese en el aire. Según los especialistas en aviación, Leonardo se basó en conceptos errados. Recién en 1799 el inventor e ingeniero inglés George Cayley descubrió que el aire que circula por encima de un ala fija y curva crea la “sustentación”, una fuerza que hace que el ala se eleve.

No obstante, Leonardo estaba muy interesado en la cuestión del vuelo. Entre el 14 de marzo y el 15 de abril de 1505 escribió el Códice sobre el vuelo de los pájaros, una suerte de tratado de 38 páginas, escrito al revés. Para poder leerlo, es necesario reflejarlo en un espejo.

Consta de cuatro partes. La primera describe la forma de vuelo batiendo las alas; la segunda, volar sin batir alas pero con viento a favor; la tercera enumera las características comunes del vuelo de los pájaros, los murciélagos, los insectos y los peces voladores y la cuarta el movimiento del vuelo a través de un mecanismo.

Si de máquinas voladoras se trataban, su proyecto no quedó ahí, sino que ideó un “tornillo volador”, que se considera un prototipo, aunque inviable, del helicóptero. De unos quince metros de diámetro, estaba diseñado en lino, caña y cables. En su base, cuatro hombres debían empeñarse en hacer girar el eje de la hélice.

En su extenso archivo, hay bocetos de un paracaídas, de un mortero de 33 cañones, de una ballesta gigante, de un vehículo blindado, de un carro autopropulsado, de un reloj y hasta de un equipo de buceo.

Fue un estudioso de la anatomía humana y se cree que diseccionó cerca de treinta cadáveres para poder describir y analizar cada uno de los órganos. Realizó observaciones notables, como fue la primera descripción de la arterioesclerosis.

Pasó los últimos tres años de vida en el Palacio de Cloux. Había sido invitado por el rey Francisco I de Francia, y le ofreció el castillo como morada y como lugar de trabajo. Llegó con solo tres de sus pinturas bajo el brazo: La Mona Lisa, Santa Ana y San Juan Bautista. Aún con su brazo derecho paralizado, usó su mano izquierda para seguir inventando y creando.

Falleció el 2 de mayo de 1519. No hay acuerdo en cuáles fueron sus últimas palabras.

Según Giorgio Vasari, considerado uno de los primeros historiadores del arte, dice que lo último que hizo fue un dibujo de cuatro triángulos rectángulos. Lo dejó para decir que la sopa se enfriaba.

Otros, aseguran que exclamó: “He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido”.

Y están los que le escucharon susurrar “decidme que alguna cosa se hizo”.

Moría un hombre que, apasionado por la fabricación de máquinas, fue dueño de una mente infatigable que anticipó el mundo que se venía.

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