“Ódiame, pero fastídiate, que no te puedes divorciar”, replicó la reina Sofía al rey Juan Carlos en el transcurso de una discusión en la que él le repetía: “¡Te odio! ¡Te odio!”. Cuenta la escena Jaime Peñafiel, el archifamoso periodista español experto en Casa Real, amigo de Juan Carlos I, ex director de ¡Hola! y hoy muy crítico con Sofía. Ha dejado escrito -y lo cuenta en conversación con Infobae- que aquélla trifulca se la contó el general Sabido Fernández Campo, el ya fallecido jefe de la Casa de Su Majestad el Rey.
Por Infobae
Peñafiel habla con palabras gruesas de la reina Sofía, de cómo su papel se ha devaluado por sus propias decisiones: sobre todo, la de no divorciarse. “Ella podía haberlo hecho, pero ha preferido la indignidad de mantener su papel, su estatus, cuando toda España sabía las historias del rey Juan Carlos”, comenta el periodista.
Sofía vive en un segundo plano, “más próxima a su hijo que a su marido”, explica Peñafiel. Ese ha sido el papel clave de la Reina -mantiene el título- en los últimos años, desde que su hijo se convirtiera en Rey en una sesión solemne celebrada el 19 de junio de 2014 en el Congreso de los Diputados. Hasta el punto, añade el periodista en su conversación con este medio, de que ha intercedido en los conflictos matrimoniales de Felipe VI y la reina Letizia.
La reina Sofía es, tras Felipe VI, el miembro más valorado de la Familia Real en las encuestas. Siempre se la ha considerado una víctima del comportamiento de su marido. Léase: sus escarceos amorosos y la gran humillación pública que sufrió en 2012.
El 14 de abril de ese año -una fecha importante en la Historia de España, porque fue cuando, en 1931, se proclamó la Segunda República que acabó con la Monarquía de Alfonso XIII, abuelo del rey Emérito- se difundió la noticia de que Juan Carlos había sido operado en la Clínica San José Madrid de una rotura de cadera. El entonces Rey había sido trasladado de urgencia desde Botsuana a España tras sufrir un accidente. En África, donde había ido a cazar elefantes, no estaba solo. Lo acompañaba su ‘amiga íntima’ Corinna Larsen y su hijo de 10 años.
Nadie sabía oficialmente nada de ese viaje. Un viaje que su entorno le había aconsejado que no hiciera. Hasta el punto de que mientras el Rey estaba en Botsuana, la Reina Sofía viaja a Grecia, su país de origen. A celebrar la Pascua ortodoxa.
Lo hacía sin saber dónde estaba exactamente su marido. De vez en cuando preguntaba: “¿Cuándo viene el rey”, a lo que sólo obtenía por respuesta: “Un día de estos”. Mientras operaban al rey, Sofía recibió la noticia del accidente y de las circunstancias que lo rodearon. Decidió no volver a España de inmediato. Retrasó la vuelta. Un gesto de venganza, quizá. Un pequeño castigo. Fue motivado por aquél escándalo cuando en los pasillos de Zarzuela atronó una frase que hoy se da por cierta: “O Corinna, o Corona”. Al salir del hospital, apoyado en sus muletas, el Rey lanzó un mensaje que impactó a los españoles: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”.
Es la periodista Carmen Enríquez, cronista de la Casa Real en Televisión Española y muy próxima a los reyes, con los que ha compartido todos sus viajes oficiales, quien cuenta los detalles de este y otros episodios en su libro Sofía. Nuestra Reina. Una suerte de crónica en la que se ensalza el papel de Sofía y pone en valor su aguante, su lealtad con la Corona y Juan Carlos I y su actual labor solidaria en colaboraciones estrechas con Organizaciones No Gubernamentales (ONG)y fundaciones.
Una visión muy alejada de la que defiende Peñafiel, quien sostiene que la Reina “ha sido una mujer derrochona, que cuando viajaba a Londres a ver a su hermano se hospedaba en el Claridge a todo lujo y que no hace nada. Es un misterio” a qué se dedica.
Este mismo 6 de enero, la periodista Pilar Eyre, experta en Casa Real, hablaba en la misma línea: “Es una compradora compulsiva”. Y añadía: “Escribo libros sobre la Familia Real hace muchos años y quería que la reina [Sofía] me cayera bien; la veía una mujer sometida al marido y sacrificada, pero a pesar de todos los esfuerzos que hacía cuando preguntaba si Sofía no sabia na de [los negocios] de Juan Carlos, todo el mundo me decía que no sólo lo sabía, sino que lo animaba en esa dirección”.
En los dos años que dura ya el exilio voluntario del Emérito en Emiratos Árabes Unidos, cuenta Peñafiel, Sofía “no ha ido una sola vez a verlo. De hecho, las infantas [Elena y Cristina, hijas de los reyes Juan Carlos y Sofía] iban a ir esta semana a verlo para celebrar su cumpleaños [el Emérito cumplió 84 este 5 de enero] y tras una comida con su madre decidieron no ir”.
Giro sobre la abdicación
La clave de su papel radica en su relación con su hijo. Siempre unida al heredero y hoy Rey, Sofía tomó una decisión clave en 2014. Partidaria de la máxima no escrita de que un rey es sustituido sólo y exclusivamente cuando muere, su parecer se fue modulando hasta aceptar que la abdicación era una vía imprescindible para que los españoles recuperaran la confianza en la Corona, cuenta Carmen Enríquez en su libro. Entonces la valoración de la Monarquía había descendido hasta un sorprendente 3,7%.
En la Pascua Militar del año 2014, Juan Carlos I perdió el hilo de su discurso, se trastabilló con sus palabras y, en una escena que dio la vuelta al mundo, empezó a hacer cada vez más evidente que el hoy Emérito no estaba en condiciones de seguir al frente de la Jefatura del Estado. Días después de aquélla escena, el propio Juan Carlos comunicó a Sofía y a su hijo Felipe que abdicaría.
La Reina Sofía se refugió en su familia; en sus tres hijos y sus ocho nietos. Se vinculó al rey Felipe VI de una manera evidente. De hecho, fue el hoy Rey quien más unido ha estado ella siempre, intercediendo en ocasiones a su favor en las discusiones que mantenían sus progenitores, recuerda Peñafiel. Algunos analistas ven en este movimiento de la Reina Sofía un intento de supervivencia, de, precisamente, mantener su situación en la Casa Real, como Reina Madre capaz de aguantar cualquier adversidad con tal de proteger la Corona.
La aproximación de Sofía con su hijo provocó no pocos roces con su nuera, la Reina Letizia, al comienzo del reinado de Felipe VI. Se recuerda un encontronazo en Palma de Mallorca, cuando Sofía abrazaba a la infanta Leonor -heredera al trono- y Letizia se la arrebató con cierta vehemencia, provocando la intervención del Rey y las preguntas del Emérito. Qué pasa, qué pasa, decía. Todo grabado. Todo en público.
Eso quedó atrás, al parecer, y las relaciones se han suavizado. Este 24 de diciembre de diciembre, Nochebuena, la Reina Sofía habría cenado en Zarzuela, junto a su hermana Irene de Grecia, con los reyes Felipe y Letizia, según detalles publicados por El Mundo.
¿Cómo es la Reina?
Siempre se ha utilizado una frase para definir a la Reina Sofía: “Es una profesional”. De hecho, fue una expresión que el propio Juan Carlos empleó en una larga conversación con el aristócrata y escritor José Luis de Vilallonga recogidas en el libro El Rey. Ella siempre abominó de ese calificativo.
Un calificativo con el que se pretendía y se pretende decir, sencillamente, que sabe, como miembro de una de las familias reales más antiguas de Europa, cuál es su papel. Y es el que cumple. En su biografía Doña Sofía. La Reina habla de su vida, dice de sí misma: “Mis valores son la honradez, el sentido de servicio, la honestidad, la tolerancia, el amor al prójimo, la solidaridad”.
Formada -habla perfectamente griego, español, alemán e inglés-, abierta a aprender de ciencia, filosofía, arte…, muy religiosa -de origen ortodoxo, cuando, en 1962, se casó con el entonces príncipe heredero Juan Carlos pasó “a ser católica sin problemas”, dice en su biografía- y volcada, ahora, en actos solidarios. El último del que se tiene constancia a día de hoy, el acto conmemorativo del 40º Aniversario de la Asociación Víctimas del Terrorismo, el pasado 30 de noviembre.
Para entender porqué la Reina no se divorcia pese al paso del tiempo, con su marido en el exilio voluntario y sabedora, como toda España, de las múltiples infidelidades de las que ha sido objeto, hay que leer a la experta en Casa Real Pilar Urbano: “La Reina ni reina, ni gobierna, ni pinta nada. En la Constitución no pinta nada, no puede tener ningún cargo institucional, es una consorte”. Otra clave: consorte. Si pierde esa condición, perdería casi todo.
Urbano ha escrito en varias ocasiones, de hecho, que Sofía se planteó el divorcio al enterarse de una de las aventuras del Emérito allá por la década de los 90 del siglo pasado. Entonces con la mallorquina Marta Gayá.
Al final nunca ha dado el paso. Hoy hay quien se atreve, en un “país de cortesanos”, como califica Peñafiel a España, a hablar de que en los últimos tiempos hay un cierto ‘diálogo’ entre la los reyes eméritos. Un acercamiento provocado por le edad, por la soledad, por el olvido. Ambos superan los 80 años -83 ella, 84 él- y su imagen, otrora intocable para los españoles, se ha ido derrumbando.
La del rey Emérito está por los suelos. Apenas 3,5 puntos sobre 10 en una encuesta de junio de 2021 publicada por El Confidencial. La de ella sigue siendo buena: un 6,4 sobre 10. Aunque va en descenso. Es, después de Felipe VI (6,4 también, pero en ascenso), la segunda figura de la Casa Real en valoración, por delante de la Princesa Leonor, la Infanta Sofía y la propia reina Letizia (5,4 sobre 10). Siempre en competición, esa encuesta indicaba que la labor de la reina Sofía era mejor que la de Letizia. Tras la abdicación de Juan Carlos, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) dejó de incluir preguntas sobre la Monarquía en sus barómetros.
Pese a todo, la Reina Sofía es un personaje querido. Una mujer que se ha rodeado de la familia, que vive por y para ellos y que allá donde acude suele recibir ovaciones, aplausos y vítores. Ha pasado recientemente en conciertos de música clásica en el Teatro Real o en el espectáculo que Raphael dio en un pabellón de Madrid el pasado 17 de diciembre. Dedica su tiempo, al margen de la escasa agenda oficial, a asistir a actos privados: viajes, bodas reales y relaciones familiares. Muy preocupada por la salud de su hermano, Constantino, en las últimas semanas ha puesto el foco en su familia griega.
Nada se espera que cambie. Ni aunque el rey Emérito regrese a España. Una posibilidad real y, sobre todo, deseada por él. Cuando eran reyes de ‘pleno derecho’ sólo las obligaciones los unían. vivían de facto separados. Y nada parece apuntar a que eso pueda cambiar en el futuro.