“El futuro económico de China no parece muy halagüeño y empieza a tener implicaciones políticas para Xi Jinping”, advirtió Kevin Rudd, presidente mundial de la Asia Society. Es que según la Academia China de Ciencias Sociales, el crecimiento anual se ralentizará hasta el 5,3% en 2022, frente al 8% de 2021, impulsado por el desastre del gigante inmobiliario Evergrande, declarado en suspensión de pagos el mes pasado por las agencias de calificación. La crisis, explica, desató una oleada de impagos en el sector inmobiliario del país, cuyo valor ronda el 29% del producto interior bruto.
Por Infobae
El ex primer ministro de Australia entre 2007 y 2010 y en 2013, explica que Evergrande, con un pasivo de 300.000 millones de dólares, es sólo “la punta del iceberg”, uno de los muchos problemas derivados de las decisiones de política económica adoptadas en Pekín y advierte que las repercusiones políticas de esas decisiones están apareciendo en los medios de comunicación oficiales de China.
En su columna del Wall Street Journal detalla que la reunión económica anual más importante de China, la Conferencia Central de Trabajo Económico, celebrada en diciembre, puso de manifiesto “un debate entre los reformistas y los funcionarios más conservadores” sobre si el mercado o el Estado pueden asignar más eficazmente el capital y los recursos económicos.
Los documentos políticos de la última CEWC -en la que se reúnen los altos cargos del Partido Comunista- incluyeron una flexibilización de la emblemática campaña de Xi “Prosperidad Común”. El esfuerzo por reducir la desigualdad de la riqueza incluyó una ofensiva contra muchas de las personas y empresas más ricas del sector privado de China y avivó los temores de una caza de brujas contra los ricos.
Los responsables de la política en la reunión del CEWC de diciembre, al tiempo que lidiaban con la ralentización del crecimiento, concluyeron que esto podría haber sido una exageración y dijeron que la Prosperidad Común debería ser más bien un proceso histórico a largo plazo. “En otras palabras -traduce Rudd- puede que ahora no sea el momento de matar a la gallina de los huevos de oro del sector privado”.
También, apunta, es significativo que la directiva de “reforzar el antimonopolio y prevenir la expansión desordenada del capital” -que aparecía entre las “Ocho Tareas Principales” del CEWC de 2020- no estuviera entre las “Siete Políticas Principales” de la reunión de 2021. En su lugar, explica, los responsables políticos se centraron en lograr la “estabilidad” macroeconómica en 2022.
“Este cambio de mensaje parece estar diseñado para calmar a las grandes empresas de tecnología financiera de China, a las que Xi ha apuntado en los últimos 18 meses”, asegura Rudd.
Este es un año crucial para Xi, ya que es probable que aspire a un tercer mandato de cinco años en el 20º Congreso del Partido Comunista Chino y busca gobernar de por vida. “Es de suponer que quiere evitar cualquier alteración de la estabilidad económica, financiera o social de China. Pero la destrucción económica que ha provocado la centralización del poder de Xi puede dar a sus críticos una ventaja que no han tenido durante años”, afirma el presidente mundial de la Asia Society.
Además, enumera otras pruebas de una reacción política a los ataques de Xi al sector privado y a sus opiniones generales negativas sobre el papel del mercado.
Para empezar, revela, el mes pasado Qu Qingshan, un miembro del Comité Central, el órgano de dirección superior del Partido Comunista, publicó un artículo tanto en Qiushi, la revista ideológica insignia del Partido, como en el Diario del Pueblo, uno de los cuatro órganos centrales de propaganda aprobados por el Partido, en el que criticaba sutilmente la política de Xi alabando la era de “reforma y apertura” de Deng Xiaoping como la clave del éxito de China, y citando a continuación las críticas del antiguo líder al legado de la Revolución Cultural de Mao Zedong: “Si no aplicamos las reformas ahora, nuestra modernización y el socialismo se arruinarán”.
En la misma línea, pero en el Liberation Daily, Hu Wei, miembro destacado de la Escuela del Partido en Shanghai, elogió a Deng por haber acabado con el “socialismo de izquierdas” y el “sistema económico planificado, que sofoca completamente la vitalidad económica del mercado y la sociedad”.
Hu Wese enfrentó tácitamente al Xi al elogiar como vitales las reformas de Deng del “sistema de liderazgo del partido”, que puso fin a un período en el que el poder estaba “excesivamente centralizado”, lo que llevó a un “gobierno de una sola voz”, a la toma de decisiones individuales “arbitrarias” y al perjudicial fenómeno de que algunos cuadros “dirigen de por vida”.
“No sólo debemos romper la prisión de la ideología, sino también reformar el sistema de liderazgo del partido y del país”, se animó a decir Wese.
El autor explica que si bien estos artículos desafían a Xi, no está claro hasta qué punto puede estar extendida la disidencia por sí son un indicativo de que algunos miembros están frustrados con el movimiento ideológico de Xi hacia la izquierda y la consiguiente reorientación de la política y la economía en esa dirección.
Rudd adelanta que la economía china podría enfrentarse a tiempos aún más difíciles en 2022: “De ser así, deberíamos esperar que los rumores de descontento político se hagan más fuertes”.