El general Francisco Villa, en un principio, fue enterrado en el panteón de Hidalgo del Parral, en Chihuahua, sin embargo en 1976 sus restos fueron llevados a otro sitio.
Por infobae.com
Francisco Villa es, sin duda alguna, una de las figuras más destacadas que hubo durante la Revolución Mexicana. El hombre, que en realidad se llamaba José Doroteo Arango Arámbula, lucho en la Revolución contra el abuso de los poderosos.
Sobre la vida de uno de los revolucionarios más destacados, junto con Emiliano Zapata, se cuentan muchas historias. Hay quienes aseguran que fue un verdadero héroe de inicios del siglo pasado, sin embargo, también están los que piensan que fue un mujeriego bandolero.
Villa nació un 5 de junio de 1878. A lo largo de su vida se le atribuyeron hasta 27 relaciones, sin embargo, fue la famosa vedette de la época, María Conesa, mejor conocida como la Gatita Blanca, quien fascinó en lo absoluto al revolucionario, aunque nunca la pudo conquistar. “Mire general, una pulga como yo, no duerme en su petate”, le dijo alguna vez la artista.
Uno de los episodios de la Revolución Mexicana protagonizado por Villa, que está rodeado de más mitos y leyendas, fue la ocasión que invadió, junto a su poderoso ejército de La División del Norte, el pueblo fronterizo de Estados Unidos, Columbus, en Nuevo México.
A lo largo de 1915 el ejército liderado por Villa fue arrollado en una serie de terribles contiendas libradas contra el ejército constitucionalista, que era comandado por el General Álvaro Obregón. Pero cuando la balanza se inclinaba de manera clara contra el ejército de Villa, Estados Unidos optó por reconocer el gobierno constitucionalista de Venustiano Carranza, por lo que Villa se convenció de que el propio Carranza había firmado un pacto con el gobierno norteamericano y que México se convertiría en un mero protectorado estadounidense. Decidido a evitar tal humillación, Villa se embarcaría en una misión que lo llevaría a “invadir” Estados Unidos.
La realidad es que Estados Unidos nunca firmó nada con el gobierno mexicano, pero ante los ojos de muchos compatriotas, Villa se convirtió en una especie de vengador de la injerencia estadounidense. Villa, al mando de su poderoso ejército, se convirtió en todo un referente en el imaginario colectivo del pueblo mexicano tras la invasión al pueblo estadounidense. La “expedición punitiva”, llevada a cabo por Estados Unidos en 1916 para repeler el ataque de los revolucionarios e intentar capturar a Villa fracasó, tras 11 meses de búsqueda. Los norteamericanos llegaron a penetrar 600 kilómetros del territorio mexicano, lo cual tuvo una inesperada consecuencia: el aumento de los sentimientos nacionalistas del pueblo mexicano y su gobierno.
A partir de entonces, Villa se retiró de la vida pública junto a su familia, en una hacienda de la localidad de Canutillo, en Durango, una propiedad que el Estado Mexicano le habría otorgado como pago a sus servicios prestados al país.
Muerte de Villa
El 20 de junio de 1923 Villa se dirigió hacia Hidalgo de Parral, al sur de Chihuahua, en donde pretendía reunirse con algunos camaradas, para después, todos partir hacia Río Florido, en donde asistiría al bautizo del hijo de un amigo. Se cuenta que las últimas palabras que dijo el revolucionario antes de salir, fueron: “Parral me gusta hasta pa´ morirme”. Esto sería premonitorio.
Ese día se negó a llevar con él a los 50 hombres que se encargaban de su seguridad, y solo quiso que lo acompañaran cinco de ellos.
Conduciendo él mismo su automóvil, empezó a atravesar la ciudad de Parral, en donde lo esperaba un grupo de hombres armados. En un primer intento por asesinarlo, los hombres no pudieron, pues justo cuando pasaba Villa por el lugar, un grupo de niños que salían de un colegio se atravesaron. Sin embargo, cuando el automóvil atravesaba la calle Gabino Barreda, en Parral, un hombre con un sombrero de palma llamado Juan López, agitó la mano: ¡Viva Villa!. Esa exclamación fue la seña para que se abriera fuego. Se dice que en total, el auto de Villa recibió 150 balazos, de los cuales, 13 atravesaron su cuerpo.
En un principio, los restos de Villa fueron sepultados en el panteón de Hidalgo del Parral, en Chihuahua, en donde su cuerpo fue exhumado y en donde alguien sustrajo su cráneo. Hasta la fecha no se sabe en donde está. Posteriormente, en 1976, el presidente en turno ordenó retirar los restos de Villa de aquel panteón, y trasladarlos al Monumento a la Revolución, en donde hasta la fecha descansan.