No sé si lo recuerdan, pero hubo un tiempo donde el chavismo despotricaba del sistema económico mundial tildándolo de “neoliberalismo salvaje”. Entre las críticas que se lanzaban contra el capitalismo figuraban que se trataba de un modelo que perpetuaba las desigualdades de clases y donde la rentabilidad se imponía sobre los derechos de los trabajadores. Así fue como le vendieron a una inmensa mayoría de los venezolanos que era necesaria una transformación radical del país que pusiera por encima al ser humano, inventándose el denominado “socialismo del siglo XXI” cuyo resultado fue la peor crisis humanitaria de nuestra historia.
Las consecuencias del experimento socialista en Venezuela aún no han sido totalmente contabilizadas, eso solo será posible cuando, recuperada la democracia, se pueda investigar de manera independiente el impacto real sobre la vida de la gente del modelo de ruina que impera en Venezuela desde hace más de veintidós años. Algunas marcas son más visibles que otras, por ejemplo, para una gran parte de los venezolanos y sobre todo para las nuevas generaciones que sufrirán secuelas permanentes, la hambruna del 2016-2017 será algo imposible de olvidar. De acuerdo con cifras de organizaciones no-gubernamentales, tan solo en 2017 seis de cada diez venezolanos perdió un promedio 11 kilos. Fue lo que popularmente se conoció como “la dieta de Maduro”, pero que no tiene nada que envidiarles a las hambrunas que también causadas por el comunismo en Ucrania y Camboya; la sola diferencia es que nosotros aún no conocemos con exactitud el número de víctimas.
El llamado socialismo del siglo XXI también llevó al desmembramiento de la familia venezolana, más de seis millones de venezolanos tuvieron que huir del país buscando no solo un futuro mejor, sino la supervivencia. Así fue como las carreteras de América Latina se llenaron de caminantes, mujeres y hombres con suelas desgastadas cuya sola pertenencia era muchas veces un bolso tricolor que le mostraba a quienes los veían recorrer miles de kilómetros de donde venían.
Hoy, cuando algunos afirman que el chavismo ha abandonado el dogmatismo propio de los años de expropiaciones y controles en la economía, todo aquello que una vez se criticó y que los llevó al poder, se ha multiplicado. La desigualdad entre ricos y pobres hoy se expresa entre quienes ganan en dólares y quienes no logran transformar su salario en alguna moneda que tenga valor. En ese gran segmento de la población se encuentran los jubilados y pensionados, quienes tras dedicar años de vida productiva a la nación tienen que sobrevivir con menos de dos dólares al mes. Pero también están médicos, enfermeras, maestros y profesores universitarios.
No es que no les provoque expropiar, sencillamente no les hace falta, se encargaron de quebrar a sus competidores para comprarlos a precios de gallina flaca. Ellos integran la nueva y muy “pujante” casta económica capaz de abrir comercios en todo el país en medio de una economía arrasada y una pandemia que va para tres años. Una prosperidad que contrasta con el salario de hambre de sus trabajadores, incapaces de defender sus derechos y de organizarse, puesto que el sindicalismo también desapareció con el dictador “obrero”.
Mientras instalan el discurso que Venezuela “mejoró”, mucha gente sigue sufriendo, muriendo de mengua y escapando a la miseria chavista. Lo que no podemos permitir es que algunos quieran cambiarle de nombre a nuestro desastre, esto sigue siendo socialismo, puro socialismo salvaje. Que nadie se equivoque.
@BrianFincheltub