La exsecuestrada por las FARC y actual candidata independiente contó varios detalles de un eventual gobierno suyo; le abrió las puertas al diálogo con Nicolás Maduro, pero con particulares condiciones.
Por infobae.com
Veinticinco de febrero de 2002. La joven candidata presidencial Íngrid Betancourt Pulecio, del partido Verde Oxígeno, se aventuró a ir, ignorando advertencias y llamados de atención, al municipio de San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá, sin saber que sería la última vez que vería a su familia durante los próximos seis años, cuatro meses y nueve días que duró el secuestro al que fue sometida por la entonces guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Desde entonces, su nombre no ha dejado de sonar en la opinión pública colombiana, dado que no solo inmortalizó el cautiverio y demás crímenes de lesa humanidad que enfrentaron las víctimas del conflicto armado colombiano, sino también porque su historia le dio la vuelta al mundo tras ser liberada en la Operación Jaque, realizada por el Ejército de Colombia en el año 2008.
Ahora, tras 20 años de que intentó por primera vez convertirse en la primera presidenta del país, Íngrid Betancourt, de 60 años de edad, vuelve al ruedo electoral. Tras una caldeada campaña presidencial, caracterizada por su renuncia a la Coalición Centro Esperanza y sus polémicas declaraciones, la excongresista, de origen colombo-francés, decidió competir por llegar a la Casa de Nariño como candidata independiente, con su discurso -ya muy conocido- de luchar contra la corrupción y acabar con lo que ella llama, las “maquinarias políticas”.
Infobae Colombia habló con ella, donde no solo se refirió a la controversia con sus excompañeros de alianza política, sino que también defendió su idea de aumentar la edad pensional en el país, anunció que si gana no hará una reforma tributaria y, basada en lo que llama una “política de solidaridad”, apelará a que los que más tienen, sean los que más paguen.
Esta es la entrevista:
El pasado fin de semana vimos que la encuesta del Centro Nacional de Consultoría la ubica en tercera posición en intención de voto. ¿Cree que le sirvió salirse de la Coalición Centro Esperanza?
Íngrid Betancourt (I.B.): Pues la verdad, no miro mucho las encuestas, pero lo que sí siento es un cambio de actitud en las calles y en las reuniones que tengo. Yo tengo una cosa que es ‘tómese una cerveza con Íngrid’, aunque es muy informal, logro hablar con las personas y tener un diálogo muy directo. Ahí sí siento que los colombianos, primero, entendieron las razones por las cuales me retiré de la coalición y siento un gran apoyo en esta lucha contra la corrupción.
Sin embargo, si hacemos un símil, vemos que en la del CNC usted está de tercera, pero en La Gran Encuesta de RCN aparece mucho más abajo con el 2%, ¿por qué cree que hay esa variación?
I.B.: Bueno, eso sí no sé, pienso que puede ser un problema de fechas, que han tomado las muestras antes. Sé que la más reciente es la de Semana. Pero no he mirado en detalle la cosa.
En esa línea, ¿usted cree que su renuncia a la Coalición Centro Esperanza, como le dicen muchos, no fue una salida en falso?
I.B.: Mi salida fue sobre todo una situación muy perjudicial para la coalición, porque quedaron, digamos, sin la posibilidad de demostrar coherencia en lo que ellos han defendido. La Coalición de la Esperanza es una coalición que se presenta como diferente en relación con las maquinarias, con todo lo que es la corrupción política, que de hecho pretende llegar al poder de una manera diferente para poder hacer una política diferente que enfrenta la corrupción desde el poder. Si bien yo comparto con ellos el análisis y los principios, me parece que cuando dejaron entrar personas vinculadas con política corrupta para apoyarlos, perdieron coherencia y se desdibujaron.
Con esas personas corruptas que menciona es claro que se refiere a la campaña de Alejandro Gaviria. ¿Cómo quedó su relación con él luego de salir de la coalición?
I.B.: Yo no tengo ninguna, digamos, situación de confrontación personal con ninguno, con nadie. Lamento obviamente el tono muy personal de la defensa de él. Creo que tuvo una reacción visceral que lo desdibujó también, pero en lo que a mí respecta este es un tema de principios para mí.
Al igual que varios de sus críticos, Alejandro Gaviria dijo recientemente en una entrevista que casi que su única propuesta para el país es luchar contra la corrupción. ¿Cree que la menoscaban con esa lectura de su campaña?
I.B.: Yo creo que es la única propuesta válida, porque pueden ellos tener muchas propuestas sobre el papel, pero si la corrupción no son capaces de enfrentarla, pues ya lo hemos visto, llevamos 30 años viendo grandes propuestas, grandes proyectos en manos de los corruptos y eso termina siempre en una gran decepción para los colombianos.
¿Y qué les dice a Carlos Amaya y Humberto de la Calle que tenían y tienen avales en Verde Oxígeno y se vieron afectados en las elecciones con su renuncia?
I.B.: Hemos tenido unos diálogos muy constructivos, muy solidarios, porque obviamente la idea es que ellos no vayan a tener prejuicios, pero también la decisión que ellos tomaron estaba en ese tipo de situaciones.
Ellos quisieron el aval del Partido Verde Oxígeno y sabían la posición del partido en el sentido de la lucha frontal contra la corrupción. Nunca nos hemos arrodillado ni nos hemos acomodado con las maquinarias. Cuando ellos entran, pues querían ese aval que es una garantía de anticorrupción, pero eso conlleva también a que sean coherentes con esa lucha y obviamente la decisión que ellos tomaron -de quedarse en Centro Esperanza y avalar a Gaviria- conlleva una situación que hay que resolver, en la cual nosotros queremos ayudar, pero es responsabilidad de ellos.
Usted llegó a Colombia para unir a varias de las figuras de ‘centro’, pero con su renuncia muchos dicen que usted destruyó la coalición, ¿qué opina?
I.B.: La gente dice muchas cosas. La verdad es que la Coalición Centro Esperanza se reventó por la corrupción. Ese es el sistema de corrupción que tiene a los colombianos secuestrados desde hace muchas décadas y secuestrados es también el secuestro moral. Es decir, no sentirse capaces de denunciar, de tomar decisiones y demostrar hechos contundentes contra la corrupción. La necesidad que tiene el país de que estemos mostrando hechos, no simplemente discursos, hizo que ellos entraran en una crisis. Eso es la corrupción.
Pasemos a otro tema. Es claro que la bandera de su campaña será la lucha contra la corrupción, pero en plena reactivación económica ¿qué le vende Íngrid Betancourt a los colombianos?
I.B.: En el primer frente hay quienes de una manera también muy populista alineándose a una especie de ortodoxia macroeconómica, que a final de cuentas le podría hacer mucho daño al país, defienden una reforma tributaria. Yo creo que el país no puede hacer una reforma tributaria cuando la mitad de los colombianos están con problemas de hambre. Es decir, la FAO alerta sobre 7 millones de colombianos que van a estar en una situación de hambruna y es directamente causado por la corrupción, por los recursos que han saqueado en el Estado.
¿Es decir que un gobierno de Íngrid Betancourt no haría una reforma tributaria?
I.B: No. Nosotros vamos a enfrentar el problema de otra manera. Vamos a pedirle a las grandes fortunas colombianas, a las grandes empresas que tienen más de 5 mil millones de renta líquida al año que hagan un aporte solidario. Vamos a recaudar unos, yo diría, seis billones de pesos anuales durante tres años. Eso sí lo vamos a pedir a los que más pueden, a los que más tienen.
Hay quienes piensan que hay que elevar el porcentaje del IVA, otros que hay que tocar la renta. Nosotros pensamos que eso hay que dejarlo. No le podemos trasladar a los colombianos, y sobre todo a los más humildes a través de los impuestos directos o indirectos, el pago de las facturas, de lo que los corruptos se han robado.
En cuanto a relaciones diplomáticas, ¿un eventual gobierno suyo las restablecerá con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela?
I.B.: Nosotros pensamos que somos vecinos de Nicolás Maduro, pero su régimen es cómplice de amparar a las disidencias guerrilleras y a las organizaciones delictivas y a organizaciones de narcotráfico. Entonces ahí lo que tenemos claro es que, si hay la posibilidad de restablecer las relaciones con el régimen de Maduro, esto tiene que ser bajo condiciones muy claras.
Una de ellas es pedirle, como pase de entrada, cuota inicial, que capture a los cabecillas de esos grupos y los extradite a Colombia. Después de eso tendríamos que buscar una manera conjunta de desarticular esas organizaciones. Pero mientras no veamos voluntad política por parte del régimen de Maduro, pues obviamente no valdría la pena tener relaciones con un país vecino que a todas luces está actuando para afectar la democracia colombiana.
¿Es decir que usted sí reconocería al gobierno de Maduro y no como el presidente Duque que tramita todo con el gobierno interino de Juan Guaidó?
I.B.: Una cosa es la agenda política, en la cual obviamente para Colombia es importante que vuelva una democracia real a Venezuela. Pero también tenemos un problema, de hecho, que es que Venezuela es el país vecino y esa es otra agenda que se tiene que manejar en otros espacios y de manera diferente.
Pero en el caso de Aída Merlano, el Gobierno colombiano pidió su extradición a Guaidó y no a Maduro que es el que manda allá. ¿Si usted es presidenta cómo manejaría el tema?
I.B.: Lo primero que hay que hacer es proteger a Aída Merlano. Obviamente está involucrada en delitos y obviamente tendrá que enfrentar esto, pero también es una persona que está denunciando hechos muy graves y se le tiene que dar protección porque es un informante.
Es muy importante que ella tenga la protección para poder denunciar lo que está denunciando sin tener que irse a esconder a Venezuela. Eso también es parte del funcionamiento del sistema de corrupción que vivimos en Colombia.
Cambiemos de tema. Usted es de las caras más visibles del conflicto armado en Colombia. ¿Qué prioridad tendría la implementación del acuerdo de paz en su gobierno y cómo detendría el asesinato de líderes sociales?
I.B.: Lo primero que afecta el acuerdo de paz, son los asesinatos de líderes sociales. En mi gobierno lo primero que vamos a hacer es darle protección a los líderes sociales, que le ponen el pecho y que frenan la avanzada territorial de las organizaciones delictivas.
Nosotros tenemos muy claro que tenemos que tener una presencia diferente en las zonas de conflicto, no solo con el pie de fuerza, sino también con una presencia integral del Estado. Es decir, llevando educación, salud y tener un diálogo respetuoso con las comunidades. Garantizarles protección, el derecho a la vida, el derecho a pensar diferente, el derecho a pronunciarse, pero sobre todo el derecho a prosperar, a tener una vida digna, a trabajar.
En cuanto a la despenalización de las drogas, no tenemos muy clara su posición. ¿Cuál es?
I.B.: Yo creo que hay que despenalizar el uso de las drogas, pero hay que hacerlo en un gran acuerdo regional desde los Estados Unidos hasta la Patagonia, donde todos los países nos pongamos de acuerdo para resquebrajar este negocio.
Es claro que si logramos despenalizar la droga ese negocio va a desaparecer y vamos a lograr que la solución sea medicada. Es decir, que podamos mirar menos la producción y más el consumo: vamos a proteger a los consumidores dándoles primero un acceso a la droga totalmente gratuita, de manera que ellos no tengan que prostituirse y entrar en las organizaciones delictivas para mantener su adicción.
Yo escuché la entrevista donde usted sugirió aumentar la edad pensional. ¿No cree que se les dificultará a los colombianos, aún más, acceder a su pensión?
I.B: Esas son propuestas que obviamente tienen que ser graduales. Lo que sí pienso es que los colombianos tenemos que comenzar a pensar en términos de solidaridad. -Aumentar la edad pensional- nos permite tener una mayor cobertura con los recursos que tenemos y pensar también en cómo vamos a lograr llevar un básico pensional a los 3 millones de colombianos, que hoy no tienen ningún ingreso, y que van a ser 10 millones de colombianos de aquí al 2050.
Nosotros necesitamos una Colombia solidaria en la que los más jóvenes apoyen a los más viejos. Aumentar la edad pensional, cuando sabemos que en Colombia estamos viendo más tiempo, porque realmente la medicina nos permite alargar nuestra esperanza de vida, pues debería ir también con una mayor solidaridad para los que no tienen absolutamente nada.
¿Se mantiene firme en ir sola en la primera vuelta presidencial?
I.B.: Claro que sí.
¿Descartado volver a la coalición?
I.B.: Yo creo que no. Uno va para adelante y no va para atrás. Es decir, ya el espacio de la coalición se dio, vimos las limitaciones de esa coalición y ahora vamos para adelante.
¿Considera que su capital político le alcanza para pasar a segunda vuelta sola?
I.B.: Claro. Yo creo firmemente que la mayoría de los colombianos están comprometidos en esta lucha contra la corrupción, de sacar a los corruptos, de desintegrar estas organizaciones delictivas y depurar el sistema trayendo gente buena, honesta, a servirle a Colombia.
Tengo que acabar preguntándole. ¿Usted y Rodolfo Hernández se están haciendo coqueteos políticos?
I.B.: No, no hay ningún coqueteo. Gracias.