Un anillo de restos planetarios con estructuras del tamaño de una luna ha sido observado, por primera vez, orbitando cerca de una estrella muerta, lo que sugiere la existencia de un planeta en la zona habitable de ese sol, donde podría haber agua y vida.
Las enanas blancas son estrellas muertas, ascuas incandescentes de estrellas que han quemado todo su combustible de hidrógeno, pero como son difíciles de observar por su menor luminosidad se sabe muy poco sobre sus sistemas planetarios.
Un estudio que publica Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, liderado por la británica UCL y con participación del Instituto Astrofísico de Canarias y la Universidad de la Laguna, ha estudiado la enana blanca WD1054-226, situada en la Vía Láctea a 117 años luz.
El equipo observó, con telescopios espaciales y terrestres, pronunciadas caídas de luz correspondientes a 65 nubes de restos planetarios espaciadas uniformemente que orbitan la estrella cada 25 horas.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que la regularidad precisa de las estructuras en tránsito sugiere que se mantienen en una disposición tan precisa gracias a un planeta cercano.
El autor principal del estudio, Jay Farihi, destacó que es “la primera vez que los astrónomos detectan cualquier tipo de cuerpo planetario en la zona habitable de una enana blanca”.
Las estructuras observadas, del tamaño de una luna, son irregulares y polvorientas, parecidas a un cometa, y pasan por delante de la estrella con absoluta regularidad, lo que es “un misterio que no podemos explicar actualmente”, dijo Farihi.
Una posibilidad que calificó de “apasionante” es que esas lunas se mantengan en un patrón orbital tan uniforme debido a la influencia gravitatoria de un planeta cercano, pues sin ella, la fricción y las colisiones harían que las estructuras se dispersaran, perdiendo la regularidad precisa que se observa.
La posible existencia de un planeta en la zona habitable es “emocionante y también inesperada; no lo estábamos buscando”, dijo el investigador, quien hizo hincapié en que “es importante tener en cuenta que se necesitan más pruebas para confirmar la presencia de un planeta”.
Ello se debe a que el supuesto planeta no se puede observar directamente, por lo que “la confirmación puede venir de la comparación de los modelos informáticos con nuevas observaciones de la estrella y de los desechos en órbita”.
El equipo considera que cualquier planeta que pueda albergar agua e incluso vida “sería un desarrollo reciente” y que la zona habitable de WD1054-226 lo sería, al menos, durante 2.000 millones de años, lo que incluye unos 1.000 millones en el futuro.
Más del 95 % de las estrellas acaban convirtiéndose en enanas blancas, de hecho se espera que el Sol lo haga dentro de unos pocos miles de millones de años, por lo que esta investigación -dijo- “permite vislumbrar el futuro de nuestro propio sistema solar”.
El equipo vigiló a WD1054-226 durante 18 noches utilizando la cámara de alta velocidad ULTRACAM fijada en el Telescopio de Nueva Tecnología (NTT) del Observatorio Europeo Austral (ESO), en el Observatorio de La Silla (Chile).
Para interpretar mejor los cambios en la luz, también examinaron los datos del satélite TESS de la NASA, lo que permitió a los investigadores confirmar que las estructuras planetarias tenían una órbita de 25 horas.
EFE