Kurt Cobain: Sus desoladores últimos días, adicciones sin control y una relación tormentosa

Kurt Cobain: Sus desoladores últimos días, adicciones sin control y una relación tormentosa

Kurt Cobain, líder y cantante de Nirvana, revolucionó la música con la aparición de Nevermind, su segundo disco. Smells Like a Teen Spirit se convirtió en un impensado himno generacional

 

Hoy Kurt Cobain cumpliría 55 años. El mito ya tiene más años de los que vivió la persona.

Por: Infobae





Una ucronía que no tiene demasiado sentido: ¿Cómo sería Cobain hoy si no se hubiera suicidado en abril de 1994? ¿Cómo sería su obra? ¿Existió alguna posibilidad de que hubiera llegado hasta los 55?

En febrero de 1994, Nirvana empezó el tramo europeo de su gira mundial. Presentaban In Utero, su tercer disco, el sucesor de Nevermind, el que había provocado la explosión, el que había convertido a Nirvana en la banda más importante del planeta. Los shows fueron una especie de catástrofe. En el último, errático, desganado, Cobain decidió bajarse antes del escenario. La versión oficial culpó a las cuerdas vocales. Era el 1 de marzo de 1994 y el primero de las dos presentaciones previstas en Munich. Suspendieron la siguiente y durante horas se discutió si daban de baja toda la gira, si la postergaban unos meses. Pero decidieron continuar con el tramo italiano que se reanudaría el 11 de marzo. De ahí fue a Roma donde lo esperaban su esposa Courtney Love y Frances, la hija de ambos de poco más de año y medio. La mañana del 4 de marzo Courtney despertó y encontró a Kurt tirado en el suelo. Se había caído de la cama. La pelea de las horas previas, la sangre que goteaba de la nariz, el frasco vacío de Rophynol y la botella en la alfombra le permitieron entender lo que había pasado. Se acercó y Cobain respiraba de manera casi imperceptible. Intentó reanimarlo pero esta vez fue imposible. Debía llamara a los médicos. Lo internaron de urgencia, le lavaron el estómago y le salvaron la vida. Cobain había tomado más de cincuenta pastillas y varias botellas de champagne. En la habitación encontraron una nota dirigida a Courtney que había escrito Cobain esa noche: “Prefiero morir antes que atravesar otro divorcio”. Ese divorcio al que se refería había ocurrido hacía casi dos décadas, era el de sus padres.

La gira se suspendió. Después de que Cobain estuviera cinco días internado, todos volvieron a Estados Unidos.

 

Kurt Cobain fue encontrado muerto el 8 de abril de 1994. Tenía 27 años. Se había pegado un disparo en el pecho dos días y medio antes (Photo by Jeff Kravitz/FilmMagic)

 

Kurt y Courtney se instalaron en Seattle. Pero nada mejoró. Unos días más tarde, el 18 de marzo, Courtney llamó al 911. Clamaba por ayuda. “Intento de suicidio, posible suicidio”, gritó por teléfono. Kurt estaba encerrado en su habitación. Tenía un arma en su poder. La policía llegó pronto. Confiscó varias armas (era la segunda vez en un par de meses que decomisaba armas de fuego del cantante) y frascos y blísters de pastillas. El músico dijo que no tenía la menor intención de suicidarse, que sólo se estaba ocultando de su esposa luego de una pelea. Pero nadie le creyó. Dos días después, otra descompensación por la heroína que casi termina en el hospital.

La semana siguiente, hubo una reunión en la casa del matrimonio. Krist Novoselic, bajista de Nirvana, otros amigos y hasta algún ejecutivo de la discográfica le rogaron que entrara a rehabilitación. Se lo exigieron. Courtney amenazó con divorciarse y Novoselic con disolver la banda. Kurt se negó a empezar un tratamiento. Reaccionó con violencia. Les gritó, los insultó y hasta se burló de la preocupación. Courtney, también consumidora consuetudinaria, viajó a Los Ángeles para empezar un tratamiento. Para evitar que se filtrara a los medios, el régimen sería algo extraño, casi como si fuera ambulatorio; pararía en un hotel. Cobain, poco después aceptó, ingresar a una clínica para iniciar la rehabilitación también en California. La tarde previa le pidió a un amigo que le comprara un arma y algunas municiones. Varios fans habían traspasado los límites de su casa en los últimos días y quería tener con qué defenderse por si algún desquiciado lo atacaba. Hicieron la compra juntos y unas horas después, Cobain viajó para iniciar el tratamiento. Los dos primeros días los profesionales lo vieron animado y colaborativo. La mujer que cuidaba a su hija Frances la llevó y padre e hija jugaron un rato. La tercera noche salió a fumar un cigarrillo al patio, trepó una tapia muy alta y desde allí saltó a la calle. Se fugó sin que lo notaran. Tomó un taxi que lo llevó directo al aeropuerto de Los Ángeles y abordó un vuelo hacia Seattle.

Sus familiares y amigos no supieron más de él. Algunos vecinos de la ciudad, declararon días después, lo vieron merodear por las calles de Seattle el 2 y el 3 de abril junto a un amigo al que nadie identificó. Su estado era malo. Muy demacrado, ido, desarreglado. Parecía muy enfermo. Llevaba un sobretodo largo y pesado pese al calor. Pero eso ningún familiar ni conocido lo sabía. Para ellos estaba desaparecido. No se había comunicado ni con su esposa, ni con su madre, ni con sus compañeros o un amigo. Todos estaban muy preocupados. En las jornadas posteriores ya no fue visto. Courtney contrató un investigador privado para dar con su paradero. Todas las pesquisas fueron infructuosas. Un día después, ante la falta de resultados, ella denunció su desaparición. Lo mismo hizo la madre de Kurt. Mientras tanto, Nirvana se bajaba del Lollapalooza y en la prensa circuló el rumor de que la banda se disolvía. Y desde el hotel de Courtney llamaron a la policía y a una ambulancia por una presunta sobredosis. Fue llevada de urgencia al hospital aunque recibió el alta horas después.

El 8 de abril, Gary Smith, un electricista tocó el timbre de la casa de Lake Wahington Boulevard. Lo habían contratado para instalar unas luces exteriores y unas alarmas para evitar el acoso de los curiosos. Nadie atendió el llamado. El hombre esperó un rato y para ganar tiempo empezó el trabajo en la parte externa de la casa. Luego de un rato, a través de los vidrios del invernadero ubicado detrás del garage, vio un bulto (creyó que era un maniquí) con un arma encima. O, tal vez, eso fue lo que prefirió creer. Pero luego de unos minutos lo ganaron las dudas, y se dio cuenta que se trataba de un hombre que le pareció dormido. Pero de una de sus orejas se derramaba sangre. Llamó a la policía.

 

El amor entre Courtney y Kurt fue tumultuoso y regido por la adicción de ambos a la heroína. (Photo by Lindsay Brice/Getty Images)

 

Los investigadores se dieron cuenta de inmediato que se trataba de un hombre que se había suicidado de un disparo en el pecho. Cerca del cuerpo había una carta manuscrita y los documentos para que no tuvieran que mediar pericias para identificar el cadáver. La muerte se había producido hacía dos días y medio con el arma que había comprado a nombre de su amigo por 300 dólares.

En su carta de suicidio usó una frase de My My Hey Hey (Out of the blue) de Neil Young: “Es preferible quemarse que desvanecerse de a poco”.

Kurt Cobain se había suicidado. Tenía 27 años.

La noticia sacudió al mundo. Es de esas que una generación recuerda qué estaba haciendo cuando se enteró. Pero sorprendió a pocos.

A principios de los noventa la música parecía estar en problemas. Todo se parecía demasiado entre sí. Había dos o tres fórmulas que se repetían con sus mínimas variantes. Hasta que apareció, desde Seattle, algo que nadie vio venir: como ocurre con todas las revoluciones. Nirvana y el grunge. Poder, insatisfacción, fragilidad, rabia. Una generación encontró en Nirvana, en Nevermind y en especial en Kurt Cobain su representación. Inopinadamente, Nirvana se convirtió en la voz de una generación.

Pocas veces el cambio de época es tan evidente en el momento en que está sucediendo. Por lo general la transformación se percibe un tiempo después, hay una transición en la que conviven las dos eras, y una vez que está consolidada la nueva situación o tendencia, se reconoce el cambio. Pero la semana de 1991 en que Nirvana llegó a la cima de los discos más vendidos quedó claro que se entraba a una nueva era. Era mucho más que un movimiento simbólico: Nevermind desplazó del primer puesto a Dangerous de Michael Jackson. Eran otros tiempos.

 

Cobain rehuía las entrevistas. No quería ser la voz de una generación. Sentía que sus palabras y sus canciones eran siempre malinterpretadas (Photo by Koh Hasebe/Shinko Music/Getty Images)

 

Cobain nunca se sintió cómodo con ese papel de vocero de un colectivo indefinido y monstruosamente enorme. Es más él no representaba a nadie y sentía que malinterpretaban cada verso que cantaba. Tampoco estaba cómodo con la fama. Sentía que le faltaba el aire. Que todo se trataba de un error enorme del que él era el centro. Tal vez, lo que había sucedido era que nadie lo había entendido. Por un tiempo culpó a la producción de Butch Vig: “Por momentos parecemos Mötley Crüe”, dijo.

Cobain se deshacía en público. Sus actuaciones y apariciones alternaban entre momentos épicos y muy preocupantes. La heroína empezó a ocupar un lugar fundamental en su vida, a regirla.

El éxito de Nirvana sorprendió a todo el mundo. Pero el más conmocionado fue Cobain. No podía entender cómo había sucedido eso, no estaba en sus planes y, como tantos otros, no sabía lidiar con lo que le llegaba. Su incomodidad era evidente. En la semana que aterrizaron en el número 1, su cara estaba en la tapa de todas las revistas, fueron el invitado musical de Saturday Night Live. Cobain quería escapar de eso, su incomodidad era manifiesta. Su fuga fue hacia adelante. Viajó con Courtney a Hawaii y se casaron. Ella ya estaba embarazada de Frances.

La pareja estaba más cerca de ser Sid y Nancy que John y Yoko. La autodestrucción se retroalimentaba. Era parte (fundamental) de la dinámica de ese amor. El documental Montage of Heck muestra imágenes caseras, de la intimidad. Y lo que se descubre, sorprende pese a que podría haber sido evidente. Había amor entre ellos. Y ese amor se expresaba en una cotidianeidad, en complicidad. Y también en el descenso, juntos, al peor de los infiernos.

Ambos escapaban de familias rotas; ambos buscaban, casi con desesperación, una familia. Les pareció que lo mejor era formar la propia, sin importar las consecuencias. Cuando Courtney quedó embarazada no hubo un cambio de vida. Decidieron casarse y seguir inyectándose heroína. Frances Bean Cobain nació en agosto de 1992 en medio de una familia de heroinómanos. Trataron de salir de ese lugar pero la droga los empujaba hacia abajo.

Ese año la revista Vanity Fair publicó un largo perfil sobre Courtney. Fue devastador. Afirmaba que siguió inyectándose heroína durante el embarazo, que ella era la que arrastraba a Kurt y pintó un paisaje hogareño apocalíptico. Los fans y los allegados a Nirvana repudiaron el contenido del artículo. Pero el panorama que describía era tan desolador como cierto. La beba fue tomada en custodia por los servicios sociales durante un mes pero después fue devuelta a sus padres.

De todas maneras, culpar a Courtney de las adicciones de Kurt es, cuando menos, ingenuo. Tal vez para exculparla de la caída final, algunos remarcan que Kurt en su diario consignó que había incursionado en la heroína años antes de conocerla. Ella era dos años más grande que él, lideraba a Hole y tenía sus antecedentes de adicción. El enamoramiento fue instantáneo, se reconocieron como dos seres heridos por el mismo desamor. A Kurt le gustaba que Courtney decía en voz alta las mismas cosas que él pensaba pero que no se animaba a decir.

 

Kurt Cobain y Courtney Love en 1993 con Frances, su hija, en brazos. Poco después se produciría una gran conmoción con la revelación de que Courtney se drogaba con heroína durante el embarazo. (Photo by Terry McGinnis/WireImage)

 

Courtney no lo tenía secuestrado. La acusaron de impedir, a la manera de una Yoko ultra junkie, giras de Nirvana después de su casamiento y de sumergirlo en la heroína. Pero no parece haber sido así. “Kurt sólo quería estar en casa, meterse heroína en el cuerpo, tocar el piano y pintar”, explicó ella.

Cuando Nirvana volvió después de dos años de parate, a pocas semanas de la salida de In Utero, se presentó en Nueva York. Ese mismo día, Kurt tuvo una sobredosis de heroína. Courtney le aplicó naxolona, que funciona como una especie de antídoto contra los opiáceos. Ella quería evitar la atención oficial, llamar a una ambulancia, trasladarlo a un hospital, para que el colapso de Cobain no llegara a la tapa de los diarios. Esa noche tocó y nadie supo del incidente hasta mucho después. Ese episodio, con la aplicación de la inyección resucitadora por parte de Courtney, se volvió a repetir semanas después.

Kurt sufría de dolores crónicos de estómago, en su juventud se manifestaron algunos problemas mentales y padecía de depresión. Todo eso agravado por la exposición a la fama sideral y repentina, los psicofármacos y la heroína.

Tuvo una infancia desdichada. La separación de sus padres lo afectó. Alguna vez contó que en esos años pasó por 28 casas diferentes. Sus padres no sabían cómo lidiar con él. Tampoco los colegios. La madre no aguantó más y lo llevó hasta la casa del padre que había constituido una nueva pareja. Kurt, al poco tiempo, empezó a pelearse con su madrastra y sus hermanos. El regreso con la madre también fracasó. Pasó una temporada con los abuelos. Lo denunciaron por abusar de una chica con retraso madurativo aunque él dio otra versión. Se refugiaba en la música y un grupo de reducido de amigos. Lo de ellos no eran las melodías beatle sino los riffs furiosos, ruidosos, catárquicos. Música rabiosa.

En 1989 apareció Bleach, el primer disco de Nirvana. La explosión llegó en 1991 con Nevermind. Ventas, entrevistas, giras mundiales, mucho dinero. Smells like Teen Spirit mutó en nihilista himno generacional.

 

Frances Bean Cobain, Courtney Love y el director Brett Morgen en la premiere del documental Montage of Heck que se interna en la vida de Kurt Cobain (Photo by Jeff Kravitz/FilmMagic)

 

En octubre de 1992 Nirvana tocó en la cancha de Velez en Buenos Aires. Los teloneros locales eran Los Brujos (hay toda una teoría de que los miembros de Nirvana escucharon Kanishka desde el backstage -y que también se llevaron un cd del grupo- y que se inspiraron en ella para componer Very Ape). La otra banda telonera era Calamity Jane, grupo de riot grrrl. Pero apenas salieron a tocar, el público las recibió con insultos, gritos y lanzando de todo al escenario. Las monedas tenían valor y cada espectador llevaba varias en sus bolsillos. Fue una especie de masacre que indignó a los miembros del trío. Cobain pensó en suspender la actuación pero eso era contractualmente muy engorroso y podría haber producido una tragedia por la reacción impensada de la multitud. Salieron, entonces, a tocar a reglamento. Con desgano y enojo, eligieron varias canciones del fondo de su repertorio, estuvieron en el escenario el tiempo mínimo exigido por el contrato y como gran castigo decidieron no interpretar Smells Like Teen Spirit. Dos veces amagaron, tocaron los primeros acordes y encararon otra canción. En el booklet de In Utero, en los agradecimientos, una línea recuerda el incidente y hostiga a los Macho Boys del público porteño.

Para el tercer disco, la búsqueda se profundizó. Steve Albini fue el nuevo productor. Querían hacer menos concesiones. Un disco duro, puro. La discográfica creyó que se trataba de una broma cuando lo escuchó por primera vez. Algunos directivos propusieron no editarlo. Les parecía invendible, no había ningún hit. Pero In Utero salió y fue un paso adelante en el camino de la banda; o una inmersión más profunda para decirlo con mayor precisión. Le rehuían a la estilización. Era un aullido de dolor, casi desesperado, desafiante, de una frustración desgarradora. Tan crudo y salvaje que el título que Cobain, Novoselic y Grohl habían pensado originalmente era: I hate myself and I want to die (Me odio y quiero morir).

Unos meses antes del suicidio de Kurt Cobain, Nirvana grabó para el Unplugged de MTV. El show es una de las cumbres del formato. Si bien no estaba el ruido de sus grabaciones de estudio, el volumen alto y electrificado, las versiones son de una belleza estremecedora sin perder desafío. Las versiones de una canción de Bowie y de un viejo tema de Leadbelly son reapropiaciones magistrales. Aún estragado por la adicción Cobain tenía mucho para dar.