Erase una vez un sapo que conoció a una bruja madrina de muchos turbantes que le dijo:
-Sapito te voy a cumplir un deseo, te voy a sacar de la pobreza para que te transformes en un príncipe, pero tienes que compartir conmigo las riquezas. El sapito se secó el sudor causado por el calor de la costa Caribe y le respondió:
– Gracias bruja madrina, no te preocupes de nada que todo lo compartiré contigo, voy a ser el mejor príncipe sapo que hayas conocido, tendré mucho para darte, una mina y muchos verdes de los que a ti te fascinan.
Y así comenzó esta historia, la bruja madrina de los turbantes montó en un avión al sapito y lo llevó a la corte del rey de los bárbaros, el sapito con los contratos que le concedió el rey se hizo rico de la noche a la mañana y la bruja suponemos tuvo su parte, pero el sapito en su metamorfosis adquirió poderes especiales que deslumbraron al monarca de los bárbaros y fue nombrado en la corte como Gran Operador de negocios. El sapito se había convertido en un playboy con gustos exquisitos, paseándose por todo el mundo como un jeque con pozos de petróleo propios, mujeres hermosas y durmiendo en apartamentos con vista a la torre Eiffel.
El rey de los bárbaros se marchó para siempre a la región del olvido y dejó como heredero a su fiel Canciller que continuó utilizando las habilidades del sapito, pero como en toda historia hay un contra relato, en esta el Departamento Antidrogas del Imperio olió al sapito que estaba limpio como un sol y empezaron a meterle ojo hasta que aparentemente consiguieron pruebas que lo comprometen en labores de lavandería de verdes y en presunto tráfico o complicidad de oro blanco en polvo.
Ahora el sapito empezó a entender porque dicen que el imperio no perdona, los agentes de la DEA lo contactaron y pruebas por delante no le quedó de otra que convertirse en confidente, devolvió millones de verdes y se comprometió a entregarse pero no lo hizo y con esto el cuento cambió de género, pasó de sapos y brujas madrinas a crónica roja, literatura policial.
No se sabe si el presidente obrero y el alto mando del gobierno estaban al tanto que el príncipe sapo estaba cooperando, pero cuando le pusieron los ganchos en Cabo Verde por una orden de captura internacional en su contra, empezaron una campaña a su favor denunciando lo que todo el mundo sabe, que el imperio es maluco.
El problema para continuar esta historia de brujas madrinas y sapos, es que hecho público que el sapito fue o es cooperante del imperio, los que sacaron marchas de apoyo, se retrataron con cartelitos y pidieron que el sapo tenía que participar en las reuniones de México, están literalmente ponchaos y callados, lo que los deja entre la espada y la pared, al menos en este inning del juego. Pero esta historia apenas empieza y como se dice en estos casos, colorín colorado el juego no termina hasta que termina.