En la madrugada, una fina capa de nieve cubre los cadáveres, yacientes en la carretera, de las cinco personas muertas por el bombardeo ruso contra la torre de la televisión de Kiev, cerca del simbólico sitio de una matanza nazi. Nadie se atreve a acercarse a los cuerpos.
“Se nos ha pedido que permanezcamos lejos, los saboteadores rusos pueden andar por ahí”, explica a la AFP Volodimir Rudenko, abogado, de 50 años, voluntario de la defensa que pasó la noche del martes al miércoles en el lugar, a las espera de los forenses.
Según los policías, se trata en principio de una familia, diezmada por el ataque: padre, madre, hija e hijo adolescentes. Pero las víctimas no han podido ser identificadas. Murieron al salir de una tienda, donde habían ido a comprar, poco antes del toque de queda.
La alarma de la tienda, con los vidrios destrozados, sigue sonando inútilmente.
La quinta víctima es un periodista de la televisión de Estado, según una tarjeta de prensa que se halló entre sus pertenencias, y que se mostró a la AFP.
Una camioneta militar, con la inscripción “morgue” llegó durante la mañana, y los soldados encargados de evacuar los cuerpos calcinados, luchan torpemente contra el frío y el estupor, para conseguir desplegar la lona de plástico gris con la que van a ser cubiertos los cadáveres.
La torre de la televisión, una estructura de metal de 300 metros de alto, que emerge de la bruma, está ennegrecida por el impacto de la explosión, pero sigue en pie. Otra antena de la televisión de Estado es ahora utilizada para continuar la difusión.
Al pie de esta gran estructura de metal, se extiende un campo de esquirlas y restos pulverizados, visible a lo largo de varias decenas de metros.
“Esta torre es nuestro símbolo de verdad, de las verdaderas noticias, de la información libre: es nuestra verdad la que está siendo atacada” afirma Rudenko, el abogado y ahora voluntario armado
Matanza nazi
Pero este lugar es también el de otro símbolo.
Alrededor, se extiende a lo largo de varios kilómetros el simbólico sitio de Babi Yar, una fosa común que contiene los restos de 33.000 judíos asesinados a tiros en este lugar, en 1941, cuando la ciudad estaba bajo ocupación nazi.
El monumento en su memoria, un parque especialmente acondicionado ubicado a un kilómetro de la torre de la televisión, no fue directamente golpeado por los bombardeos.
En medio de los abedules, el silencio afelpado por la nieve es súbitamente interrumpido por el inquietante bramido de una sirena de bombardeo antiaéreo. Pero las esculturas en memoria de las víctimas, entre ellas un inmenso Menorá, el candelabro judío, siguen intactos, tal como constata una periodista de la AFP.
El presidente ucraniano Volodimir Zelenski, que es judío, acusó sin embargo a Rusia de intentar “borrar” a Ucrania y a su historia, y exhortó “a no permanecer en silencio”.
Para el gran rabino de Ucrania, Moshe Asman, que organiza la evacuación de la comunidad local de la ciudad de Kiev, el bombardeo ruso contra civiles en este lugar es un “crimen de guerra”.
“No llego a creer lo que veo” reaccionó el martes por la noche a la AFP el gran rabino de Ucrania, quien durante la última ceremonia memorial organizada hace un mes en Babi Yar recuerda haber advertido: “una guerra es muy fácil de comenzar, pero muy difícil de terminar”.
AFP