El recorrido no debería tardar más de 10 minutos en carro, ya que Laura (nombre ficticio) no vive muy lejos del colegio. Pero recorrer los 3,4 kilómetros desde su casa hasta el colegio ubicado en el sector Los Aceites en San Félix, le lleva hasta hora y media. “El transporte para esa zona es muy rudo, así que debo salir antes de las 6:00 de la mañana de mi casa”.
Por Pableysa Ostos
Y en un estado donde desde hace más de 3 años la problemática con el combustible se ha agudizado, Laura no tiene otra opción que recurrir al transporte público. La mujer de 36 años labora en uno de los 413 colegios que existen en el estado Bolívar.
Tras 12 años de servicio, ocupa el cargo de docente 3 y su sueldo es de 38,00 bolívares. “Todo esto debido a que me descuentan un fulano sindicato que no sé cómo hacer para reclamar. Más un bono en Sistema Patria de 15,40 bolívares y ahora para finales por cuenta nómina 46,00 de transporte”.
“¿Ahora? Sobrevivo por el trabajo de mi esposo, pero llegué hacer torta, dulces y vender en el mismo liceo y encargos a conocidos. A veces me dormía a la 1:00 de la madrugada para levantarme a las 4:00 am, arreglarme e ir a trabajar al colegio”, relató.
Laura es licenciada con maestría, trabaja en un solo colegio y tiene a su cargo a 41 alumnos de bachillerato. Pero no solo es precario su sueldo o las condiciones a las que está expuesta para trasladarse a su trabajo, sino también el lugar en el que labora.
“El colegio cuenta con una matrícula de 1.400 estudiantes. A pesar de tener unas instalaciones grandes, la parte alta de la institución está inhabilitada debido a filtraciones y fallas en el techo. No hay agua, no hay bombillos y no hay pupitres suficientes para la cantidad de estudiantes. Y en cuanto a los aires acondicionados, solo hay tres”, contó la docente.
En peligro de extinción
Confiesa que todos los años son víctimas del hampa, sobre todo en temporadas vacacionales. “Se han llevado los aires acondicionados, computadoras, documentos, lavamanos, tuberías y bombas de agua”.
Ante la pregunta de si considera que los colegios públicos están en peligro de extinción, la docente respondió: “Sí, es un riesgo para los alumnos por la calidad en todo, además por la renuncia o abandono masivo de personal profesional”.
Admite que ella se ha mantenido trabajando, porque con la pandemia están asistiendo al colegio dos veces a la semana, dejando entrever que cuando el proceso escolar se normalice, difícilmente pueda asistir todos los días. Con tristeza recuerda que el año pasado ella y una compañera se contagiaron de Covid-19, pero su colega no sobrevivió.
Delincuencia desatada
Unos 16 kilómetros separan el colegio en el que trabaja Laura de la institución en la que Carolina (nombre ficticio) es representante. A pesar de uno está en San Félix y el otro en Puerto Ordaz, a simple vista parecieran tener realidades distintas, pero son más similares de lo que uno cree.
La Unidad Educativa Nacional Puerto Ordaz, en Villa Africana, parroquia Universidad, tiene años padeciendo distintas calamidades. Hace menos de 3 meses, fueron noticia. Un delincuente ingresó al colegio a plena luz del día y robo a una docente de 37 años. Con la pistola, la golpeó múltiples veces. Maryori Romero presentó hematomas en el ojo izquierdo y mandíbula.
“Aquí los profesores trabajan prácticamente ad honorem, porque realmente lo que ganan es muy poco. Han robado a los estudiantes en otras ocasiones, han intentado vender droga a los estudiantes, pero los docentes han llamado a la policía y se han llevado detenidos a los sujetos. Se ha pedido apoyo policial, contar con vigilantes, pero nada”, denunció la representante.
Las instalaciones del colegio no son las mejores. Hay 25 aulas, de las cuales solo seis están operativas, 3 cuentan con energía eléctrica y a las otras 3 les entra algo de ventilación. El resto de la institución carece de electricidad.
“Tampoco hay agua. Desde hace 3 años no recibíamos la dotación de comida. Amenazamos con que íbamos a denunciar ante la prensa la situación y así fue que enviaron algo. Se está cocinando a leña, porque aquí no hay cocina. Hay una bombona de gas que donó la comunidad, pero no tenemos la cocina”, relató la mujer.
En el olvido
Destaca que no cuentan con impresoras y copiadoras. Todo lo que se requiera en el colegio debe salir de los bolsillos de los representantes. “Estamos asistiendo a la buena de Dios. No puede ser que se acuerden de los colegios solo cuando hay elecciones. Vengo te limpio y listo, ¿pero lo de más?”.
“Hay chicos que llegan desmayados, porque no han comido y aquí se les da su comida, cocinada a leña, pero se les da, su desayuno y almuerzo. El agua sale de nuestro bolsillo. Aquí están trabajando con las uñas, habiendo una zona educativa es lamentable que no se aboquen a atender estas situaciones”, reclamó.
Añadió que “los chamos vienen a ver clases, tienen buenos promedios, vienen como pueden con sus hojitas para hacer el examen, hay las ganas de estudiar y no se les puedes privar de eso, porque es un derecho”.
Aída González, secretaria general del Colegio de Profesores del estado Bolívar, puntualiza que “las escuelas están en las peores condiciones. Podemos decir que el 85% de las instituciones educativas no están aptas para el regreso a clases. Lo principal es que no hay agua, entonces no entiendo cómo llaman a volver a las aulas en medio de una pandemia y sin agua para lavarse las manos, por lo menos”.
“Y a todo eso se suma el ausentismo laboral, porque el 80% no asiste a las escuelas, porque no tienen para comprar tapabocas o alcohol, y mucho menos para pagar un pasaje en autobús”, sumó González.
Los entrevistados agradecen a organizaciones como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Consejo Noruego para Refugiados (NRC) y otras que se han abocado a los colegios del estado. “No solo donan alimentos, también han pintado los colegios, han dado útiles, pupitres y mucho más. Hay colegios que tenían años sin recibir algún tipo de dotación y han sido estas Organizaciones No Gubernamentales las que han asumido esa responsabilidad”.