Las peligrosas bombas de racimo que Rusia usa sobre Ucrania que alertan al mundo

Las peligrosas bombas de racimo que Rusia usa sobre Ucrania que alertan al mundo

Bombas de racimo ARCHIVO.

 

La ONG Human Rights Watch (HRW) ha confirmado que las tropas rusas utilizaron bombas de racimo sobre la población de Járkov el 28 de febrero, lo que podría constituir un crimen de guerra. El director de Armas de HRW, Steve Goose, ha denunciado que “el uso de bombas de racimo en áreas pobladas muestra un desprecio descarado e insensible por la vida de las personas”.

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La Convención sobre Municiones de Racimo, en vigor desde agosto de 2010, prohíbe bajo cualquier circunstancia el uso, desarrollo, producción, adquisición, almacenamiento y transferencia de municiones en racimo. Pero, ¿cómo funcionan las bombas de racimo para que al menos 110 estados -entre ellos España- formen parte de esta convención?

¿Qué son las bombas de racimo?

Una munición de racimo está formada por un proyectil hueco, disparado desde el aire o tierra, que se abre tras su lanzamiento y libera bombas más pequeñas, o submuniciones, durante su trayectoria previa al impacto, según definición de la ONU. La submunición es una carga explosiva diseñada para estallar después de la separación, habitualmente al impactar en el suelo.

Las bombas de racimo entran dentro de la categoría de armamento que tiene como objetivo la “neutralización por saturación de área” y su finalidad suele ser destruir un objetivo militar, obstaculizar el paso o el estacionamiento de tropas y evitar las concentraciones de vehículos blindados, indica el cuaderno número 56 de Deusto de Derechos Humanos.

Las pequeñas bombas liberadas pueden ser centenares, por lo que se consigue cubrir áreas tan amplias “como varios campos de fútbol”. Su capacidad de abarcar radios de acción tan amplios es lo que convierte a este tipo de bomba en un arma especialmente peligrosa para la población civil. Además, en ocasiones no detonan inmediatamente -aumentando el daño azaroso de estas armas- o directamente no estallan, permaneciendo ocultas tras los conflictos y dificultando hasta “niveles extremos” el cultivo de las tierras y el desarrollo económico y social de las comunidades.

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