El sueño, el estrés y los estilos de vida activos han implicado reducciones o alteraciones en el descanso. La necesidad de dar mejor uso al tiempo disponible, robarle horas al sueño para destinarlo a las redes sociales, a trasnochar y a las plataformas de streaming, se ha convertido en epidemia. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 40% de la población duerme mal. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) consideran a esta disfunción un problema de salud pública.
Por Infobae
En una entrevista exclusiva con Infobae, la especialista en el estudio del sueño, Soomi Lee, dio detalles sobre cómo la interacción entre el sueño y el estrés durante la edad adulta contribuyen en la salud cuando las personas se vuelven mayores. Además, señaló la importancia de los estilos de vida activos y el bienestar en la salud.
Lee nació en Seúl, Corea, pero reside en Florida, Estados Unidos. Es profesora asistente de estudios sobre el envejecimiento y directora del laboratorio STEALTH, Escuela de Estudios sobre el Envejecimiento, Universidad del Sur de Florida. En diálogo con Infobae, la experta señaló que “los adultos de mediana edad son más vulnerables a la falta de sueño porque suelen tener más factores estresantes psicosociales derivados de múltiples responsabilidades en ámbitos laborales y no laborales”.
En ese sentido, aseguró que en su trabajo anterior analizó datos diarios de adultos de mediana edad que evidenciaron “que el conflicto entre el trabajo y la familia y los factores estresantes basados en el tiempo tienen una relación bidireccional con el sueño. Por ejemplo, más conflictos en un día predicen latencias de sueño más largas esa noche. En la dirección temporal opuesta, la menor duración del sueño y su menor calidad también predicen experimentar más conflictos entre el trabajo y la familia y factores estresantes basados en el tiempo al día siguiente. Además, cuando la falta de sueño se combina con un alto nivel de estrés diario, se asocia con más afecto negativo y menos afecto positivo durante el día”.
– ¿Cómo impacta la calidad del sueño durante la edad adulta en la vejez?
– Mi investigación ha encontrado que las características de sueño más deficientes durante la edad adulta media están asociadas con resultados adversos para la salud posterior, cuestiones que incluyen condiciones físicas más crónicas y un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Estos estudios utilizan evaluaciones del sueño subjetivas (autoinforme) y objetivas (actigrafía) para capturar las características del sueño en múltiples dimensiones (regularidad, satisfacción, estado de alerta, sincronización, eficiencia y duración) y para evaluar de manera integral el impacto del sueño en la salud.
– ¿Cuán determinantes son los estilos de vida activos en la higiene del sueño y el descanso?
– Esenciales. De hecho, una parte importante de mi investigación se centra en identificar factores modificables que puedan evitar la disminución del sueño y la salud relacionada con la edad. Un estilo de vida activo es uno de esos factores. Mi trabajo anterior muestra que una mayor diversidad de actividades (es decir una participación amplia, incluso en las actividades diarias comunes) se asocia con un mayor bienestar psicológico y un mejor funcionamiento cognitivo en la edad adulta. Creé una nueva medida de la diversidad de actividades utilizando el método de entropía. Este trabajo está bien alineado con mi investigación centrada en el sueño y el estrés, porque los estilos de vida sedentarios o la falta de actividades diarias pueden ser factores estresantes y pueden degradar el sueño y otros dominios de la salud.
– ¿Cuáles son las consecuencias de padecer un sueño deficiente?
– Ya se ha comprobado que la pérdida crónica del sueño se asocia con consecuencias adversas en el bienestar físico y psicológico diario. Además, estos efectos están presentes independientemente del estado demográfico o socioeconómico de la persona, lo que sugiere que la falta de sueño es perjudicial para cualquiera. Más específicamente, mi investigación anterior encontró que perder el sueño se asocia con percibir más estrés, tener más pensamientos rumiantes y una menor atención consciente. Por lo tanto, el sueño insuficiente o deficiente nos impacta en nuestra vida cotidiana.
– ¿Cómo impactó la pandemia en el descanso?
– Muchos de nosotros experimentamos problemas para dormir y esto se ha vuelto más común durante la pandemia de COVID-19. Investigaciones recientes muestran que el sueño en las familias de todo el mundo se ha degradado por este evento. El estrés y los horarios menos estructurados podrían haber contribuido a esto. Las rutinas de sueño de los adultos también influyen en las de sus hijos. Por lo tanto, resaltar la importancia del sueño óptimo de los adultos es importante para la salud y el bienestar de la población en general. La salud del sueño es quizás uno de los aspectos más infravalorados de la salud general en nuestra sociedad.
– Algunas de sus definiciones sobre la calidad del sueño serán incluidas en las recomendaciones de los CDC. ¿En cuál deberíamos centrar nuestra atención para obtener un buen descanso?
– Definimos la pérdida de sueño como dormir menos de 6 horas por noche. Si bien puede haber diferencias individuales en la cantidad de sueño necesaria, este estudio utilizó el criterio de una duración mínima del sueño sugerida como apropiada para la mayoría de los adultos por varios paneles de expertos en sueño. La pérdida de sueño consecutiva se asoció con una disminución de las emociones positivas, un aumento de las emociones negativas y una mayor frecuencia y gravedad de los síntomas físicos. Las asociaciones no fueron lineales y la tasa de cambio en el bienestar diario difería según el número de noches consecutivas de pérdida de sueño. Después de solo una noche de pérdida de sueño, el bienestar diario empeoró significativamente alcanzando su punto máximo después de 3 noches consecutivas de pérdida de sueño. La tasa de cambio se desaceleró a medida que aumentaba el número de noches consecutivas de pérdida de sueño. Sin embargo, todo eso cambió el día 6, cuando los participantes informaron que la gravedad de los síntomas físicos era peor.
– ¿Qué podemos modificar de nuestras rutinas para tener un mejor descanso?
– El sueño se puede mejorar con esfuerzo e intervenciones individuales. En entornos clínicos puede ser importante preguntar sobre los patrones de sueño de los pacientes y brindarles consejos simples de higiene del sueño que puedan practicar. Los problemas de sueño coexisten con muchos trastornos de salud mental, como son la depresión y la ansiedad. Quizás preguntar sobre el sueño pueda ayudar a identificar a las personas con síntomas tempranos de estos trastornos de salud mental. Tener rutinas diarias antes de ir a dormir, hacerlo en un entorno acogedor, sin luz, ausente de pantallas, luego de que haya pasado un tiempo apropiado de la última ingesta, sin haber hecho ejercicio físico inmediatamente antes; son algunos de los recursos que se pueden considerar para mejorar nuestro descanso.