Juan Guaidó ha hecho lo humanamente posible pero no lo políticamente correcto para unir a la oposición y enfrentar a un régimen, que externamente se presenta sin fisuras cuando todo el mundo intuye que a lo interno existen fuertes contradicciones y luchas internas por el poder. En el caso de Guaidó, la Presidencia Interina no ha contado con un respaldo positivo, por el contrario los distintos factores y personalidades que integran el universo de las oposiciones venezolanas no pierden oportunidad para descalificar y disparar a conveniencia en contra del joven político que le tocó hacerse cargo de tamaña responsabilidad, sin que estuviese en sus planes el papel protagónico que le ha tocado desempeñar frente al mundo.
Para ser descarnadamente sincero, no hay nadie en este momento en Venezuela o en el exterior que pueda hacer lo políticamente correcto para enfrentar a Maduro y su régimen, es tal la magnitud del problema, que es prácticamente imposible que los venezolanos podamos recuperar la libertad y la esperanza sin la ayuda decidida de las democracias occidentales.
Por eso cualquier mecanismo de intermediación con participación internacional que se dé en México o en cualquier otro país, tiene que plantear el adelanto de las elecciones presidenciales, porque de lo contrario no estaríamos aportando soluciones a la crisis sino conviviendo con ella, acostumbrándonos a la jaula, padeciendo el Síndrome de Estocolmo, que ya se está extendiendo en sectores opositores que agradecen a los que han arruinado el país que les den unas migajas, que en nada reparan el enorme daño que le han hecho a Venezuela y a los venezolanos.