Hay daños que se ven y son evidentes como los que causan las guerras: ejemplos los hay a montón a pesar de que la guerra de Ucrania acapara la atención.
A eso fines didácticos basta con pasearse por Siria… Libia… las 9 guerras africanas… cada una con más de diez años.
O las que se libran en el continente asiático… para no mencionar la civil de Colombia batiendo record de 50 años.
Si algún reportero consigue financiamiento podrá observar en vivo los daños físicos que son muchos y muy costosos de reparar en esas sociedades que eran pobres al comienzo del conflicto… y hoy lo son mucho más.
Pero hay otros daños que pasan desapercibidos a primer vistazo: digamos que los morales y otros relacionados que si bien no destruyen edificios… dañan al ser humano.
Ese detalle sucede incluso en conflictos de baja intensidad y larga data… como el que en nuestro país lleva 2 décadas.
No voy a discutir con bobos o genios necios… estos últimos que entienden pero se hacen los locos… para evadir responsabilidades propias o de quienes les pagan por twittear.
¡En mí Venezuela llevamos más de 20 años guerreando entre 2 bandos: a uno lo llaman “gobierno”… y al otro “oposición”!
Esta guerra se libra principalmente en los medios… donde los enfrentados recitan a cada rato definiciones ambiguas que les permiten recitar mantras… sin tener que comprometerse con nada concreto.
¡Pero escribía sobre “daños morales”!
Y el peor es causado por una polarización estupidizante… que impide razonar… para llegar a acuerdos… o simplemente tratar de entender lo que sucede a nuestro alrededor… con fines de reparar daños… o apoyar las buenas iniciativas.
Un ejemplo de la pérdida de oportunidades para razonar es la reciente entrega del centro comercial SAMBIL de La Candelaria.
El hecho no fue sorpresivo porque el gobierno ayuno de recursos –lo que comprueba que el chavismo gobernaba a realazos- en algún momento comenzaría a devolver los otrora buenos negocios… que tras ser expropiados… ahora son elefantes blancos.
Conocido el hecho se dio inicio a sorprendentes cadenas de twitters… en los que aparte del odio también se vio aflorar la estupidez más improductiva.
“El camarada Maduro se volvió neoliberal”… gruñía uno.
“Cohen no debe recibir ese centro comercial hasta que el gobierno indemnice las pérdidas”… tecleaba otro… quién luego maldecía al propietario de los SAMBIL… por recibir la devolución… “sin esperar a que le devuelvan RCTV a Granier”.
Y así en medio de tanta pendejada… se pierde la oportunidad política de enseñar un público al que la inacción de los partidos… y la caída del nivel en los programas donde invitan personajes públicos… le castraron la capacidad de razonar… que es el primer paso para resolver cualquier problema.
Los que desde el gobierno le dieron la “bienvenida al país” al señor Cohen… por “invertir en Venezuela”… y los que lo maldijeron por “aceptar esa devolución envenenada”… no saben lo que han dicho o escrito.
¡Cohen nunca se fue del país!
¡Y tampoco pienso que va a invertir lo que digamos… gana en Costa Rica o España… para enterrarlo aquí donde lo expropiaron por sospechas de andar financiando la oposición!
Sin embargo el señor Cohen tiene en el país otros SAMBIL… y a pesar de que los centros comerciales hace rato andan con las cuentas en rojo… no por ello los va a perder.
Y así estaba obligado incluso por su manera de ser que me dicen es afable… a recibir lo que tampoco es “regalo envenenado”.
El SAMBIL de La Candelaria… aparte de destrozado y con problemas jurídicos con quienes compraron locales… está en un país que entre el irresponsable estatismo económico… y las sanciones… hoy día produce una pequeña fracción de lo que se producía cuando se comenzó a construir.
En esa nueva y quebrada economía casi no hay cabida para grandes centros comerciales… ya no es un gran negocio el de La Candelaria… pero Cohen seguro que logrará convertirlo en una parada de los vecinos de Catia y aledaños… antes de pasar al otro SAMBIL.
Y eso es mejor que mantenerlo en manos de colectivos pedigüeños y a veces delincuentes… que por 10 años… ni lavaron… ni prestaban la batea.