La guerra es un llorar a Dios. Y no comprender por qué calla y la permite. Un acto de la estupidez humana para con las víctimas y de recompensas y “honores” para los victimarios, cuando ganan. El mundo vive atónito la agresión de Rusia a Ucrania junto a los miles de muertos inocentes, la devastación y los millones de refugiados que deben expatriarse. Esto no es ninguna novedad. La historia es el tejido de un sinsentido trágico que reniega de la imprescindible paz.
Ahora, también hay guerras de guerras. La de Ucrania es mucho más visible que las que ocurren en Etiopia, Siria o Yemen. Además, el agresor tiene armas para acabar con el resto de la humanidad. El mundo asiste en vilo y los conceptos de paz parecen inservibles y obsoletos. Eso de que “La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa” del humanista Erasmo de Rotterdam no entra en los cálculos de quienes amasan armas y ambicionan los territorios de sus vecinos.
Hemos olvidado que la paz es prosperidad a través de la justicia y buenos gobiernos. En cambio la guerra es el funeral permanente que arruina a toda la población. La única forma de justificar una guerra es para restablecer la paz y ya entramos en un territorio controversial e incierto en dónde las “guerras justas” poseen las más variopintas justificaciones.
“Cuando los pueblos comienzan a desangrarse físicamente, están ya en parte desangrados financieramente. Porque matar tiene sus costos. Suicidarse cuesta dinero. La estupidez es un lujo. Y la estupidez es la proyección intelectual del odio”. Esto nos lo dice Igino Giordani. Una guerra, aparte de las exaltaciones simbólicas de un nacionalismo trasnochado y anacrónico con su pereza alienante para sus militantes, sólo implica sufrimiento. Y además coloca en la cadena de prioridades ansias terrenales como la vanidad y avaricia por encima de otras más acuciosas como la atención de la pobreza y la desigualdad entre ricos y pobres. El interés nacional, una entelequia, sirve para llevar al altar de los sacrificios a millones de seres humanos concretos de carne y hueso. Y dejan en la orfandad psíquica más grande y dolorosa a los sobrevivientes.
La carrera armamentista sacrifica la carrera de la educación y cultura. Sólo el desarme nos garantiza una paz perpetua. “El miedo es irracional: crea fantasmas y mitos, le abre espacios a la muerte” sentencia Igino Giordani. Putin, utilizando la jerga de George Orwell en “1984” ha sostenido que ha hecho la guerra para conseguir la paz. Alemania, acaba de aprobar una inversión en “defensa” de 100.000 millones de euros haciendo despertar el recelo en muchos por recordar que el armamentismo de Hitler terminó en una hecatombe mundial. Ya Japón, también hará sus movimientos en “defensa”. La historia es un libreto predecible y Ciceron se equivocó cuando sostuvo que “era la maestra de la vida”.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN