Se lee “Stalingrado” sobre un fondo rojo. Es 20 de septiembre de 1942. Un grupo de soldados hacinados se dirige en un cubículo oscuro hacia quién sabe dónde. Son jóvenes. Entre ellos, Vasili. Nos damos cuenta de que quizás será el protagonista de la película porque es al primer personaje al que se le dedica un primer plano.
Por: Clarín
Dos soldados se asoman por una ventana. La marcha se detiene. Abren la puerta del cubículo: nos percatamos de que el grupo está en un tren. Los personajes se paran frente a la salida del vagón. Ninguno se atreve a bajar, pero alguien les ordena que lo hagan y, como si fueran basura que sobresale de un cesto, empiezan a sacar fuera a los que sobran.
Todos, a fin de cuentas, echan a correr hacia adelante, donde les esperan decenas de barquitos. Resplandece el rojo de la bandera soviética. Se escuchan bombas que explotan y las voces de militares de mayor rango que ellos ordenando que vayan al frente. Vasili y sus pares solo saben que están en la guerra y que sus objetivos son los nazis.
Los noveles soldados ahora están en un barco. Ven que en el agua flotan partes de cuerpos. Tras unas lecturas de cartas emotivas, todos llegan al muelle de Stalingrado y, como diría una famosa mediática y cantante argentina, “el Apocalipsis existe, y hoy empieza”.
Rescatando al soldado Ryan no es la única película que empieza con un desembarco genial. La otra es Enemigo al acecho o, en inglés, Enemy at the Gates.
Si uno acepta que Jude Law hace de soviético y Ed Harris de nazi probablemente la pase bien. Aunque “pasarla bien” es un término poco adecuado cuando se trata de películas de guerra.
El film de Jean-Jacques Annaud, estrenado en 2001, teje desde el comienzo la rivalidad de dos francotiradores expertos: Vasili Záitsev, soviético, y König, nazi. El primero es Law y el segundo, Harris. En el medio, un “triello” amoroso entre Vasili, Danilov y Tanya, estos dos interpretados por Joseph Fiennes y Rachel Weisz.
Pocos espectadores de Enemigo al acecho probablemente sepan que el duelo que narra la película está basado en uno real.
Hay un noventa por ciento de probabilidades que ese duelo real al que alude Annaud en su wéstern bélico haya sido menos espectacular que el cinematográfico, pero la duda, es decir el diez por ciento que sobra, es esperanzadora.
Los hechos verídicos fueron más o menos así.
El conejo y el superfrancotirador
Toda esta historia se apoya de modo -casi- único en un libro en donde su autor relata cómo se dio el duelo entre Vasili Záitsev y Erwin König o mayor König, de quien se cree que en realidad se llamaba Heinz Thorvald. Para aquellos que no hayan visto la película de Annaud, mencionar el título o el autor del libro será desvelar información muy importante. Así que a eso, más adelante.
Vasili y el mayor no tardaron en hacerse un nombre en la Segunda Guerra Mundial. Empezaron como extras, fueron actores de reparto y, hazaña tras hazaña, lograron ser protagonistas.
A Záitsev le decían “conejo ruso” -su apellido significa liebre-; a Erwin “ superfrancotirador”.
El nazi sabía perfectamente que él no era el único superfrancotirador de la guerra. Enseñaba a los suyos, era muy respetado y hasta se decía que el propio SS-Reichsführer Heinrich Himmler lo consideraba el mejor del ejército. Pero Záitsev era toda una leyenda soviética.
Desde que llegó a Stalingrado, Vasili mató a cuatro o cinco alemanes por día. Cualquiera le parecía una presa fácil. Por su delicado y solitario trabajo, cada día sin recibir un tiro le hacía creer que su suerte era similar a la que podía tener en un juego de naipes.
Para terminar con la expertise de Vasili, Himmler llamó a su experto, lo llevó de Berlín a Stalingrado y le ordenó que hiciera lo suyo con su par enemigo. Záitsev se enteró por medio del sargento Batiuk de la existencia de un francotirador calificado quería eliminarlo y, seguro de que sería un objetivo fácil como cualquier otro, puso manos a la obra para impedírselo. “Use la cabeza”, le sugirieron.
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