El que viene arriba de un tanque termina muerto. La frase fue leída varias veces por el enviado de Clarín en las redes sociales de combatientes ucranianos. Los locales se hicieron una fiesta con los tanques de guerra rusos. Los fueron liquidando de manera sistemática.
Por: Clarín
“Tirar y correr, así de simple”, decían. “Apuntar con el visor del misil fabricado por Saab desde donde sea, desde atrás de una pared o de un árbol, y pum”, explicaban en sus manuales de procedimiento por Youtube.
Para los ucranianos, destruir un tanque de guerra ruso se ha convertido casi en un deporte o en un juego (circula un viral con música de Super Mario Bros en el que se ve como vuela por los aires uno de estos vehículos y los que dieron en el blanco celebran). Pero no es broma.
Al cabo de 40 días de beligerancia, ha quedado al desnudo que la supremacía militar del Kremlin -al menos una parte, la que debía avanzar por tierra- estuvo muy lejos de ser hasta ahora lo que prometía.
Hace un mes, cuando comenzó la invasión, una foto le metía temor al mundo entero. Era la imagen satelital de un convoy de tanques de más de 60 kilómetros de largo que, aparentemente, se dirigía sin prisa pero sin pausa a Kiev.
Los analistas se empachaban diciendo que eso era el fin. Que los rusos entrarían a puro cañonazo a la capital y que izarían finalmente su bandera en la Plaza de la Independencia. En buena medida, eso sería posible gracias a la potencia todo terreno de los viejos T-72, T-80 o T-90, glorias inoxidables de la Segunda Guerra Mundial, donde se libró la mayor batalla de la historia con máquinas de este tipo.
Los antecedentes de contiendas del siglo XX que describen los libros de táctica señalan que detrás de los tanques barriendo el terreno debía aparecer la infantería para terminar de sellar la conquista. Pero no ocurrió nada de eso, sino todo lo contrario.
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