Las enfermedades no transmisibles son un gran desafío para la salud global, ya que en conjunto provocan 41 millones de muertes cada año, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto significa que son las causantes del 70% de los fallecimientos en el mundo. Muchas de estas patologías pueden prevenirse y evitarse, con cambios en el estilo de vida y controles médicos.
Por Infobae
Dentro de este grupo, las enfermedades cardiovasculares causan la mayoría de los cuadros fatales (17,9 millones cada año, incluyendo los accidentes cerebrovasculares), seguidas del cáncer (9 millones) y las enfermedades respiratorias crónicas (3,9 millones). Junto con la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, son las enfermedades no transmisibles de mayor mortalidad.
En el Día Mundial de la Salud, los especialistas en estas patologías explican los factores de riesgo más frecuentes, los síntomas a tener en cuenta, las claves de la prevención y los últimos avances en tratamientos:
1 – Enfermedades Cardiovasculares
En este grupo de afecciones, la cardiopatía isquémica es la que provoca mayor mortalidad. Ocurre cuando se obstruyen alguna de las arterias coronarias que irrigan al músculo cardíaco, por placas que disminuyen el pasaje de sangre. Cuando esas placas bloquean totalmente el flujo de sangre se produce el infarto agudo de miocardio.
En el mundo muchos pacientes desconocen sus factores de riesgo, y por eso no toman acciones para disminuir las chances de sufrir un infarto. “Los factores de riesgo, como hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado, tabaquismo o sedentarismo, aumenta las chances de padecer un evento cardiovascular. Adoptar hábitos saludables como ejercitar, no fumar, comer en base a frutas, verduras, legumbres, pescado, pollo, poca carne roja (una o dos veces al mes) y beber poco (una copa de vino por día) o nada de alcohol, evitar harinas y azúcares refinados reduce drásticamente la probabilidad de padecer un infarto agudo de miocardio”, explicó el doctor Alberto Alves de Lima, director médico del ICBA-Instituto Cardiovascular.
La tomografía coronaria es uno de los avances tecnológicos en la lucha contra la enfermedad: “Es un método no invasivo para evaluar las arterias coronarias, y en ciertos pacientes permite evaluar con mucha precisión la anatomía coronaria sin necesidad de realizar un cateterismo cardíaco invasivo”, destacó el doctor Alves de Lima”.
2 – Cáncer de tráquea, bronquios y pulmón
El 80% de los casos de cáncer de pulmón están asociados al tabaquismo. “No fumar es la conducta más simple para reducir la incidencia” de este tipo de tumores, afirmó el doctor Claudio Martin, jefe de Oncología Torácica del Instituto Alexander Fleming. Otros casos están asociados al radón domiciliario (un gas radioactivo inerte que se desprende de la corteza terrestre y que puede acumularse en los domicilios) y a los efectos de la polución ambiental.
Los síntomas por cáncer de pulmón en general aparecen cuando la enfermedad ya se encuentra en fase avanzada. La única medida probada de detección temprana es el uso de tomografía de tórax de baja dosis de radiación”, agregó el especialista. Cuando se logra este diagnóstico temprano a través de la tomografía, existen posibilidades de realizar la intervención quirúrgica y reducir la mortalidad.
En los últimos años hubo “avances revolucionarios con el desarrollo de terapias dirigidas y de la inmunoterapia, que implican un cambio del paradigma respecto de las estrategias que utilizamos para destruir las células tumorales”, destacó el doctor Martin.
La inmunoterapia anula los mecanismos con los que las células tumorales evaden las defensas del organismo. “Los tumores de pulmón que han desarrollado metástasis (compromiso de otros órganos) la inmunoterapia ha demostrado que, en pacientes que ya han recibido quimioterapia y cuyos tumores crecieron, es mejor la inmunoterapia que la quimioterapia tradicional, al lograr controlar los tumores por más tiempo, y en consecuencia, que los pacientes vivan más, con mejor calidad de vida y menor toxicidad”.
Gracias a las terapias dirigidas, en muchos casos hoy es posible detectar qué mutación es la que provocando el crecimiento del tumor. Así, se logra ”con muchísima más frecuencia que con la quimioterapia que los tumores se achiquen, con el agregado de que estos tratamientos son por boca y con menos toxicidades si las comparamos con la quimioterapia”.
“Dejar de fumar, instaurar estudios de imágenes para detección precoz, y el acceso a las nuevas terapias son claves para reducir la aparición del cáncer de pulmón, detectarlo tempranamente y tratarlo apropiadamente”, concluyo el especialista de Instituto Fleming.
3 – Accidente Cerebrovascular (ACV)
El 90% de los accidentes cerebrovasculares (ACV) están asociados a factores de riesgo que se pueden prevenir. Entre ellos se encuentran, hipertensión, diabetes, colesterol elevado, tabaquismo, sedentarismo y fibrilación auricular.
Para llevar un estilo de vida más saludable, es fundamental modificar ciertos hábitos alimentarios: disminuir la ingesta de ultraprocesados y carnes rojas, aumentar el consumo de pescado, frutas y verdura. Además, hay que dejar de fumar y consumir alcohol en forma moderada.
“Realizar 30 minutos de ejercicio moderado 5 veces por semana y con controles médicos periódicos disminuye enormemente el riesgo de padecer un ACV”, explica el neurólogo Ramón Leiguarda, director del Instituto de Neurología y Neurocirugía del Sanatorio de Los Arcos.
Ante un ACV agudo, es clave actuar rápido ya que los tratamientos pueden realizarse hasta 24 horas después de iniciados los síntomas. Y cuanto antes se los empiece, mejor es el resultado. Para poder actuar a tiempo, es necesario conocer los síntomas del ACV:
– Debilidad o falta de sensibilidad de la cara, brazo o pierna, especialmente de un solo lado
– Alteraciones del habla, ya sea por no comprender, no poder expresarse correctamente
– Alteraciones visuales: de un ojo o los dos
– Alteraciones del equilibrio y la coordinación
– Cefalea muy intensa y súbita
4 – Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)
Se caracteriza por ser una limitación crónica y persistente al flujo de aire producida principalmente por la exposición al humo del tabaco, al humo de leña, polvos y gases ocupacionales. Es una enfermedad de alta prevalencia, prevenible y tratable. Dejar de fumar es la medida inicial para combatirla.
“El reconocimiento precoz de la EPOC es importante para modificar la exposición a factores de riesgo. Para el diagnóstico es imprescindible realizar una espirometría que permita confirmar la presencia de obstrucción al flujo de aire”, afirmó Pablo Simkin, neumólogo y broncoscopista del Sanatorio de los Arcos y Clínica Olivos.
“La sospecha de EPOC se establece por la presencia de factores de riesgo acompañada o no de síntomas respiratorios. En todo adulto de 40 años o más con historia de exposición a estos factores, con o sin síntomas respiratorios, se debe considerar el diagnóstico de EPOC y realizar una espirometría confirmatoria. Existe un importante subdiagnóstico y diagnóstico erróneo debido a la subutilización de la espirometría”, amplió el neumólogo.
En cuanto al tratamiento contempla medidas de prevención (educación, cesación tabáquica, actividad física, nutrición) y puede incluir o no el uso de fármacos. Entre las medidas no farmacológicas se destaca fundamentalmente la rehabilitación respiratoria y en casos graves que lo requieran, el uso de oxígeno. El objetivo es reducir los síntomas, la frecuencia y gravedad de las exacerbaciones, mejorar la calidad de vida, la función pulmonar y la tolerancia al ejercicio.
5 – Alzheimer y otras demencias
“El 40% de los cuadros de demencia se puede prevenir”, afirmó el neurólogo Leiguarda y enumeró los factores de riesgo:
– Tabaquismo
– Hipertensión arterial
– Obesidad y diabetes
– Sedentarismo
– Ingesta de alcohol
– Aislamiento social y/o depresión
– Pérdida auditiva
– Traumatismo craneano (golpes en la cabeza)
– Polución ambiental
Muchos de estos factores están relacionados al riesgo cardiovascular o cerebrovascular, por lo que es importante mantener controles clínicos regulares que permitan detectarlos en forma precoz para implementar tratamientos eficaces y mantenerlos bajo control.
“En la prevención de la demencia es fundamental un estilo de vida saludable: mantener un peso adecuado, dieta sana y equilibrada, evitar hábitos tóxicos (tabaco, alcohol) y mantenerse activos tanto físicamente como a nivel intelectual y social. Tanto el ánimo como una buena calidad de sueño son también importantes y no deben descuidarse”, afirmó el especialista.
“El tratamiento de la enfermedad no solo consiste en medicamentos, sino también en estrategias de estimulación cognitiva y en pautas para guiar tanto al paciente como a sus cuidadores o aquellos que lo rodean”, agregó Leiguarda.
Los chequeos neurológicos se recomiendan ante la aparición de síntomas, ya sean percibidos por el propio paciente o por quienes lo rodean: olvidos, dificultades para encontrar las palabras, episodios de desorientación, cambios de conducta y fallas en la resolución de problemas.