Las violaciones a sus espacios académicos, destrucción de su infraestructura física, robo de mobiliario y equipos tecnológicos especializados, desmantelamiento y quema de sus instalaciones básicas, como laboratorios, bibliotecas y aulas de clases; evidencian la escalada de un plan, que, por acción u omisión, ha permitido el régimen totalitario instalado en el poder.
Organizaciones independientes dedicadas a la preservación y vigilancia de los espacios universitarios en Venezuela, como la ONG Aula Abierta, o el Observatorio Universitario, denuncian que los actos vandálicos contra las universidades públicas venezolanas ascienden a más de 350, solo en 2021. Para el mes de febrero del año en curso la cifra alcanza a más de 100, sin contar aquellos robos menores que no se denuncian formalmente.
Las universidades más afectadas, son: La Universidad de Los Andes, la Universidad de Oriente, la Universidad del Zulia, la Universidad Central de Venezuela, la Universidad de Carabobo, la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado, la Universidad Politécnica Antonio José de Sucre, la Universidad de Guayana, entre otras. Además, todas han sido sometidas, desde hace varios años, a un agravamiento en la asignación de un presupuesto deficitario que impide preservar, tanto su infraestructura, planta física, como el suministro de insumos para el mantenimiento, vigilancia y actualización de los espacios académicos, como laboratorios, aulas para la docencia, bibliotecas especializadas. Además del suministro de material bibliográfico actualizado, así como equipos tecnológicos avanzados.
Esta sistemática destrucción de la universidad venezolana no solo es contra su planta física, como se evidencia en la documentación que adelantan las organizaciones no gubernamentales, tanto en registros audiovisuales como en el testimonio de quienes han sufrido asaltos, violaciones y robos. También en el deterioro de los salarios a su personal administrativo, docente, de servicio e incluso, en la asignación de becas a su comunidad estudiantil.
Es doloroso la paulatina transformación de estos centros de educación universitaria en lugares donde se les está dando otro uso, como ocurre con los espacios del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, utilizado para reuniones comunales o centro de acopio y distribución de alimentos y bolsas de comida.
Humillante ver el estado en que se encuentra el edificio de Ciencias e Ingeniería, de la Universidad de Oriente en su Núcleo de Cumaná. Sin puertas en sus aulas de clase, totalmente destruida (fue saqueada, roba e incendiada) su Biblioteca Central. Todos sus sistemas de aire acondicionado, eléctricos, de comunicaciones, tuberías de aguas blancas, paredes, rejas, ventanas, luminarias, hasta sanitarios, robados, dañados o simplemente destruidos.
Pienso que lo más grave está por aparecer. Es la consecuencia de un desprecio, una especie de resentimiento de quienes detentan el poder, que ven en la cultura académica y en quienes la cultivamos, a un ‘enemigo’ que se debe desaparecer. Descerebrar toda una sociedad e impedirle su progreso es la evidente consecuencia de semejante atrevimiento.
El reclamo, la persistente lucha en defensa de los derechos de la comunidad universitaria venezolana no es tanto por la dignificación de un salario justo y humano, es, fundamentalmente, por preservar la cultura nacional, el derecho al progreso colectivo y la defensa del Alma Mater. Porque quienes acceden a formarse en la universidad venezolana, por tradición, son miembros de una sociedad sin distingo alguno. Pueblo llano que ha podido decantar sus saberes y devolverlos a sus espacios naturales.
Todo el desarrollo social, científico, tecnológico y técnico que ha logrado Venezuela ha sido gracias a la formación de sus ciudadanos en las universidades republicanas, públicas, autónomas y democráticas.
Es tiempo de afirmar la trascendencia de una cultura académica que inició su andar con la creación de la Real y Pontificia Universidad de Santiago de León de Caracas, en 1721. A más de 300 años, hoy existen “6 universidades autónomas, 16 universidades nacionales experimentales, 24 universidades privadas, 9 colegios universitarios y 99 institutos universitarios”. Este conglomerado institucional de educación superior, es más que una serie de instalaciones e infraestructura. Es una comunidad de saberes, humanísticos, científicos y espirituales que seguirán empeñados en dedicar su mejor esfuerzo a la afirmación de una pedagogía académica orientada a la libertad de pensamiento y al progreso social en democracia.
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