¿Vuelve al pueblo?, por @ArmandoMartini

¿Vuelve al pueblo?, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Hace algún tiempo, en una de esas escaramuzas del poder sin legitimidad ni reconocimiento, el castrismo, embustero, opresor y dictatorial, interpretó que los partidos políticos se matan o viven por emblemas que pueden durar mucho, mujeres y hombres que pueden durar poco. Con el Tribunal Supremo de Justicia como garrote -mazo, llamaría alguno con mucho pasado y escaso futuro- el régimen cambió sus directivas y puso al frente a quienes consideraron menos dirigentes. Igual como lo hacen con la percepción pagada, manipulada de que es consiente y cede voluntario al camino de la conducta democrática que, llegado el momento, respetará comicios presidenciales, reconociendo el resultado que ordene la ciudadana. Un relato estulto de fantasía. 

De esos casos, fue el partido político que en su momento llegó a ser el más importante y significativo de Latinoamérica. Fundador, sostenedor de la democracia, propulsor de la politización, organización sindical y campesina; el mismo que, por oponerse a su propio Presidente por ambiciones, codicias, rivalidades internas, abrieron camino al miserable deshonor y vergüenza del socialismo bolivariano del siglo XXI.

Acción Democrática, combatiente perenne por la democracia, batallador de libertades, héroe de luchas clandestinas bajo feroces persecuciones. Precursor de libertad y democracia, con dirigentes de la dimensión de Gallegos, Betancourt, Leoni y disidentes de la jerarquía de Prieto Figueroa, Paz Galarraga y unos cuantos más.





Carlos Andrés Pérez quiso innovar estilos pensando más que en AD en una Venezuela que cambiaba y un mundo en evolución, siempre contando con el respaldo de Juan Bimba, pero no se percató, levantó envidias e incomprensiones en un partido que había comenzado ya en decadencia que pocos años después dio como resultado el cambalache hacia el populismo extremo, ridiculo y la estulticia sin límite.

Falsedades, confabulaciones, apetencias y silencios, una canallada cuyo final no es otro que el inicio de la ruina indigente de una nación. Los dos principales partidos de la pujante democracia, habían gobernado repetidamente, y aún con las fluctuaciones petroleras, el país poco a poco se les deslizaba entre las manos. Habían cometido un error, una grave omisión; enseñar los derechos del sistema democrático para el ciudadano, pero no los deberes de esos mismos ciudadanos.

Vinieron dos décadas de destrucción, mentiras, caída por incompetencia del chavismo y madurismo, ambos seducidos por el castrismo, incomprendidos, poco tolerados por la manera estadounidense, vistos como distantes curiosidades por los europeos -derechistas de bolsillos e izquierdistas de lejanías-, amparados por el mundo anticapitalista que observó en el socialismo bolivariano posibilidades para preocupar, alborotar a su gran enemigo -intransigente, a veces y demasiadas poco acertado- Estados Unidos.

En ese tiempo los partidos, viejos y nuevos, se estancaron en la esperanza de cambios milagrosos que siempre se quedaban en la esquina anterior. Fueron miles los gaseados, golpeados, presos, torturados, heridos y muertos por esa opaca paciencia de los partidos opuestos al chavismo. Ahora pareciera empieza un repunte, apartados por el rechazo evidente de los dirigentes fracasados, nuevas generaciones tratan de abrirse paso. La reciente alocución de la recién graduando en la Universidad Simon Bolívar es un claro ejemplo. 

El Tribunal Supremo de Justicia cambió de manos los símbolos, pero no las manos. Sin embargo, hay indicios de renovación, obligados ciertamente, pero en proceso. Aunque activos, proclaman reforma y transformación que vuelve por sus fueros. Pero sólo dicen parte de la verdad, es cierto que, despiertan apetito político, se lanza a un nuevo despegue, pero no es cierto que el destino esté sólo en manos actuales. Muchos otros recorren caminos, y están conquistando diferentes liderazgos. Ésa es la nueva realidad que despunta, aun con los casi 7 millones forzados a huir.

El objetivo de la vieja dirigencia cómplice, cohabitadora y fatigada es la potabilización oficialista, denunciada por mantener presos políticos, realizar operaciones con la narco-guerrilla, declarando su amor y apoyo al criminal que asesina impune a inocentes en Ucrania; mientras en el PSUV las aguas se agitan en busca de caminos de más larga y sólida extensión, la mentira sobre la popularidad del castrismo gobernante como superior a la de la oposición democrática, mezclado sin rubor ni pudor, y con descaro, como las demostraciones hipócritas de que las cosas van cada día mejor en Venezuela. 

@ArmandoMartini