Hace 60, el mundo entero posaba sus ojos sobre un pequeño chimpancé y lo observaba con admiración y respeto. Se trataba de Ham, el primer primate que viajó al espacio.
Por: Clarín
Nacido en Camerún julio de 1957, Ham fue trasladado dos años más tarde a la base que la Fuerza Aérea de Estados Unidos tenía en Holloman, Nuevo México. Su nombre, en definitiva, fue dado como un acrónimo de este centro, que también funcionaba como laboratorio (Hollomans Aero-Medical).
Ham no era el único primate allí, sino que la NASA había seleccionado a varios de estos animales para que fueran parte del “Proyecto Mercurio”, el primer programa espacial tripulado de los Estados Unidos, que fue desarrollado entre 1961 y 1963 en el marco de la carrera espacial y con el objetivo de simular lo que experimentaría un astronauta humano.
Cómo fue el entrenamiento de Ham
En sus inicios en la base, Ham había recibido el nombre de “Número 65”. Sin embargo, su rendimiento en las diversas pruebas a las que lo sometió la NASA hicieron que terminara entre los seis seleccionados para realizar un entrenamiento formal para convertirlo, lo más posible, en astronauta.
Era, en realidad, un entrenamiento cruel para el animal. Ham debía aprender a responder a distintos estímulos visuales, tirando de una palanca o apretando un botón. Si lo hacía correctamente, era premiado con algún alimento. En cambio, si se equivocaba, recibía una descarga eléctrica en la planta de sus pies.
Finalmente, los expertos de la NASA determinaron que Ham era el chimpancé más apto de los que habían seleccionado para viajar al espacio.
Un chimpancé en el espacio
Finalmente, el 31 de enero de 1961, la nave, con Ham en su interior, levantó vuelo. El despegue del cohete Redstone 2 se llevó a cabo sin incidentes, pero un problema en el regulador de aceleración proporcionó un exceso de velocidad que no se resolvería hasta que se agotó el oxígeno líquido.
Los números ayudan a entender la gravedad de la situación: en principio, la nave debía alcanzar una altitud de 185 kilómetros, con una velocidad de poco más de 7.000 km/h. Sin embargo, Ham y su cohete se elevaron 253 kilómetros y llegaron a una velocidad de casi 9.500 km/h.
El vuelo, en definitiva, duró 16 minutos y 39 segundos, 7 de los cuales Ham los hizo sin gravedad. Tras ello, la cápsula amerizó en el océano Atlántico, a 679 kilómetros de distancia del punto de despegue. El chimpancé fue, según la NASA, el primer “halo de esperanza” de que en un futuro próximo los hombres podrían viajar al espacio.
No era para menos: antes que Ham, la agencia espacial estadounidense ya había experimentado en seis ocasiones con el envío de simios al espacio exterior, aunque ninguno de ellos pudo sobrevivir al viaje.
Dos meses después de la hazaña de Ham, el 12 de abril, la Unión Soviética realizó primer vuelo orbital tripulado que protagonizó Yuri Gagarin. Estados Unidos no pudo enviar un astronauta fuera de la Tierra hasta el 9 de mayo, con Alan Shepard, y solo fue un vuelo suborbital. Sería John Glenn, ya en mayo de 1962, quien igualaría la gesta de Gagarin en vuelo orbital.
La vida de Ham tras su increíble viaje
De vuelta en tierra firme, especialistas realizaron diversas pruebas para determinar el estado de salud de Ham. Todas llegaron a la misma conclusión: estaba un poco agitado y deshidratado, pero fuera de peligro.
Dos años más tarde, en 1963, la NASA (que lo recordó en 2011, a 50 años de su hazaña) decidió que el chimpancé se mudara al zoológico de Washington, en donde permaneció hasta septiembre de 1980, cuando fue llevado al Parque Zoológico de Carolina del Norte, en Asheboro.
Ham murió allí en enero de 1983. Tras su fallecimiento, sus restos fueron nuevamente estudiados, esta vez por el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas.
Fifty years ago today, Ham the chimp completed a Mercury suborbital flight to pave the way for Alan Shepard's mission http://bit.ly/g7NNPW
— NASA (@NASA) January 31, 2011
Sus restos permanecen en dos lugares: una parte están en el Museo Nacional de Salud y Medicina en Washington (Estados Unidos), mientras que la otra se encuentra en el Paseo Espacial Internacional de la Fama, en Almagordo (Nuevo México).