Giacomo Casanova, a través de sus escritos, proporcionó a los historiadores y antropólogos un verdadero caudal informativo acerca de las prácticas sexuales de su época en la actual Italia y en otros territorios de Europa.
Por: Clarín
Casanova vivió entre 1725 y 1798, y sus memorias, Historia de mi vida, relatan su cotidianidad con detalles meticulosos, desde el desayuno más básico hasta el tratamiento más enrevesado para las enfermedades venéreas.
Incluso, Casanova detalló el método anticonceptivo que aplicaba en sus orgías para no dejar embarazadas a las mujeres con quienes mantenía sus relaciones sexuales.
Las memorias de Casanova como un mapa del sexo en el siglo XVIII
Lejos de ser un relato obsceno de las conquistas sexuales de Casanova, sus memorias ofrecen una visión extraordinaria del mundo de la salud pública, la planificación familiar y la transmisión y el tratamiento de las enfermedades venéreas en la Europa del siglo XVIII.
Los historiadores no desconocen por completo la salud sexual de los europeos antes de Casanova. Hay pruebas que sugieren que la anticoncepción es más antigua que la Biblia.
De hecho, tanto la Biblia como el Corán, hacen referencia al coitus interruptus, y los antiguos egipcios utilizaban una forma de espermicida. A finales del siglo XV, la profilaxis era también una preocupación creciente.
Está documentado que la sífilis empezó a hacer estragos en Europa a finales del siglo XIV, y las pruebas arqueológicas del castillo de Dudley, en Inglaterra, demuestran que los preservativos se utilizaban en Europa a mediados del siglo XVII.
Sin embargo, se desconoce si los dispositivos anticonceptivos y profilácticos eran un producto raro o un artículo doméstico común antes del siglo XVIII.
Tampoco se sabe si, por ejemplo, los preservativos se utilizaban principalmente para la anticoncepción o para la profilaxis. Aparte de unas pocas referencias, como las señaladas anteriormente, quedan pocas pruebas de las creencias y prácticas públicas en torno a la salud sexual antes de la Revolución Industrial.
Las memorias de Casanova, publicadas por primera vez de forma póstuma en la década de 1820, ofrecen algunas respuestas a estas preguntas. Es uno de los primeros documentos que se conservan y que proporcionan detalles históricos vívidos sobre las creencias y prácticas comunes del siglo XVIII.
Allí se mencionan las técnicas anticonceptivas, el conocimiento y el tratamiento de las enfermedades de transmisión sexual, y una breve visión de la epidemiología.
Las memorias de Casanova demuestran que él (y muchas de sus parejas) conocían bien la existencia de los preservativos, a los que se refiere como “paquetes”, “vainas” y “artículos ingleses”, entre otros eufemismos.
Casanova utiliza regularmente las vainas, a menudo hechas de lino o de intestino de animal, como dispositivo anticonceptivo.
Por ejemplo, en 1754, durante una aventura con una monja, a la que se refiere con las iniciales M.M., Casanova describe el hallazgo de una caja de “ciertas vainas contra la fatal y temida gordura (embarazo)” en el escritorio de su “amada monja”.
El libertino escondió la caja y la monja le ruega a Casanova que se las devuelva “por seguridad”. Esta narración implica el acceso generalizado del público a los preservativos, así como su uso como método anticonceptivo.
Dejando a un lado el uso del preservativo, Casanova estaba bastante desinformado sobre el proceso biológico de la procreación. Algo expuesto cuando, durante un encuentro con su amada monja, cuenta que ella se “tragó unas gotas de semen”.
Luego de ese momento, el libertino se lamenta: “me desesperaría si te pusiera en situación de ser madre”. A lo que M.M. responde: “Lo sabré dentro de poco…” y describe cómo podría ser “curada” por un médico en caso de que el temido embarazo se hiciera realidad.
Aunque no describe el método de la posible “cura”, el comentario de la monja deja claro que los servicios de aborto estaban fácilmente disponibles. Por supuesto, la monja no se queda embarazada, pero el pánico lo experimentaron.
Cómo trataba Giacomo Casanova las enfermedades venéreas
A pesar de su amplia experiencia sexual, Casanova tenía un escaso conocimiento sobre la prevención de enfermedades. En lugar de utilizar el preservativo como profilaxis en todos los encuentros sexuales, Casanova se basó en la observación de los síntomas físicos de la pareja, como el aspecto de la piel de la mujer, para determinar si está o no enferma.
Aunque Casanova tiene razón en que esta herramienta de diagnóstico sirve para identificar la sífilis en fase 1 y 2, no logra identificar la infección durante la fase latente. Además, como las lesiones pueden estar ocultas en los pliegues de la piel, el examen físico externo puede incluso no diagnosticar la sífilis en estadio 1.
En 1760, Casanova descubre los límites de sus facultades de diagnóstico tras contraer un caso grave de sífilis de su amada Renaud, que “me contagió una enfermedad que devoraba sus partes interiores y no dejaba ninguna huella en el exterior, por lo que era tanto más peligrosa cuanto que la frescura de su cutis parecía indicar la más perfecta salud”.
Como es lógico, la infección transmitida por Renaud no es más que un caso entre muchos otros en los que Casanova contrae una enfermedad venérea, probablemente casos de gonorrea y sífilis, aunque no describe los síntomas con suficiente detalle como para confirmarlo.
Casanova suele tratar sus infecciones con alguna combinación de mercurio y dieta (ayuno o consumo de ciertos alimentos prescritos), y las memorias incluyen gran detalle sobre el curso del tratamiento que sigue.
Por ejemplo, después de la infección de Renaud, contrata a un médico llamado Cefálides para el tratamiento. Y escribió:
“Me examinó y declaró que podía curarme con sudoríficos sin tener que recurrir al cuchillo. Comenzó su tratamiento sometiéndome a un régimen severo, ordenando baños y aplicando mercurio localmente. Soporté este tratamiento heroico durante seis semanas, al final de las cuales me encontré peor que al principio”, escribió.
El “tratamiento heroico” probablemente hizo más daño que bien, y la “curación” puede haber sido simplemente el resultado de que los síntomas secundarios de la sífilis siguieran su curso.
En capítulos posteriores, el propio Casanova reconoce el peligro de algunas “curas”, incluido el mercurio, que mata al menos a uno de sus amigos. Por desgracia para Casanova y sus contemporáneos, las propiedades curativas de la penicilina no se descubrirían hasta dentro de dos siglos.