Botellas de vidrio, latas de aluminio, neumáticos, cartón… En San Jerónimo, un pueblo colombiano a 35 kilómetros de Medellín, tardaron apenas 24 días en construir una escuela con estos materiales reciclados que se ha convertido en la primera sustentable de Colombia.
El establecimiento cuenta con energía solar, un sistema de aguas autónomo, sus propias huertas, un aula experimental y un domo geodésico para la producción de alimentos y biodiversidad.
Los niños que allí se educan están conectados con la naturaleza y hablan con propiedad sobre conservación. Muchos de ellos participaron en el proceso de fabricación de hoteles de insectos, casas para aves, un banco de semillas de plantas autóctonas y una compostera.
“Me han enseñado que si uno no cuida la naturaleza no podemos vivir”, expresa a Efe Emanuel Agudelo, uno de los 52 estudiantes de la sede El Rincón de la Institución Educativa Rural Agrícola (IERA).
Este plantel fue transformado en la primera escuela pública sustentable de Colombia por la organización uruguaya Tagma, dedicada a desarrollar proyectos innovadores en Latinoamérica con la educación y la sustentabilidad como ejes.
A sus 10 años, Emanuel, estudiante de quinto grado, pide no contaminar más los ríos y no quemar los bosques. Rechaza la tala de árboles para “no dejar a los pajaritos sin nido”, y reconoce que otros niños “no tienen escuelas con la capacidad para hacer experimentos ni para para cuidar la naturaleza”.
ECOESCUELAS CONSTRUIDAS CON RESIDUOS
Cerca de 2.000 latas de aluminio, otras tantas botellas de vidrio, 500 neumáticos y 50 metros cuadrados de cartón fueron reutilizados para la construcción de esta escuela ecológica, un proyecto que contó con el apoyo de Directv, Disney y National Geographic, además de involucrar a maestros, estudiantes, voluntarios, organizaciones, autoridades locales y a la comunidad para que sientan propia la escuela.
“Nos parece importante trabajar con la educación pública. Poder acompañar a docentes rurales a que puedan tener más herramientas pedagógicas para potenciar sus actividades de educación ambiental”, señala a Efe la coordinadora de la red de escuelas de Tagma, Carolina Goijman.
Cuenta que esta organización tiene como meta construir una escuela sustentable en cada país de Latinoamérica, un proyecto que empezó en 2016 cuando inauguró en Uruguay la primera institución de este tipo. Después levantó sedes en Argentina y en Chile para luego edificar en Colombia la cuarta escuela de esta red con la colaboración de más de 100 técnicos y voluntarios de siete países.
Un aula experimental es quizás, junto al domo geodésico, la parte más llamativa de la nueva escuela, embellecida con jardines y plantas comestibles, medicinales y aromáticas.
El edificio fue diseñado para “aclimatar naturalmente” con el uso de materiales como la palma, una especie de aislante térmico. También utilizaron técnicas locales y materiales como la tradicional guadua (una variedad de bambú) para fabricar mobiliario, cerramientos, puertas, ventanas y macetas, entre otros.
TRANSFORMAR COMUNIDADES Y EDUCAR
La experiencia en San Jerónimo facilitó la transmisión de conocimiento a la comunidad educativa y a sus pobladores con clases teórico-prácticas durante el ciclo de construcción de un espacio autosuficiente que cuenta con un sistema de recuperación del agua de lluvia para almacenar en tanques de 2.250 litros.
Además, los seis paneles fotovoltaicos instalados en el tejado del aula, con una capacidad de 2.670 vatios, generan la suficiente energía para abastecer a todas las áreas de la escuela, inaugurada hace pocos días con la presencia de integrantes de Tagma y representantes de Directv.
María Paula García, de 16 años, cree que el conocimiento es uno de los “más importantes agentes” y lo quiere aprovechar. Reconoce que, pese a estudiar en un colegio agropecuario, “nunca se había visto en una zona como esta poder adquirir ese conocimiento” sobre la naturaleza y aprender, como lo hizo en el taller construcción sustentable, sobre tipos de madera, recolección de residuos y su utilización para fabricar muros con latas de cerveza y botellas de vidrio.
Al maestro Juan Diego Parra, enseñar en una escuela sustentable, “desde el punto de vista pedagógico”, le parece “muy importante” porque los niños aprenden “interactuando directamente con el medioambiente”.
“No solo van a estudiar en los libros la teoría, sino la parte práctica”, resalta el profesor.
Ahora, la institución tiene como norma reducir, reciclar y reutilizar, y evitan la producción de residuos. Las huertas con lechuga y tomate, además de producir alimento “sano, justo y agroecológico”, promueven la seguridad alimentaria.
Y entre carteles con consignas ecológicas y dibujos infantiles, la sede de El Rincón, donde hacen visitas guiadas, impulsan el uso racional de los recursos y la mitigación del cambio climático para favorecer una transformación cultural y propagar un mensaje de conservación.
EFE