Está claro que el único y excluyente propósito que guía cualquier iniciativa de este régimen es sencillamente prorrogarse en el poder. Cuanto haya que hacer, cambiar o inventar, sin miramientos. Eso priva sobre el evangelio del profeta lenguaraz y su ya periclitado plan de la patria. También, si es preciso, sobre el modelo de sus ideólogos cubanos. Luego de más de veinte años han entendido que la economía liberal y el mercado son insumergibles, que la propiedad socialista de los medios de producción, invento del desocupado Marx, es una falacia, solo eficaz para engendrar pobreza.
Faltaba que alguien les explicara quien era Den Tsiao Ping y su fórmula que rescató a los chinos de la inanición y la miseria del modelo comunista, para arrancar resueltos a tapar la tumba que les estaba cavando el “exprópiese” del lenguaraz barinés. Comenzaron con la devolución del icónico Sambil de la Candelaria, medios de producción agrícola, Agro Isleña y ahora sorprenden abriendo a subasta pública porcentajes de las grandes empresas de la producción industrial y servicios.
Es razonable admitir que tales iniciativas, abren una brecha necesaria para devolverle organicidad a la economía, hoy en el hueso de lo que era hace ocho años. Esto implica inversión privada para generar producción y empleos, una fórmula distinta a la hoy economía de puertos que contenta a muy pocos y de nulo impacto reproductivo para el bienestar de las grandes mayorías.
Pero los venezolanos somos muy distintos a los chinos, pueblo que ancestralmente ha sido vasallo de sus mandatarios. Se atisba que el modelo que acaricia la banda gobernante para su sobrevivencia es ese, la dictadura del partido único con cierta liberalización económica. Que no nos engañe esta reapertura de la economía de mercado. Nosotros hemos vivido la democracia y nuestro objetivo, además del rescate social y económico, continúa siendo recuperar la democracia liberal, multipartidista, sin presos políticos, censura ni corrupción.