Hasta mediados del siglo pasado el destino de Máxima Zorreguieta como reina era impensado. Y no solo por las geografías y culturas distintas sino porque hasta ese momento las bodas entre personas de la monarquía eran solo entre royals. Resultaba casi imposible que un noble se enamorara de una plebeya y si lo hacía debía renunciar al trono como Eduardo VIII lo hizo al enamorarse de Wallis Simpson.
Por infobae.com
Los herederos a la corona se casaban con la persona que les resultaba “conveniente” más que la amada. Así Juan Carlos de España eligió a Sofía, princesa de Grecia, aunque estaba enamorado de Gabriela de Saboya con quien no se pudo casar porque la consideraban “libertina” por estudiar Filosofía. Más cerca del tiempo, el príncipe Carlos de Inglaterra se casó con la tímida Lady Di sobre la pasional Camilla Parker. No es necesario recordarle al lector la infelicidad que trajeron estos matrimonios por conveniencia más que por genuino amor.
Conociendo estas historias cuando Máxima Zorreguieta profetizó en su egreso de su secundario tan tradicional como exclusivo “Yo me voy a casar con un noble”, nadie podía imaginar que ese deseo sería una realidad. Sin embargo, la profecía de la muchacha resultó cierta y hoy es Máxima de Holanda, una reina amada por su pueblo y que logró algo que muchos creían impensado: que su esposo estuviera feliz con su destino.
De Máxima Zorreguieta se sabe mucho y a su vez, se sabe muy poco. Existe un cerco de discreción y hermetismo en su entorno argentino. Se divulgaron pocas fotografías de su infancia y adolescencia. Se sabe que nació un día como el de hoy pero hace 51 años en Buenos Aires, Argentina, y que siempre fue tan sociable como simpática, sin embargo casi ninguna persona de su círculo íntimo ni entorno habla con la prensa o con biógrafos para compartir recuerdos de esas épocas.
Los datos que trascendieron son pocos y los típicos de otras muchachas de su entorno social: vacaciones de verano en Punta del Este y de invierno en Bariloche; un colegio inglés exclusivo donde Máxima, pese a no pertenecer a una familia aristocrática ni millonaria, logró formar un buen grupo de amigas; estudios de Economía en una universidad tradicional y algunas tareas como profesora particular de matemáticas e inglés.
Más tarde llegó un puesto en un banco argentino, para luego, en el verano de 1995, mudarse a trabajar a Nueva York. A diferencia de tantos jóvenes que emigran Máxima no quería trabajar de moza o en tareas precarias, deseaba un puesto de acuerdo a sus estudios y círculo social. Y lo logró (hay que reconocer su empuje). La argentina con su título de una universidad del sur del continente americano, pero una fuerza arrolladora, consiguió un puesto en Credit Suisse.
En esa época comenzó a noviar con un tal Orlando. Como relata el libro “Máxima, la construcción de una reina”, el noviazgo naufragó porque la familia del novio “no creyó que la argentina fuera una candidata que estuviera a la altura de su hijo”. Vaya a saber lo que pasó con Orlando, aunque seguro hoy no debe ser fan de leer notas de realeza.
Mientras Máxima hacia su camino, del otro lado del océano un joven noble penaba contra su destino: el príncipe Guillermo, heredero del trono de Holanda. El primogénito de la reina Beatriz no era el favorito de sus connacionales, al contrario. Estudiante del montón, sus profesores decía que como alumno era “inteligente pero no muy estudioso ni intelectual” y dudaban que pudiera reinar.
En la adolescencia la prensa lo apodó Príncipe Pils, por la cantidad y la marca de cerveza que bebía. Vivió varios romances, uno de ellos terminó en escándalo. En 1994, apareció Emili Bremers, una azafata. La presentación en sociedad fue desastrosa. Los novios chocaron con su auto cuando se iban de vacaciones y tuvieron que salir dar explicaciones. La relación se rompió cuatro años después. Cuando trascendió su mediocre tesis final con que se licenció en Historia el Príncipe Pils, pasó a ser conocido como “Guillermo el tonto”. El colmo fue cuando premiado escritor holandés Jeroen Brouwers en un texto antimonárquico se burló de él, al sentenciar que “tiene la presencia intelectual de una lechuga y la profundidad de una tabla de surf”.
Así estaba Guillermo penando con un futuro del que no se podía escapar y que pocos creían que cumpliría con dignidad. Parecía la encarnación del holandés errante, si el barco fantasma estaba condenado a vagar por los océanos del mundo, él se sentía condenado a vagar por los compromisos protocolares. Miraba con cierta envidia a su hermano Friso que con su título de ingeniero aeronáutico trabajaba en lo que quería y no en lo que le imponían. Con solo 30 años ya era vicepresidente de la sede de Goldman Sachs en Londres. Friso solía bromear con los periodistas pidiendo: “Cuiden mucho a mi hermano así el puede ser rey y yo seguir haciendo lo que me gusta”. En cambio, Guillermo sabía que jamás trabajaría de lo que amaba: ser piloto de aviones comerciales.
Fue en 1999, cuando ese muchacho que debía pero no quería ser príncipe conoció a Máxima. La historia es muy conocida. Fue en una fiesta en la Feria de Sevilla. A Guillermo le gustaba practicar diversos deportes, desde tenis hasta patinaje, pero para bailar no era un dotado ni siquiera un habilidoso con esfuerzo. Esa noche cuando invitó a bailar a Máxima, luego de los primeros pasos ella le lanzó con alegría y desparpajo un: “You are made of wood” (sos de madera). Él lejos de enojarse quedó encantado con esa latina, espontánea, divertida y dueña de la sonrisa más encantadora del planeta.
Y se enamoraron. Vencieron todos los obstáculos. Máxima aprendió holandés y protocolo, dejó su vida para empezar una nueva. Guillermo peleó por la mujer amada, le dijo “Confía en mí” y logró que todos aprobaran su decisión.
El 2 de febrero de 2002, Guillermo y Máxima se casaban. “Para el observador superficial, esto parece un cuento de hadas. Pero usted ya sabe de las dolorosas limitaciones que impone el título de princesa. Incluso el día de hoy”, le dijo Job Cohen el alcalde que los unió en su boda civil y puso en palabras la mezcla de felicidad y tristeza de ese día.
Los que siguen de cerca los vaivenes de la realeza, aseguran que Máxima logró resignificar la vida de Guillermo. Donde el veía protocolo aburrido, ella le hizo descubrir simbolismo. Lo que él sentía como obligaciones, ella se lo cambió por responsabilidades. Si tenían el destino marcado, pero en ellos estaba la tarea de hacer que ese destino valiera la pena. Digamos que le hizo ver el vaso medio lleno donde él veía el vaso medio vacío. Logró que Guillermo comenzara a disfrutar de ese mundo que conocía desde la cuna y que ahora, su esposa plebeya se lo resignificaba.
Los que transitan el palacio dicen que Máxima llenó de alegría los pasillos. Que era frecuente escuchar su risa ante cada recoveco que descubría y encontrar a la pareja en medio de un ataque de risa. La espontaneidad de Máxima cautivó a los holandeses. Que el príncipe hubiera elegido una mujer con físico no de modelo de pasarela sino “normal” les había encantado, pero si además la mujer sonreía con espontaneidad y no con “cara de foto” directamente les hizo firmar la rendición incondicional.
Máxima no perdió su espontaneidad ni se olvidó de sus afectos. En el 2003 hubo un mini escándalo que sin embargo, mostró como nunca que ella seguía siendo ella. Se difundió un email donde la princesa anunciaba a sus amigos y familiares argentinos su primer embarazo.
“Queridos Amigos/Amigas, Primos/Primas, Tíos/Tías, etc., Alex y yo les queríamos contar que estamos esperando una criatura para principios de Enero (sic).
“Sí, estoy embarazada, un shock. Pero estamos felicísimos. Es uno solo (para los que leyeron que me hice un tratamiento y espero mellizos) y no nos hicimos tratamiento. El 18 de junio a las 17 hs (hora Holandesa) lo anunciamos, así que les rogamos no contar hasta ese entonces!!!!!!!!!!!!!!!!!
“A las nenas, me siento orgullosísima de poder compartir tanto embarazo con ustedes. No saben lo que me tuve que comer la lengua para no contarles!!!!! Me muero por verlas!!!! A la flia., y otro más, acá agregamos un Zorreguieta-Cerruti más!!!!!”
“No lo carguen, siempre va a ser un bicho de otro pozo que no va a cazar ni una!!!! (sic). Imaginen cuando sus hijos les digan: “pero mami, habla raro!!!” Espero que no se venga con aires de principito/a… lo estrolo contra la pared. (sic) Millones de besos, Alex & Max.”
El texto provocó un mini escándalo. El verdadero y real porque el mail privado de la princesa había sido hackeado. El segundo todavía provoca risa. Muchos dudaban de la veracidad porque cómo una princesa escribiría de un modo tan coloquial. Lo malo no fue el mail sino sus consecuencias: a partir de ese momento se aumentaron las normas de seguridad sobre su privacidad.
Al año siguiente se difundieron unas fotos que mostraban a Máxima, junto a Guillermo Alejandro en un viaje en avión, a la princesa bailando en el casamiento de una amiga y al príncipe sonriéndole a la pequeña Catharina. Salieron en varias revistas argentinas. Simultáneamente a la publicación se supo que las fotos habían sido tomadas por una cámara de la pareja real que había sido robada en su última visita a la Argentina. El comerciante argentino que las vendió fue sancionado judicialmente.
Aunque al verla en fotos, a veces parece que Máxima tiene una vida donde solo hay sonrisas, el dolor varias veces al atravesó. La muerte de Inés, su hermana menor y la de el príncipe Friso, la atravesaron. Fueron despedidas duras e inesperadas como también lo fue la de su padre Jorge.
En tiempos de mujeres empoderadas, el rol de Máxima puede resultar anacrónico. Sin embargo, ella se las arregla para darle sentido a su tarea. Sabe que es foco de atención por cómo se viste y lo aprovecha para transmitir mensajes. No solo luce modelos de diseñadores holandeses, también cuela algún accesorio, prenda o detalle de creadores argentinos.
A nivel mundial se convirtió en referente de los microcréditos, pequeños préstamos que se otorgan a personas o grupos sobre todo en países en vías de desarrollo o emergentes.
Hoy la reina Máxima cumple 51 años. Imaginamos que por más que su marido sea el rey, la despertará cantándole el tradicional “Lang zal ze/zij/hij leven” (que según los traductores significa que viva por muchos años). Quizá le cocinen Stroopwaffels, unas galletas de waffels rellenas de caramelo o como hizo en su cumpleaños 49 sorprenda compartiendo en Instagram cómo prepara alfajores de maicena para festejar.Pocos van a conocer cómo será realmente ese festejo, ya que hay un cerco muy fuerte sobre su intimidad. De lo que si hay certeza es que Máxima empezará el día con una sonrisa y lo terminará igual. Porque Máxima sigue luciendo esa sonrisa que solo detentan esos afortunados que andan contentos con la vida.