Desde Sun Tzu hasta el general Tommy Franks una de las preocupaciones de un comandante militar es ocultar la estrategia de guerra y el plan operativo a sus rivales. Porque como bien dijera Sun Tzu “para ganar cualquier batalla es menester conocerte a ti mismo en primera instancia y ocultarte a los ojos del enemigo”.
Si bien lo primero es difícil por todo el condicionamiento que los seres humanos experimentan por la via de la educación familiar y escolar, lo segundo se ha tornado imposible en este siglo XXI donde hay cámaras en todos los dispositivos telefónicos y cualquier documento de alta confidencialidad puede ser obtenido por vías licitas (orden judicial para proteger el derecho a la información) o ilícitas (sustracción ilegal). La ubicuidad de cámaras fotográficas; grabadoras de sonido y satélites ha hecho imposible el ocultamiento de cualquier hecho, situación o interacción humana. Estos dispositivos traen a nuestras pantallas sean de TV, de computadora o de teléfono los acontecimientos en pleno desarrollo y en vivo y en directo via las redes sociales que no son reguladas por nadie más que sus propios dueños. Esta capacidad de trasmisión ha creado una cultura de la instantaneidad que lleva a los medios de comunicación que si están sujetos a un marco regulatorio universal a buscar contenidos exclusivos para poder competir con las redes sociales y su capacidad infinita de ser testigos de cualquier acontecimiento sea este feliz o luctuoso. Dicha competencia lleva a los medios de comunicación a develar secretos industriales; relaciones íntimas de cualquier persona en posición de liderazgo; desviaciones de conducta, ideológicas o sexuales del pasado y las estrategias y planes operativos de una guerra como estamos viendo en Ucrania.
Es así como el Washington Post obtuvo y publicó la información sobre el apoyo de inteligencia dado por el gobierno de Estados Unidos a Ucrania. Gracias a ese medio nos enteramos de que el ejército de Ucrania había podido incrementar significativamente su efectividad porque la inteligencia norteamericana le había trasmitido las posiciones exactas de los recursos bélicos rusos y la de los comandantes del ejército de ese país. Suponemos que el Washington Post no pensó antes de publicar su hallazgo sobre el impacto que dicha develación tendría para cientos de miles de ucranianos que posiblemente perderán su hogar, su salud o la vida gracias a que los lideres rusos habrán cambiado todos sus sistemas de comunicación dificultando que Estados Unidos pueda continuar identificando el sendero estratégico y el campo operativo ruso. Y ni hablemos de la noción de seguridad para los propios norteamericanos. Porque esta revelación hará que Rusia redoble esfuerzos para identificar el talón de Aquiles de Estados Unidos y por allí atacarle.
Y seguro que la publicación del Washington Post ha provocado que los diarios rivales empeñen recursos para encontrar otra mina informativa exclusiva que probablemente tendrá un impacto muy negativo sobre la capacidad de Occidente de poner fin a este trágico episodio de la historia en el que un régimen autoritario y criminal cercena la libertad y la vida de una democracia naciente.
Durante la segunda guerra mundial el gobierno inglés desarrolló un conjunto de mensajes destinados a instar a la población a proteger los secretos de guerra en su lucha contra el nazismo. Uno de ellos Indicaba “Los pasa palabra nos harán perder la batalla “(Tittle Tattle lost the battle). Quizás debería la sociedad civil de las democracias occidentales exigir igual responsabilidad a los medios modernos sean redes sociales, individuos o medios de comunicación.
Internacionalista; Maestría en desarrollo económico, integrante del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos