Shaquille O’Neal fue uno de los jugadores más dominantes de la historia de la NBA y, sin dudas, uno de los 10 más importantes. Con 2m16 y cerca de 150 kilos, con una movilidad y velocidad de alguien 20 centímetros más bajo y con 40 kilos menos, el pivote impuso su ley desde que llegó a la mejor competencia del mundo, en 1992, con apenas 20 años. La combinación de habilidades físicas –fuerza, potencia, velocidad y altura-, sumada a su agresividad en el juego, lo convirtieron en una fuerza intimidante. Un terror de la zona pintada para rivales y hasta para tableros y aros –rompió dos en su primera temporada-. Shaq, luego de amagar con conquistar la NBA con aquella hermosa dupla que hizo con Penny Hardaway en Orlando Magic –fue finalista en 1995-, lo terminó haciendo cuando se fue a los Lakers en 1996 y formó un dúo aún mejor, aquel mítico con Kobe Bryant, que tuvo enormes resultados en la cancha y más de una pelea afuera… Un tricampeonato entre 2000 y 2002 lo catapultó a la cima de la NBA. En el 2000, por caso, fue el mejor (MVP) de la fase regular, el All Star y las Finales. Un dominio absoluto. Premios que repetiría en las definiciones del 2001 y 2002. En 2004 se fue a Miami, donde volvería a ser campeón en 2006, y en 2011 cerró una carrera majestuosa de 19 temporadas, con promedios de 24.6 puntos, 58% de campo, 11.2 rebotes y 2.3 tapas.
Ya cuando colgó las botitas, Shaq tenía otras inquietudes y lo había mostrado durante su etapa de jugador, desarrollando otras facetas. La primera, la de músico, grabando cinco álbumes de estudio y otro recopilatorio. El primero, Shaq Diesel, recibió la certificación de platino en 1993. Un rapero con habilidades criticadas, pero siempre populares. Luego vinieron Shaq-Fu: Da Return en 1994, You Can’t Stop the Reign en 1996, Respect en 1998 y, en 2001, Shaquille O’Neal Presents His Superfriends. También, durante los 90, estuvo en varias películas. En Kazaam, una comedia juvenil en la que Shaq hace de un genio que parece haber perdido sus poderes. Y en 1994 estuvo en una muy buena protagonizada por Nick Nolte, con la trama en el básquet universitario y su corrupción. Lo que quedó clara era que su veta artística y condición de entertainer –hoy sigue despuntando el vicio como DJ de fiestas electrónicas, además de una curiosidad por hacer otras cosas fuera de su deporte-.
Shaquille O’Neal fue uno de los jugadores más dominantes de la historia de la NBA y, sin dudas, uno de los 10 más importantes. Con 2m16 y cerca de 150 kilos, con una movilidad y velocidad de alguien 20 centímetros más bajo y con 40 kilos menos, el pivote impuso su ley desde que llegó a la mejor competencia del mundo, en 1992, con apenas 20 años. La combinación de habilidades físicas –fuerza, potencia, velocidad y altura-, sumada a su agresividad en el juego, lo convirtieron en una fuerza intimidante. Un terror de la zona pintada para rivales y hasta para tableros y aros –rompió dos en su primera temporada-. Shaq, luego de amagar con conquistar la NBA con aquella hermosa dupla que hizo con Penny Hardaway en Orlando Magic –fue finalista en 1995-, lo terminó haciendo cuando se fue a los Lakers en 1996 y formó un dúo aún mejor, aquel mítico con Kobe Bryant, que tuvo enormes resultados en la cancha y más de una pelea afuera… Un tricampeonato entre 2000 y 2002 lo catapultó a la cima de la NBA. En el 2000, por caso, fue el mejor (MVP) de la fase regular, el All Star y las Finales. Un dominio absoluto. Premios que repetiría en las definiciones del 2001 y 2002. En 2004 se fue a Miami, donde volvería a ser campeón en 2006, y en 2011 cerró una carrera majestuosa de 19 temporadas, con promedios de 24.6 puntos, 58% de campo, 11.2 rebotes y 2.3 tapas.
Ya cuando colgó las botitas, Shaq tenía otras inquietudes y lo había mostrado durante su etapa de jugador, desarrollando otras facetas. La primera, la de músico, grabando cinco álbumes de estudio y otro recopilatorio. El primero, Shaq Diesel, recibió la certificación de platino en 1993. Un rapero con habilidades criticadas, pero siempre populares. Luego vinieron Shaq-Fu: Da Return en 1994, You Can’t Stop the Reign en 1996, Respect en 1998 y, en 2001, Shaquille O’Neal Presents His Superfriends. También, durante los 90, estuvo en varias películas. En Kazaam, una comedia juvenil en la que Shaq hace de un genio que parece haber perdido sus poderes. Y en 1994 estuvo en una muy buena protagonizada por Nick Nolte, con la trama en el básquet universitario y su corrupción. Lo que quedó clara era que su veta artística y condición de entertainer –hoy sigue despuntando el vicio como DJ de fiestas electrónicas, además de una curiosidad por hacer otras cosas fuera de su deporte-.
Una de esas cosas fue interesarse en cómo invertir su dinero y de qué forma convertirse en un empresario exitoso. Lo suyo no había comenzado tan bien cuando gastó su primer millón de dólares a los 30 minutos de recibir el primer cheque y sin haber siquiera debutado en la NBA. No era el camino para un joven de 21 años que venía de la Universidad de Lousiana. Pero Shaq supo rescatarse y así no terminar como muchos basquetbolistas de la NBA, que luego de retirados pierden su fortuna en pocos años. A tal punto que el portal Home of Playmakers aseguró que el 60% de los ex jugadores caen en bancarrota o enfrentan graves problemas económicos en un máximo de cinco años posteriores al retiro… Shaq, en cambio, con determinación, curiosidad y buenos instintos, es hoy uno de los ex atletas que más dinero embolsan, después de Michael Jordan, claro.
O’Neal gana cerca 25 millones de dólares al año gracias a los acuerdos de patrocinio que tiene con empresas como Icy Hot, Gold Bond, Buick y Zales, entre otras. Además, es accionista de 155 restaurantes Five Guys Burgers, 17 restaurantes Auntie Annie’s Pretzels, decenas de sucursales de la famosa pizzería Papa John’s, 150 lavaderos de vehículos, 40 gimnasios de 24 horas, un centro comercial, un cine y varios clubes nocturnos de Las Vegas, según el portal Celebrity Net Worth. También tiene participaciones en Apple y Ring, compañía que Amazon compró por 1.000 millones de dólares. Pero, como pasó en su carrera, O’Neal siempre va por más. Como segundo mayor accionista del conglomerado Authentic Brands Group (ABG), en agosto del 2021 terminó comprando Reebok, la primera marca que confió en él cuando llegó a la NBA en 1992. Shaq cumplió su sueño –y objetivo- pagándole 2500 millones de dólares a Adidas, su dueño anterior, y ahora se enfrenta a un nuevo desafío.
ABG se ha dedicado a revivir marcas históricas, como Forever21, Aeropostale, Airwalk, Lucky Brand, JC Penney, Juice Couture, Barneys New York y Volcom, y ahora quiere repetirlo con Reebok. “En 1992, cuando firmé, Nike era el gigante, porque tenía a Jordan, pero Reebok estaba muy cerca. Luego vi su decadencia y el surgimiento de otras marcas. Fue cuando le dije a Jamie –Salter, el CEO- que debíamos conseguirla. Él me miró, para ver si lo decía en serio y sólo me dijo okey. Meses después se lo repetí y tiempo después, cuando yo ya me había olvidado, me dijo que tenía una sorpresa, que sólo debía firmar sin mirar lo que era… Lo hice y entonces me dijo ‘felicitaciones, somos los dueños de Reebok’. Fue una gran alegría, uno de los mejores días de mi vida… Ahora quiero devolver a la marca adonde pertenece”, contó Shaq.
El ex jugador contó por qué decidió sumarse a este grupo de inversores, dando una pista de qué lo mueve a la hora de los negocios. “Yo quería ser parte de una compañía así, poner mi nombre y muchas vinieron a verme. Pero cuando vi a Jamie y su familia entendí que era el lugar correcto para mí. Se trata de un gran líder, nunca duerme y lo puedo llamar a cualquier hora. Yo he estado por años en los negocios y es la única persona a la que le puedo decir ‘haceme esto’ y lo hace. Nadie trabaja más que él”, explicó sobre su decisión. En una nota con el portal FN, Salter le devolvió las flores, dejando claro lo involucrado que está el ex pivote en esta nueva vida laboral. “Sí, hay una persona que trabaja tanto yo como: Shaq. Es quien más lo hace en el showbiz. Lo hace temprano, a la noche, nunca dice que no y siempre está ahí para todos, los hinchas, la familia y los negocios. Es impresionante”, comentó, rescatando además la onda que le pone a cada momento, algo que O’Neal destaca cuando le preguntan qué le suma él a la compañía. “Lo mejor de la empresa es el ambiente de trabajo. La pasamos muy bien trabajando. Y sí, la verdad, yo en eso me destaco. Me siento orgulloso de considerarme el embajador de la buena onda. Tengo 50 años y en los días que me queden en este planeta quiero pasarla bien, que la gente sonría, la pase bien y sea feliz”, dejó claro.
Mucho tiene que ver la historia de Shaq. Nacido en Neward, New Jersey, como hijo de una madre (Lucille) soltera que tenía 17 años, creció bajo la tutela de su abuela y tías, en un barrio peligroso donde era habitual la venta de drogas, las peleas y los asesinatos. Cuenta la historia que su abuela, de fuerte personalidad, corría a los dealers de la vereda cuando le ofrecían droga. “Vayansé, déjenlo en paz, este niño será un gran basquetbolista”. No fueron años fáciles para la familia, en especial para una madre sola, tan joven. “Le puse Shaquille Rashaun que, en el Islam, son nombres que significan ‘Pequeño Guerrero’. Sabía que necesitaría esa fuerza y yo siempre le decía que lucharía por él, aunque debía saber que debía hacer lo suyo”, recordó.
Ella, dicen, le dio la fuerza y el padrastro, la disciplina. Como buen militar, el Sargento Phillip Harrison, impuso una ruda rutina, que incluía consejos, retos y hasta algunos golpes, a los que Shaq no recuerda mal “porque siempre tenía razón”. Los cambios de trabajo de Harrison hicieron que O’Neal viviera en muchas ciudades, incluyendo en Wildflecken, Alemania, en una base militar que tiene USA. Allí, cuando lo vieron trabajar, a los 13 años y con un físico portentoso de 1m96, le recomendaron abandonar el básquet y dedicarse a ser arquero de fútbol. Propuesta que Shaq analizó pero dejó de lado cuando al año siguiente regresó al país, puntualmente a San Antonio –a su padrastro lo derivaron al Fuerte Sam Houston-, y empezó a mejorar en el secundario Robert Cole. Allí sólo perdió un partido en dos años (68-1), con un físico portentoso de 2m08 y 108 kilos. Dale Brown, coach de la Universidad de Lousiana State, fue quien lo sedujo. Lo había conocido en aquella base militar en Alemania y, durante años, lo ayudó a progresar, con consejos y planes de trabajo. Shaq, convertido en una estrella nacional, no dudó en respetar su palabra, pese a tener propuestas de universidades mucho más importantes y prestigiosas.
Shaq fue siempre así. Un hombre de palabra, de códigos, con calle puede decirse. Por eso no sorprende que sus grandes decisiones hayan tenido que ver con su intuición. Y un poco con la suerte, claro. Siempre cuenta él que su gran inversión llegó a fines de los 90, cuando compró acciones de Google. Y, sorprendentemente, gracias a la buena onda que siempre tuvo con los niños… Así lo contó en el programa The Ellen Show: “Era 1994 y yo estaba en un hotel de Los Ángeles, jugando con unos chicos, porque sus padres estaban reunidos, hablando de negocios, en una mesa de al lado. Y cuando esa reunión terminó, uno de los padres se acercó a mí y me dijo ‘gracias Shaq, como fuiste tan atento con mis hijos, te quiero ofrecer ingresar en una inversión si te parece. Me dijo ‘algún día los celulares serán así y asá, teclearás una palabra y aparecerá’… Cuando lo escuché, pensé que me gustaría apostar a eso. Y lo hice”, contó, siempre aceptando una cuota de suerte porque nunca pensó en lo que eso se convertiría. “A veces es estar en el lugar y en el momento adecuado”, aceptó, con razón. En 2004, cuando llegó a la bolsa de Wall Street, cada acción de Google cotizaba en 85 dólares. Su valor actual, ahora que se llama Alphabet Inc, ronda los 2.330, con Shaq todavía en ese negocio…
Durante sus 19 temporadas en la NBA, Shaq ganó 292.198.327 dólares en contratos (el mayor fue 27.7 en Miami, en la 04/05). Pero, lejos de quedarse con eso, ha ido por más. “No se trata del dinero que puedas ganar. La cuestión es si eras suficiente hábil como para mantenerlo”, es la máxima que resume su filosofía. No sólo lo hizo sino que ha incrementado su patrimonio, con mucha astucia, visión de futuro, determinación y con una estrategia, diversificar las inversiones. Todo comenzó en una de las tantas reuniones en la que O’Neal conoció a gente talentosa y le sacó provecho. “Una vez conocí a un caballero que me habló de la importancia de la inversión. Con un trozo de papel me lo explicó. ‘Hacé de cuenta que esto son 100 dólares’. Entonces partió el papel por la mitad y dijo: ‘La gente inteligente invierte estos 50 dólares y se queda con los otros 50, pero los ricos se llevan la mitad de esos 50 dólares y los guardan’. Me pareció interesante lo que me dijo, así que comencé a hacer eso”, recordó sobre un momento que, asegura, le cambió la vida.
Desde ese momento, la agresiva estrategia de O’Neal consiste en invertir el 75% de sus ingresos. Ahí, justamente, ha estado otra virtud: tomar consejos de personas adecuadas y no tener miedo de aplicarlos. Claro, a veces no todo sale tan bien. “En 1993 me reuní con Harold Schultz, el dueño de Starbucks, y me contó que quería abrir sucursales en comunidades afroamericanas. Yo, como nunca había visto a los negros tomar café, le dije que no iba a funcionar. Hoy, cuando voy a Starbucks y veo a los negros tomando café, me agarro la cabeza”, contó entre sonrisas, admitiendo que a veces ha perdido…
Shaq tiene un marcado espíritu empresarial y le gusta probar distintas opciones, aunque siempre evaluando el potencial de una idea de negocio, creando un plan y luego llevándolo a cabo con personas que conocen profundamente del tema. Mucho ha invertido en las franquicias de restaurantes, de ahí salen cerca de 20 millones que gana por año, por ejemplo. Varias de las inversiones giran en torno a la comida y ahí tiene una de las tantas reglas que rigen su vida: apuesta a las empresas de alimentos que a él le gustan, que conoce, no a cualquiera. Algunas han sido Five Guys Burgers (con 150 sucursales), Papa John’s Pizza, Auntie Annie Pretzel’s, Fruity Pibbles, Muscle Milk, Vitamin Water, AriZona Cream Soda, Wheaties y Big Chicken Shaq. Al ser un atleta, también ha apostado por el negocio del entrenamiento y tiene 40 ubicaciones de Fitness 24 horas, aunque siempre poniendo su toque personal. En el campo de las nuevas tecnologías, el ex pivote tuvo participaciones en Ring, compañía que Amazon compró por 1.000 millones de dólares en 2018. También invirtió en Loyal3, una startup de San Francisco. También tiene 150 lavadores de vehículos y hasta ha apostado en algo que le gusta frecuentar, clubes nocturnos en Las Vegas. También tiene acuerdos de patrocinio con empresas como Icy Hot, Gold Bond, Buick y Zales.
Shaq cambió. Cuando llegó a la NBA era un chico impulsivo que amaba los lujos y por eso se gastó su primer cheque en “autos de lujo, joyas y un viaje a Las Vegas”, como él mismo admitió. En ese sentido escuchó, como siempre, los consejos de especialistas. “El gerente de mi banco me advirtió que me arruinaría si seguía gastando como un loco porque no contabilizaba cosas como el impuesto a la renta y cosas así”, admitió. Hoy en día no sólo cuida esa parte sino que ha aprendido a diversificar inversiones y a prepararse para tomar decisiones. Por eso no sorprende que sus ganancias ronden los 20 y 25 millones de dólares por año. Casi tanto o más de lo que embolsó en salarios en sus mejores temporadas (la top fue la 04/05, con Miami, con 27.7 millones de sueldo).
Otra de las decisiones que tomó Shaq tuvo que ver con sus familiares, incluso sus hijos, a la hora de tocar el dinero que hay en los bancos. O’Neal entendió, siempre escuchando consejos sabios, que no hay fortuna que aguante si hay despilfarro. Como, por caso, fue el caso de Antoine Walker, quien fuera tres veces All Star y campeón de la NBA, pero perdió una fortuna de 110 millones de dólares. “Creí que tenía la vida resuelta. Pero perdí todo en tres años. Por culpa de un estilo de vida prohibitivo e insostenible. Pensaba que no podía negar nada ni a mi familia ni a mis amigos de la infancia. Entonces les daba todo. Durante mi carrera fui como un cajero automático y pagué las consecuencias”, reconoció el ala pivote que debió cerrar su carrera en ligas como las de Puerto Rico y Polonia para recuperar algo de lo que había perdido.
Shaq, se calcula, tiene una fortuna mayor a 400 millones, pero tomó una decisión que va de la mano con las reglas que rigen su vida y con las que busca educar a sus seis hijos para que hagan su propio camino y no cuenten con su dinero. “Mis hijos son mayores ahora. Se enojaron conmigo; yo no estoy realmente molesto con ellos, pero no entienden. Les digo todo el tiempo que no somos ricos, que yo soy rico”, confesó en el podcast Earn Your Leisure. Repitió la regla interna que tiene, algo que ya había contado en otros programas. “Para que toquen el queso (significa dinero en su jerga), tienen que presentarme títulos universitarios. Debés tener una licenciatura o una maestría y luego, si querés que invierta en una de tus empresas, vas a tener que presentármela”, admitió que les dijo. En ese sentido, sostuvo que siempre le hace saber a sus hijos que el dinero que ganó a lo largo de su vida es suyo y que “no les voy a dar nada porque sí”. Sus seis hijos son Shareef, Shaqirl, Me’arah, Myles, Taahirah y Amira O’Neal, “algunos tienen espíritu emprendedor, pero el camino tendrán que hacerlo solos, como fue mi caso”, dijo, volviendo a la regla primordial que tiene la familia. “La educación. No me importa si jugás al básquet. No me importa nada de eso. Tengo seis hijos. Me gustaría tener un médico, un farmacéutico, un abogado, alguien que sea dueño de un fondo de inversión, alguien que sea dueño de varios negocios y que se haga cargo de los míos. Yo no se los voy a dar, tienen que ganárselo”.
Por último, por más inversiones exitosas que tenga, por más dinero que acumule, Shaq tiene clara cómo debe ser en la vida. “Vengo de la nada, pero sólo porque logré mucho no significa que sea más grande que vos. O más inteligente. Y sólo porque tenga más dinero tampoco significa que sea mejor que nadie. Nunca he sido así y nunca seré así”, es el mensaje final de este personaje que se divierte cuando debe y se pone serio cuando debe. Personalidad, convicciones y mentalidad. La que tenía en la cancha y ahora muestra como empresario, padre y ciudadano.