Los rezos de la religión han acompañado a sus fieles en momentos de angustia y desespero. Con rodillas hincadas y lágrimas en los ojos, muchos creyentes han pedido por la salud, el bienestar y la misericordia a su Dios.}
Por eltiempo.com
Y aunque muchas de estas oraciones son aprendidas desde que se tiene una edad muy corta, es muy frecuente que no se sepa sobre el origen o el escritor de dichas plegarias.
El origen de la oración
“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidades y asechanzas del demonio. Reprímale, Dios, pedimos suplicantes”, así da inicio la oración a San Miguel Arcángel, escrita por el papa León XIII en la década de 1880.
La plegaria, que seguramente muchas personas devotas de la religión católica habrán oído, se recitaba al final de todas las misas del mundo hasta 1964, cuando el papa Pablo VI la retiró de la nueva liturgia del Concilio Vaticano II.
Pero lo que muchos ignoran es el origen que tiene dicha oración, pues un sumo pontífice la escribió luego de haber tenido una terrible aparición de Satanás en persona.
En el libro ‘Habla un exorcista’, del exorcista italiano Gabrielle Amorth, el sacerdote Domenico Pechenino, quien era la mano derecha del papa León XIII, relata los momentos que tuvo que presenciar cuando León se vio inmerso en la visión.
Pechenino cuenta que se encontraba en la Santa Misa que ofrecía el papa, cuando vio que este levantaba la cabeza y miraba detenidamente algo que estaba por encima del lugar donde se encontraban sentados los fieles.
“Miraba fijamente, sin parpadear, pero con un aire de terror y de maravilla, demudado. Algo extraño, grande, le ocurría”, escribió.
Tras unos minutos de consternación por parte del público, León XIII se levantó de su silla y salió del sitio, en el cual estaba impartiendo su sermón, con destino a su despacho parroquial, dejando a los asistentes preocupados por la situación.
“Los familiares le siguieron con premura y ansiedad. Le dijeron en voz baja: ‘Santo padre, ¿no se siente bien? ¿Necesita algo?’. A lo que él respondió: ‘Nada, nada’”.
Pasados 30 minutos de lo ocurrido, el sumo pontífice mandó a llamar al secretario de la Congregación de Ritos, a quien le dio un folio con varias frases escritas. De acuerdo con el libro, el padre le ordenó a su subordinado que replicara muchas veces el contenido de ese papel y lo enviara de inmediato a todos los obispos diocesanos del mundo.
“¿Qué contenía? La oración que rezamos al final de la misa junto con el pueblo, con la súplica a María y la encendida invocación al príncipe de las milicias celestiales, implorando a Dios que vuelva a lanzar a Satanás al infierno”, afirmó Pechenino.
La oscura visión
A pesar de que hay varias versiones de lo que vio León XIII durante esos minutos de ausencia, el libro ‘La conjuration anti chrétienne’ (La conjuración anticristiana, en español), escrita por monseñor Henri Delassus, tiene un punto de vista que, se dice, fue narrado por el mismo papa.
Se afirma que el santo padre pudo presenciar el intercambio de dos voces: la de Dios y la de Satanás. Este último, al parecer, estaba convencido de que podía destruir por completo a la iglesia y a los creyentes que habitaban en ella.
Luego de eso, él pudo visualizar lo que se describe como “una terrible visión del infierno” y luego a San Miguel Arcángel interviniendo por los fieles que oraban en su nombre.
“León XIII experimentó verdaderamente la visión de los espíritus infernales que se concentraban sobre la Ciudad Eterna (Roma); de esa experiencia surgió la oración que quiso hacer rezar en toda la Iglesia”, afirmó el cardenal Nasalli Rocca en su carta pastoral para la cuaresma, publicada en Bolonia en 1946.
La oración a San Miguel se añadió en 1886 a las otras Oraciones Leoninas, un grupo de plegarias que el padre mandaba a recitar después de la misa.
El exorcismo de León XIII
A raíz de su gran devoción por el arcángel, el mismo vicario de Cristo también escribió un exorcismo en su honor conocido como ‘Pequeño exorcismo de León XIII’.
En dicha plegaria, el hombre pedía la protección de San Miguel y se dirigía directamente a Satanás en el nombre de Dios: “Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios; cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición”.
Para finales del siglo XX, el exorcismo se integró en el ritual romano de la época y se le pedía a todos los sacerdotes y obispos su activa participación en esta. Fue hasta la llegada del papa Pio XI que este fue eliminado por completo, ya que se consideraba peligroso que los laicos se dirigieran a Satanás de manera directa y sin protección alguna.