Cuando un socialista ve una casa lujosa y cara, su reacción puede ser de disgusto: “A nadie se le debería permitir poder vivir así”. O tal vez de envidia: “Si yo no puedo vivir así, nadie debería vivir así”. En contraste, alguien con una actitud capitalista pensaría: “Todos deberían tener la oportunidad de trabajar para poder comprar una casa como esa”.
El capitalismo también supone una voluntad de tomar riesgos empresariales. Algo fundamental del capitalismo es la moderna corporación, que facilita, mediante la venta de acciones al público, la concentración de grandes sumas de capital para apoyar un proyecto emprendedor. Sin esta capacidad de concentrar capitales, las economías nacionales se limitan a negocios en pequeña escala, o dependen del gobierno para operaciones comerciales que requieren grandes sumas de capital.
Los críticos de las corporaciones señalan la dispersión de responsabilidad entre managers profesionales, directores y accionistas, como un defecto fatal de las corporaciones. Pero las alternativas serían ser una economía primitiva, o dejar al gobierno todas las actividades que requieren grandes capitales. Esto conllevaría mayor dispersión aun de responsabilidad, e ineficiencia. ¿Por qué entonces algunos, en particular jóvenes, parecen odiar tanto al capitalismo?
Encuestas de opinión sugieren que los jóvenes no piensan muy bien del capitalismo. Una encuesta en 2016 de Harvard University a jóvenes de 18 a 29 años encontró que 51% de los encuestados respondió no apoyar el capitalismo. Otra, de YouGov, encontró que el 44% de los “milenials” americanos expresó que preferiría vivir en un país socialista, comparado al 42% que preferiría vivir en un país capitalista. Esas actitudes implican una pregunta: si los jóvenes rechazan tanto al gobierno, ¿por qué querrían más, en forma de un gobierno mayor o mayor control gubernamental de nuestras vidas y economías?
Una fácil conclusión sería repetir el criterio atribuido a Winston Churchill de que “si un hombre no es socialista a los 20 años, no tiene corazón. Si no es conservador a los 40, no tiene cerebro”.
Pero hay más en las actitudes de los jóvenes sobre el capitalismo, y los resultados de esas encuestas son difíciles de interpretar, porque capitalismo puede significar diferentes cosas a diferentes personas. Además, esta actitud negativa no es única de la juventud actual. Los jóvenes, durante generaciones, han mostrado típicamente menos apoyo a sus sistemas políticos y económicos que sus mayores. También está claro que terminan cambiando esos puntos de vista con el paso de los años. La mayoría de las objeciones juveniles parecen dirigidas al capitalismo de compinches donde los negocios prosperan no como resultado de arriesgarse, sino mediante contubernios entre los negociantes y los políticos; o situaciones donde el poder estatal se utiliza para suprimir la genuina competencia. Todos deberíamos compartir ese disgusto.
Interesantemente, en encuestas de seguimiento jóvenes participantes favorecen fuertemente ideas tales como compañías propiedad de empleados, y planes de reparto de beneficios, más que defender empresas de propiedad estatal. Estas son ideas capitalistas utilizadas por compañías modernas para incrementar rendimientos.
Los jóvenes actuales rechazan el capitalismo sin una idea clara de qué debería reemplazarlo. Cuando desempaquetamos las ideas de los jóvenes que protestan vemos que carecen de coherencia intelectual; realmente desean más capitalismo, no menos. Las preocupaciones de los milenials que protestan están mayormente relacionadas con justicia e imparcialidad y no con propiedad estatal de los medios de producción.
Los jóvenes son tercos en cuanto a tener control de sus actividades. No desean una pesada presencia del gobierno en sus asuntos personales. Y esas son actitudes capitalistas. Esos jóvenes que protestan son capitalistas: aunque todavía no lo saben.
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