Para interpretar el significado del término “liberalismo” es necesario tener claro que se trata de un concepto polémico y que su significado ha cambiado históricamente. En primer lugar el liberalismo desde sus inicios ha luchado por la defensa de los valores de libertad, de elección, razón y tolerancia frente a la tiranía, el sistema absolutista y la intolerancia religiosa. El liberalismo desafió el poder del clero y la iglesia, por un lado, y los poderes de las “monarquías despóticas”, por otro, el liberalismo luchó por restringir ambos poderes y por definir una esfera únicamente privada, independientemente de la Iglesia y el estado.
Al pasar del tiempo, el liberalismo, poco a poco, se fue asociando con la doctrina de que los individuos debían ser libres para seguir sus propias preferencias en materia religiosa, económica y política, es decir, en la mayoría de las cuestiones que afectan la vida cotidiana. De allí el porqué el liberalismo no es una ideología sino una doctrina que interpreta la concepción del hombre con su mundo.
También es importante señalar que independientemente de las diferentes “variantes” del liberalismo que interpretaron este objetivo de diversas maneras, todas ellas coinciden en la defensa de un estado constitucional, la propiedad privada y una economía de mercado competitiva como mecanismos centrales para coordinar los intereses de los individuos.
El reto fundamental que ha tenido que enfrentar la teoría política liberal, es cómo conciliar el concepto de estado como una estructura de poder impersonal y legalmente circunscrita con una nueva visión de los derechos y los deberes de los individuos. El reto ha sido encontrar un equilibrio entre poder y derecho, poder y ley, obligaciones y derechos.
La comprensión de la naturaleza del liberalismo y de los nuevos modelos liberales democráticos solo se logran comprendiendo el surgimiento de la tradición liberal: la naturaleza de la soberanía, el poder del estado, los derechos individuales y los mecanismos de representación.
Los liberales sostenemos que el estado existe para salvaguardar los derechos y libertades de los ciudadanos, quienes son, en último término, los mejores jueces de sus propios intereses.
De allí que las virtudes liberales constituyen valores, por así decirlo, que obligan al esfuerzo individual en la promoción de una cultura que respetase el espíritu de la libertad. En este sentido, la ética, que Platón fue el primero en proponer, resultará apropiada también para el fortalecimiento y capacitación de los espíritus liberales para resistir las tentaciones esclavizantes, es decir, fortalecer un espíritu liberal no susceptible de sucumbir a tentaciones.
Estas consideraciones acerca del liberalismo que hago en este artículo, llevan, sin embargo, más allá del planteamiento de lo que hemos tratado aquí. Los momentos oscuros que vive la humanidad y en especial Venezuela nos deben alertar que las tentaciones a la falta de libertad han tenido y sigue teniendo algunos interlocutores que no soportan la libertad.
El tema aquí tratado acerca de la doctrina liberal, lo que busca, además de definir esta concepción de vida, es dar fortaleza intelectual a los liberales y sus representantes para enfrentar a los que atentan contra la libertad y sus colaboracionistas. Pues, parafraseando a Ralf Dahrendorf la fe en la libertad –la libertad única, indivisible y sin epítetos- debe ser nuestro norte. Para seguir ese norte es necesario fuerzas internas que las describiremos como virtudes ética de la libertad. He aquí el reto de los liberales.