El astrofísico Josep María Trigo dedica su carrera al estudio de los asteroides y, sin ser alarmista, dice que hay que concienciar de la amenaza que suponen. De hecho, el conocido como asteroide de Halloween, catalogado como 2015 TB145, que pasó ‘cerca’ de la Tierra aquel año, le puso “los pelos de punta”.
La celebración mañana del Día Internacional de los Asteroides pretende sensibilizar sobre los riesgos de impacto de estos restos del nacimiento de los planetas del Sistema Solar, algunos son fragmentos de protoplanetas que nunca llegaron a la madurez.
Investigador del Instituto de Ciencias del Espacio del CSIC y del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña, Trigo acaba de publicar “La Tierra en peligro. El impacto de asteroides y cometas” (Universidad de Barcelona), un repaso divulgativo de lo que se sabe sobre estos cuerpos que vagan por el Sistema Solar y los avances para intentar desviarlos en caso de necesidad.
Hoy se tienen catalogados prácticamente todos los asteroides de más de un kilómetro y ninguno representa, a corto y medio plazo, una amenaza, pero “aún queda un trabajo ingente” para descubrir todos los más pequeños, dice a Efe.
Sin embargo, puede pasar y ha pasado, que aparezca un cuerpo inesperado. “No podemos seguir confiando en el azar, porque no dejan de ser fenómenos que, en cualquier momento, pueden golpear una gran ciudad o causar una devastación importante, como ejemplifica el gran evento de Tunguska (Rusia)”.
El astrofísico recuerda el objeto TB145, conocido popularmente como el asteroide de Halloween, que pasó ‘cerca’ de la Tierra el 1 de noviembre de 2015. Había sido descubierto poco antes, el 10 de octubre, y la primera estimación de su diámetro fue de unos 200 metros, aunque finalmente se estableció en 600.
“Ese encuentro me puso los pelos de punta”, reconoce Trigo y fue precisamente este trozo de cometa extinto uno de los motivos que le llevaron a escribir “La Tierra en peligro”.
Era “un monstruo de 600 metros (que podría causar una destrucción continental), descubierto con solo tres semanas de margen, con lo que no tienes tiempo para reaccionar y no conoces ni su estructura ni composición”.
Al final, este asteroide cuya forma recuerda una calavera, pasó a una distancia ligeramente mayor de la que nos separa de nuestro satélite (1,27 distancias lunares), pero aquel día -destaca- se tomó conciencia de la existencia de núcleos de cometas extintos, que son oscuros, rápidos e inesperados y de la amenaza que suponen.
Este es un “clarísimo ejemplo de que, aunque tengamos controlados la mayor parte de asteroides próximos a la Tierra, todavía hay objetos esquivos, por ejemplo un cometa extinto, que nos proporcione un buen susto”, indica Trigo, líder del grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias del Instituto de Ciencias del Espacio.
El peligro de los asteroides “no es frecuente, pero está ahí, aletargado” y lo compara con una hidra. “Un peligro con múltiples cabezas que aún no hemos llegado a interpretar bien”. No solo excavan cráteres, también provocan estallidos atmosféricos con capacidad todavía más letal.
Ejemplo de un pequeño asteroide que llegó sin avisar fue el de 20 metros que estalló sobre el cielo de Cheliábinsk (Rusia) en 2013 y su onda expansiva causó alrededor de 1.500 heridos.
En 1908 se produjo el fenómeno que se recuerda con el Día de los Asteroides. Un cuerpo de entre 50 y 60 metros, “posiblemente de naturaleza cometaria”, estalló sobre Tunguska y la onda de choque “aplastó literalmente” unos 2.200 kilómetros cuadrados de taiga siberiana. Posteriormente la bola de fuego generada tocaría tierra incinerando buena parte de la región.
Si hubiera caído seis horas después, podría haberlo hecho en San Petersburgo y ya “jamás veríamos el peligro de los asteroides como algo de cuatro locos, sino algo más serio”.
Este año se producirá un hito en la defensa planetaria: la misión DART de la Nasa, de la que Trigo forma parte del equipo científico, y que supone la primera prueba con la que se intentará desviar un asteroide.
El objetivo es el sistema binario formado por Didymos (780 metros de diámetro) al que orbita Dimorphos (160 metros), no representa ninguna amenaza y cuando se produzca el choque, a mediados de septiembre, estará a unos once millones de kilómetros de la Tierra.
DART es una “sonda robótica kamikaze” altamente sofisticada que se lanzará contra Dimorphos y, dependiendo del cráter que excave con el impacto y la cantidad de material que lance en dirección opuesta, habrá mayor o menor desvío, explica.
El impacto será observado en directo, tanto desde el espacio como por los principales observatorios del mundo, para recolectar los primeros datos. Dos años más tarde la sonda Hera de la Agencia Espacial Europea (ESA) visitará estos asteroides para caracterizarlos y analizar “in situ” los efectos del choque.
Dimorphos es “un magnífico ejemplo” de los objetos típicos que en un futuro podríamos tener que desviar, asteroides de unos 100 metros. “Veremos la eficiencia, si realmente es suficiente para poder causar un desvío significativo”.
Para Trigo es una misión y una colaboración internacional “muy necesaria”, con la que se logrará mucho conocimiento y dará una primera idea de la eficacia de este método, el del impactador cinético sin carga explosiva.
EFE