¿Existe una cantidad máxima de amores? ¿Hay un único y gran amor o muchos y distintos? Es que ya sabemos que al momento de enamorarse, muchas veces el destino tiene serios problemas con la reciprocidad. Algo de esto o todo esto junto quizás, tal vez, sintió Britney Spears.
Por Infobae
La que fue la Princesa del Pop, La sucesora de Madonna, la que pasó de hechizar multitudes con sus sensuales bailes a raparse y llorar descontroladamente en público, la que afrontó traiciones de su familia, la que fue tomada como una máquina de hacer dinero pero no como una adolescente que firmó su primer contrato a los 15 años. La que se animó a gritar: “No estoy aquí para ser la esclava de nadie”, y admitir: “Mentí y le dije al mundo entero ‘Estoy bien, estoy feliz’”, es la misma que dice: “El amor es un sentimiento asombroso, y vale tanto la pena como para seguir adelante y asumir el riesgo de salir herido”.
El 9 de junio del año pasado, apenas seis meses después de terminar con la tutela financiera y personal de su padre, Jamie Spears, Britney anunciaba a sus 40 millones de seguidores en las redes su boda. “¡No puedo creerlo!”, exclamaba, y agregaba que “la ceremonia fue un sueño, pero la fiesta fue mucho mejor”. Así el mundo se enteraba que la cantante le había dado el sí a Sam Asghari, un iraní de 28 años. No fue la primera boda de la estrella pop, antes vivió dos matrimonios polémicos y un amor traicionero.
El primer matrimonio de Britney fue como el título de la película Una locura de amor en Las Vegas. En esa comedia protagonizada por Ashton Kutcher y Cameron Díaz, la pareja se casaba luego de una noche divertida y con exceso de alcohol. Con Britney sucedió algo similar: era el año 2004, cuando luego de una noche de diversión contrajo matrimonio con Jason Allen Alexander en Las Vegas.
Como era de esperar, fue uno de los matrimonios más cortos del extraño planeta Hollywood. Se casaron el sábado 3 de enero y pidieron la anulación el lunes 5. Fueron “marido y mujer” apenas 55 horas. Los diarios ironizaron que había sido una boda “Splitney”, jugando con su apellido y el término split, que significa separación.
Alexander y Britney eran amigos desde la infancia, cuando ella todavía no era famosa. Después del divorcio ella declaró para Entertaiment Television que había sido “estúpida, rebelde y no me tomé la responsabilidad de lo que estaba haciendo”. A lo que él respondió con un por lo menos poco elegante: “Fue un mal negocio”, para asegurar en ABC News que no lo hizo para sacar rédito de la situación económica de la cantante.
Las declaraciones de Jason Allen Alexander, aunque desubicadas, parecían sinceras. Formó parte de las protestas Free Britney para apoyarla en la batalla legal contra su padre. Sin embargo, en un momento cruzó el límite entre la lealtad y pasó al peligroso mundo del acoso. Comenzó a tener un comportamiento obsesivo. En sus redes la mayoría de sus fotos eran de la cantante; hasta ahí era un fanático más, pero empezó a merodear por su casa. Britney consiguió una orden de restricción.
Pese a esta orden, Alexander siguió merodeando. Su obsesión se transformó en peligro y delito cuando días antes de la boda de Britney entró a la vivienda armado con un cuchillo. Lograron detenerlo y fue acusado de allanamiento, agresión, vandalismo y acecho. La Justicia extendió la orden de restricción. Además estuvo encarcelado y debió pagar una fianza de 100 mil dólares. ¿Dejará en paz por fin a Britney? Nos permitimos dudarlo.
La segunda boda de Britney fue el 18 de septiembre de 2004 con el bailarín Kevin Federline. La boda fue en una mansión privada de Los Ángeles y solo hubo 30 personas invitadas. Fue tan sorpresiva que la madre de la artista, su hermana menor y otros familiares pensaron hasta el último momento que estaban invitados a una cena de compromiso previa a la gran boda que se celebraría en noviembre.
Cantante y bailarín se conocieron en el año 2002 mientras grababan el videoclip “My Perrogative”. Kevin en ese momento no estaba solo sino en una relación con Shar Jackson, con quien tenía un hijo y otro en camino. Al poco tiempo el bailarín rompió con Shar y comenzó a salir con Britney. La pareja se mostraba unida y feliz pese a que muchos sospechaban que el muchacho, más que enamorado de Britney, estaba enamorado de las posibilidades que le abría estar con ella. Las sospechas se hicieron más fuertes cuando se supo que antes de la boda Britney y Kevin firmaron un acuerdo en el que se estipulaba que, en caso de divorcio, la cantante debía indemnizar al bailarín con $300 mil dólares por cada tres años compartidos.
Apenas un año después de la boda, en septiembre de 2005, nació su primer hijo, Sean Preston Federline, y después llegó Jayden James Federline. La paternidad no alejó las dudas sobre Federline. Se lo acusaba de cazafortunas, de vivir de fiesta en fiesta y que usaba la fama de su mujer para poder imponerse como rapero. Los amigos de la pareja no ayudaban a desmentir estos rumores. El día de la boda sus amigos llevaban remeras con la inscripción “Pimp Daddy” (algo así como “Papá gigoló”) y las damas de honor de Britney lucían prendas que decían “Sexy Mamá”.
Para seguir acrecentando rumores a la pareja no se le ocurrió mejor idea que aceptar ser parte de Britney & Kevin caótico, un reality donde se mostraba su vida. Ahí se podía ver que el pasatiempo favorito de la pareja era pasear por la playa fumando. La intención final del show era lanzar la carrera de Federline como rapero, bajo el nombre de K-Fed, algo que no se consiguió pero si dañó la imagen de Spears que quedó retratada como una joven simple y ególatra.
Intentando acallar rumores decidieron participar juntos del programa de Ellen DeGeneres. Allí contaron que fue ella la que le pidió matrimonio a él. La presentadora preguntó qué era lo mejor de estar casados y Britney respondió sin dudar: “Tener el bebé”, pero su marido replicó que: “Lo mejor es cuando nos reconciliamos después de habernos peleado. Casados o no, me encanta estar con ella. Es muy dulce”.
Pese a que intentaban lidiar con el afuera, puertas adentro Kevin no soportaba el constante asedio de los paparazzi y que su esposa no apoyara su carrera como músico de hip hop y rap. Al parecer, cuando él le llevó su primer trabajo, ella no pudo evitar la risa y lanzar comentarios sarcásticos sobre cuántas copias vendería. Otro motivo de enojo era que, según Britney, la relación que su esposo mantenía con su ex era demasiado intensa. Para peor, en febrero de 2006 se divulgó una imagen de la artista manejando con Sean en su falda. Intervinieron los servicios sociales y ella debió aclarar que solo intentaba proteger a su bebé cuando se puso a llorar asustado por la horda de paparazzis.
Con dos chicos chicos -Sean de 22 meses y Jayden de solo 10-, más un marido que parecía otro chico, pocos se sorprendieron cuando la cantante pidió el divorcio debido a “diferencias irreconciliables”. Tres años después, en la revista People, Federline intentó explicar la ruptura. “Es difícil estar casados y luego tener un hijo y después otro… todo cambia. Para mí, por lo menos, empezó a ser más importante el bienestar de mis hijos, lo que no significa que ignorara a Britney, pero ellos eran más importantes”.
La otra relación que no llegó a matrimonio pero sí a romance fue la que protagonizó con Justin Timberlake. Al inicio parecían la pareja perfecta, estaban encaprichados el uno con el otro. Con Justin se habían conocido cuando de niños ambos habían participado en el Mickey Mouse Club. El 20 de noviembre 1998, Britney fue telonera en un recital N Sync y se volvió a encontrar con su compañero de infancia. Cuando trascendió su noviazgo, sus fans estallaron de felicidad y la prensa aumentó el seguimiento que hacían de ellos. Justin Timberlake era el rubio de cabellos rizados que hacía más solos que nadie en N Sync y enamoraba a las adolescentes de todo el mundo. Las mismas adolescentes que deseaban ser como esa otra adolescente que, vestida de colegiala, cantaba “Baby One More Time”.
La figura de ambos y su éxito descomunal redundaba en beneficios económicos. Sus gerentes, agentes y publicistas decidieron que el noviazgo representaba amor para sus representados y más dinero para todos. Justin era el chico bueno, de vida tranquila, que en todas las entrevistas hablaba de cuánto quería a su mamá. Britney era la imagen ideal de la adolescente ingenua que aunque bailaba con el ombligo al aire en las entrevistas declaraba “creo el amor. Si mis padres pudieron formar una familia y estar juntos después de tantos años, ¿por qué a mí no me va a pasar lo mismo?”.
Como reseña el diario El País, Britney y Justin hicieron todo lo que se supone que debían hacer dos adolescentes ricos, talentosos y enamorados: acudían a grandes eventos deportivos y premieres de películas, cantaban por sorpresa en conciertos del otro, se apoyaban en público y respondían amablemente a los periodistas cuando les preguntaban, por separado, sobre su relación. Ella declaraba: “Justin Timberlake lo es todo, ¿y qué más se puede pedir en una persona? Es divertido. Es guapo. Es genial. Simplemente lo entiende. Le entiendo a él y él me entiende a mí, y eso es genial”.
Fue entonces que una declaración de Britney se transformó en casi un tema de estado. Aseguró que quería llegar virgen al matrimonio. En cada presentación de nuevo single o inicio de gira, dentro y fuera de Estados Unidos, la pregunta -¿obligada?- era si ya había perdido su virginidad con Timberlake. Cuando parecía que el gran noviazgo americano terminaría en boda, en 2002 la pareja se rompió. Se habló de una infidelidad -nunca confirmada- de Spears con uno de sus bailarines.
Pero lo que siguió después por parte de Timberlake es uno de esos capítulos entre marketineros -si somos buenos- o crueles -si somos reales-. Al poco tiempo de la ruptura, el músico sacó su primer trabajo como solista pero las ventas no fueron lo esperado. Decidió dar una entrevista al programa de Barbara Walters. Allí volvió a mostrar su imagen de chico bueno, gran hijo y amigazo. Al combo le debía sumar el de “gran ex”. Aseguró que al romper con Britney le dijo: “Si alguna vez me necesitas, que sepas que siempre voy a estar aquí porque te quiero y siempre te querré”. Sobre los rumores de infidelidad solo respondió: “No somos perfectos, yo no juzgo a nadie”.
Hasta ahí, todo un caballero, pero entonces le pidieron que entonara una canción y se despachó con “Terrible Woman”: “Creí que nuestro amor era muy fuerte / supongo que me equivoqué / pero veamos el lado positivo / al menos me has dado otra canción sobre una mujer horrible”. Terminada esa entrevista, cada vez que le ponían un micrófono, en vez de hablar de sus canciones hablaba de su ex. Aseguraba que su canción “Cry Me a River” no hablaba de ella aunque el tema trataba de una ruptura que se produce porque la chica de la canción comete una infidelidad. Y por otro, filmaba un videoclip con una doble de Britney.
Mientras la cantante rara vez lo volvió a mencionar, Justin no perdía ocasión de hablar de ella. Ya sea en un sketch donde aseguraba: “Al principio de los tiempos, él salió con una famosa cantante. Públicamente, dijeron ser vírgenes”, o en la presentación de unos premios: “El mundo siempre ha estado lleno de imitadoras de Madonna, es posible que yo haya salido con un par”.
Después de casi veinte años de despotricar contra su ex, hace un año Timberlake sorprendió al publicar en sus redes: “Quiero disculparme específicamente con Britney Spears y con Janet Jackson, con cada una de ellas en particular, porque me preocupo por estas mujeres y las respeto. Sé que fallé”. Y agregó: “Lamento profundamente los momentos de mi vida en los que mis acciones contribuyeron al problema, en los que dije lo que no debía o no defendí lo que era correcto”. Finalizó diciendo que estaba “profundamente arrepentido” y reconoció: “No estuve a la altura de las circunstancias en muchas ocasiones y me beneficié de un sistema que aprueba la misoginia y el racismo”. Grandes palabras salvo por el pequeño detalle porque -como señaló Britney- llegaron… veinte años después.
En un portal de citas aseguran que Britney alguna vez dijo: ”¡El amor es el amor! ¡La gente debería poder hacer lo que les haga felices!”. Viendo las veces que lo intentó, solo queda desearle un amor que no solo la haga feliz sino que además no la traicione. Y sobre todo, que la vea como la mujer que es y no como la Princesa del Pop.