El 19 de mayo de 1962, diez días antes del cumpleaños número 45 del entonces presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, Marilyn le canta el Happy Birthday en una gala benéfica en el Madison Square Garden. Se supone que en esos meses la diva y el jefe de Estado estaban viviendo un romance, y todo esa noche es icónico: en cuanto Marilyn se saca el abrigo de piel blanco y se acerca al micrófono, la canción más repetida en el mundo registra su versión más famosa de la historia. Monroe susurra ante los 15 mil invitados, que la miran boquiabiertos. No saben que los protagonistas de ese cuento van a morir muy pronto y de manera trágica: ella, menos de tres meses después, él, en noviembre del 63.
Por Infobae
El vestido que llevaba puesto la rubia más rubia de todas, realizado en marquisette o soufflé francés –un género que dejó de fabricarse por ser muy inflamable–, fue diseñado por un joven pasante. Bob Mackie acababa de graduarse y trabajaba como asistente del ya consagrado Jean Louis, que dio los últimos toques sobre el cuerpo del mayor símbolo sexual de todos los tiempos antes de que saliera a escena. En nude y con 2500 cristales Swarovski bordados a mano, fue considerado un escándalo: parecía que Marilyn estaba desnuda. La idea de Jean Louis y Mackie estaba cumplida, “que se viera como si llevara sólo diamantes sobre la piel”. Para maximizar el efecto, la actriz no usa ropa interior.
“Es uno de los vestidos más reconocibles del siglo XX –dice el editor a cargo del archivo de Getty, Julian Ridgway–. Kim Kardashian volvió a hacer historia con él en la Met Gala de 2022 como la primera persona en usarlo después de Marilyn”.
Se dice que la diva pagó US$1.400 por el diseño, lo que equivaldría a unos US$13.700 actuales –claramente no eran tiempos de canjes–. Pero tras la actuación de Monroe, su valor trepó hasta límites inimaginables. Se vendió por US$1.26 millones en una subasta en 1999, y el museo de Ripley –responsable del préstamo a KK– pagó US$4.8 millones en 2016. Pese a las críticas por el atentado contra su conservación que representó la hazaña de Kardashian, el vestido permanece hasta hoy en la sede de ese museo en Hollywood Boulevard.
Vestido Marilyn
“¿Oh, no es delicioso?”, decía el personaje de Marilyn en La comezón del séptimo año (1955), cuando la brisa del metro neoyorquino le levantaba el vestido blanco. El diseño de William Travilla también tenía destino de ícono. El vestuarista sabía que su creación sería usada en la escena del subte y lo tomó como un desafío: “¿Qué podía hacer para que la mujer más linda del mundo se viera fresca y adorable, como recién empolvada en talco? ¿Qué podía hacer para que tuviera vuelo, y fuera a la vez hermoso y divertido?”
El resultado fue un vestido de corte al bies en color marfil, con falda tableada y cuello halter –que desde entonces sería conocido para siempre apenas con el nombre de la actriz–, en crepe de rayón y acetato, lo suficientemente pesado para que tuviera caída, y lo suficientemente liviano para que flotara con el aire del subterráneo.
Ridgway dice que “aunque Marilyn se paró sobre una parrilla del metro de Nueva York y la escena requirió 14 tomas y 3 horas de filmación, tuvo que volver a rodarse en el estudio en California para la película”. El vestido, que Debbie Reynolds compró directamente a 20th Century Fox en 1971 en una venta previa a la subasta en la que se quedó con la mayor parte del guardarropas de la diva, sigue siendo el más célebre de la historia del cine. En 2011, cuando la colección de memorabilia de Reynolds fue rematada, un privado pagó US$5,6 millones por el diseño.
Diamantes, sus mejores amigos
William Travilla también fue el responsable del vestido que Marilyn usa para bailar y cantar Diamonds Are A Girl’s Best Friend en Los caballeros las prefieren rubias (1953). La cita –”¿No sabés que un hombre rico es lo mismo que una chica linda?”– y la coreografía también pasaron a la historia, recreadas por Madonna en el clip de Material Girl, por Nicole Kidman en Moulin Rouge, y hasta por Kylie Jenner en una fiesta de Halloween, como apunta el editor del archivo de Getty.
El vestido fucsia de Lorelei Lee, el personaje de Monroe en la película, fue confeccionado íntegramente en satén por el vestuarista que ya había ganado un Oscar por Las aventuras de Don Juan (1948). Es largo y en strapless recto, con una abertura trasera, y Travilla sumó un accesorio casi tan importante como la pieza en sí: un par de guantes también fucsias y por encima del codo. Lo decoró además con un enorme moño de seda en la espalda que no dejaba dudas: a Marilyn podían llenarla de diamantes, pero el verdadero regalo era ella.
Se remató en junio de 2010 por US$350.000, aunque el misterio sobre dónde está hoy persiste. Los expertos dicen que el vestido subastado no era el original, que estaba forrado en paño para que se mantuviera rígido durante la coreografía.
Dos vestidos y un amor
Otro diseño de William Travilla para Los caballeros las prefieren rubias: dos vestidos idénticos íntegramente bordados en paillettes rojas que fueron usados por Marilyn y Jane Russell en la escena musical de apertura. Llevaban un recorte transparente para sostener el escote vértigo que casi se tocaba con el tajo frontal, terminado en un broche de piedras. Los brazaletes fueron cosidos sobre las mangas para evitar que se movieran mientras bailaban. Ambas usaron zapatos rojos de Ferragamo y casquetes con plumas en el mismo género que los vestidos.
En ese rodaje, las actrices, que ya se conocían –el primer marido de Marilyn fue compañero de colegio de Jane y se la presentó cuando estaban juntos–, se hicieron íntimas. Russell sostuvo hasta el final de sus días que Marilyn no se había suicidado: “Se iba a casar con Joe DiMaggio y había firmado contrato para otra película. No tenía ninguna intención de matarse”, le dijo al Daily Mail en una de sus últimas entrevistas, en 2007. Siempre sospechó de los hermanos Kennedy.
Los caballeros las prefieren doradas
Este vestido de Travilla en lamé dorado no hubiera trascendido jamás de no ser por la insistencia de la diva. “Se hizo a medida para Marilyn en Los caballeros las prefieren rubias, aunque sólo se lo ve brevemente y de espaldas en la película –explica Ridgway–. Ella lo pidió para volver a usarlo en los Photoplay Awards de 1953, y el diseñador se negó. Pero las autoridades de 20th Century Fox la respaldaron y su presentación llegó a los titulares”.
En esa edición de los premios fotográficos, la diva fue reconocida como “Nueva Estrella”, y la producción que hizo entonces con el vestido lo transformó en un santo grial de la moda. El director Howard Hawks lo descartó de la mayoría de las tomas de Los caballeros… para evitar un eventual escándalo por el escote tan profundo, por eso en el film no se lo ve de frente.
El diseño se hizo a partir de una única pieza circular de lamé plisado, que se ajusta a la cintura con un lazo frontal. Cada pliegue se alinea perfectamente con la costura trasera en una creación que fue homenajeada e imitada miles de veces aunque jamás en forma tan precisa.
Una Eva al desnudo
El vestuarista Orry-Kelly ganó un Oscar por sus diseños para Una Eva y dos adanes (1959), entre otros, el vestido de cocktail años veinte que Monroe usó en la secuencia en la que canta I Wanna Be Loved By You.
Con transparencias desde abajo del busto hasta el cuello y espalda descubierta, el diseño era tan revelador para la época, que el film de Billy Wilder se prohibió en Kansas y fue calificado como sólo para adultos en otros estados. De nuevo, lo escandaloso –además de la trama que jugaba con el tabú de dos hombres (Tony Curtis y Jack Lemmon) que se trasvestían– era el color nude, teñido para verse exactamente como la piel de la diva y cubierto con grandes lentejuelas y perlas que formaban flores y caían en flecos tipo charleston.
Para más inri, Marilyn lo llevó sin corpiño, provocando que la crítica lo describiera como “un striptease en el que la desnudez es superflua”. Como una Eva made in Hollywood, se mostraba por primera vez en cine casi como Dios la trajo al mundo.
Marilyn estaba embarazada de Arthur Miller durante el rodaje, en 1958, y sufrió su tercer aborto espontáneo en diciembre de ese año. Como había engordado, se dice que Sandra Warner y Evelyn Moriarty posaron como sus dobles en las fotos promocionales de la película, y su cara fue agregada más tarde.
Purple dress
“Monroe se casó con el beisbolista Joe DiMaggio en San Francisco en 1954 y se fueron de luna de miel a Japón. Pero ella se tomó cuatro días por su cuenta para actuar en la base militar americana en Corea. Apenas unos meses después de la guerra, hizo diez shows para unos cien mil soldados con este famoso vestido púrpura”, dice el editor del archivo de Getty.
El vestido al cuerpo, arriba del tobillo –o midaxi– tenía un bolero en el mismo género que brillaba a la luz, lo que lo hacía ideal para cantar frente a las tropas Diamonds are a girl’s best friend. Se dice que hoy está en manos de un coleccionista privado en Australia.
¿Repetir looks? ¡Claro que sí!
Para la alfombra roja de la première de There’s No Business like Show Business, en 1954, Marilyn usó un vestido blanco de satén con cinturón, guantes y zapatos forrados en el mismo género y una estola de piel. No se sabe mucho sobre el diseñador de la pieza, que es muy similar a la creación en fucsia de Travilla para el cuadro de Diamonds Are A Girl’s Best Friend en Los caballeros las prefieren rubias.
Lo cierto es que Monroe, que no tenía problemas en repetir modelos ni vestidos, ya había usado esta versión en blanco para el estreno de Call Me Madam, en marzo de 1953.
“Breteles para arrancar”
Para la sesión de fotos por Gene Lester que acompañó una entrevista histórica del editor de The Saturday Evening Post, Pete Martin, en 1956, Marilyn usó un vestido rojo de brocato con escote corazón y breteles “spaghetti”. El diseño se había hecho famoso en la fiesta anual de una revista, a la que llegó unos minutos después que todos. “Había tenido la sensibilidad de comprarlo uno o dos talles más chicos. Y lo que (el columnista de espectáculos) Joe Hyams llamó ‘breteles para arrancar’ –le dice en ese reportaje un agente de prensa de 20th Century Fox a Pete Martin–. En cuanto entró, todos dejaron de hacer lo que hacían para mirarla. Y el editor de la revista le dijo a su equipo: ‘Tenemos que tener a esta chica en la tapa’. Unos meses más tarde había hecho más de quince. Marilyn ya había aparecido en Todo sobre Eva, pero la gran revelación fue cuando posó para la cámara fija y sus fotos se esparcieron por todo el mundo”.
Fue ese mismo agente el que le aconsejó que no se preocupara si las mujeres murmuraban sobre su ropa. “Tenés que vestirte para los hombres”, le dijo. Según Ridgway, la producción del Post ofrece una Marilyn distinta y sorprendente acostada en el piso “y usando su estola de piel blanca como almohada”.
La primera Marilyn
En 1950 Monroe tuvo uno de sus primeros papeles en el cine en Todo sobre Eva, con Bette Davis. “Ya estaba vestida de Marilyn”, dice el editor del archivo de Getty. El vestuario de la película estaba a cargo de la famosa Edith Head, pero la diseñadora siempre lamentó no haber hecho el vestido de Marilyn, que fue una creación del menos conocido Charles Lemaire, su segundo en esa producción. Era un vestido en rosa pálido con corset drapeado en strapless y falda en capas irregulares de gasa, cuyo tajo se marcaba con una flor.
Head, que ganó el Oscar por esa película pero nunca llegó a vestirla, diría más tarde que todos los diseñadores que trabajaron con Marilyn la apretaron y la encorsetaron. “Nunca parecía cómoda en su traje, ella era un espíritu libre que debió haber sido vestida para olvidarse de su ropa. Cuando una mujer es tan sexy, lo sabe y no necesita tener puestos vestidos que se lo recuerden todo el tiempo”.
Sin embargo, así fue como el estilo de Marilyn hizo historia. Tal vez justo porque nunca parecía demasiado cómoda con esa sensualidad desbordante, la mezcla exacta de femme fatale y chica vulnerable de la que hizo una marca única.