Iniciando la década de los 80, en compañía de los poetas Reynaldo Pérez y Adhely Rivero le hicimos una entrevista a Vicente Gerbasi para la revista Poesía de la Universidad de Carabobo, fue un encuentro grato en su casa de Caracas, en donde su amada esposa y el poeta nos brindaron hospitalidad y compartieron historias de sus muchos años como diplomáticos representando al país en medio de la tertulia en principio literaria.
En esa entrevista se hizo inevitable recordar ese hermoso poblado enclavado en la cordillera de la costa carabobeña que es Canoabo, donde el poeta nació y vivió su infancia con sus padres llegados de Italia en compañía de sus hermanos.
El poeta Adhely Rivero lo acompañó años después a Canoabo, para recibir un homenaje que le brindaron sus coterráneos, en ese regreso entró a la casa familiar y se le nublaron los ojos recuerda Adhely, estaba emocionado y hambriento ese día cuenta el poeta valenciano nacido en Arismendi de Barinas.
Esta historia que recuerda a nuestro gran Vicente Gerbasi la traigo a propósito de la decisión de las autoridades de Canoabo de derribar su casa natal por las recientes lluvias que afectaron a la edificación, en realidad lo que deterioró a la casa fue el abandono de los entes encargados de velar por el patrimonio de los venezolanos, muchas personas se han preguntado porque no la cuidaron y en vez de meterle máquina para borrarla del paisaje no la restauraron y concretaron el proyecto de la casa museo “Vicente Gerbasi”.
Si algo tienen las revoluciones es su resentimiento por todo aquello que recuerde la democracia, el poeta Gerbasi adversó la dictadura gomecista y la de Pérez Jímenez, sus hijos abiertamente han adversado a Chávez y a Maduro, sus sobrinos en Carabobo los Celli Gerbasi han sido dirigentes de Acción Democrática, la primera obra del poeta recuerda la épica de los europeos que llegaron a Venezuela para quedarse para siempre, la historia del padre inmigrante es ahora la épica de millones de padres y madres venezolanos que han emigrado para darle a sus familias lo que en su propia tierra no pueden ofrecerles.
El derribo de la casa natal de Vicente Gerbasi es un acto de barbarie e ignorancia, visito el pueblo con cierta frecuencia y siempre paso por esa esquina y repito como un mantra Vicente, Vicente, Vicente, estoy casi seguro que volveré y repetiré el nombre del poeta, pero su rostro sonriente no podrá asomarse imaginariamente a la ventana a saludar, no queda casa física, se consumó una venganza inútil, porque al preguntarle en esa entrevista de los 80 si él era Canoabo, respondió con serenidad y la certeza de lo vivido, “si, yo soy Canoabo”.
La casa de los Gerbasi son ahora todas las casas del pueblo, dondequiera que vaya un canoabero desde la Valdivia Patagónica hasta la ciudad milenaria de Petra, capital del reino de los nabateos en Jordania que impresionó al poeta diplomático, llevará consigo la casa del poeta que nos pertenece a todos menos a quienes ordenaron su demolición, porque la poesía es peligrosa y una vieja casa de pueblo puede ser un arma, si los que nacieron en sus muros comprometieron sus versos a la tierra, a la familia y a la libertad.