En el siglo XIX para ir desde Maracaibo hasta Caracas había que hacer escala primero en Curazao y sacar pasaporte. Maracaibo tenía relaciones más fluidas con Curazao, Ámsterdam, Nueva York y Hamburgo que con Caracas. Y ni hablar con Colombia.
El siglo XIX fue un siglo archipiélago para una Venezuela destruida por la guerra de Independencia (1810-1823). 200.000 fallecidos de una población de 800.000 habitantes repartidos en distintos países como lo fueron: Caracas, Oriente, Maracaibo, Guayana y los Llanos. Germán Cardozo, prefiere llamarlas regiones históricas y hace ésta importante observación teórica muy poco tomada en cuenta: el Estado fue primero que la Nación.
Otro quiebre espantoso de ese siglo XIX perdido que tuvimos fue la Guerra Federal (1859-1863). Con sus otros 200.000 fallecidos. La mayoría de los venezolanos seguimos sin tener muy claro si valió la pena tanta violencia, destrucción y mortandad para alcanzar una libertad de compromiso capitalizada por la barbarie gamonal. Una Venezuela primitiva y estancada bajo la dictadura de los ritmos de una ruralidad pobre y una política de personalidades fuertes sin instituciones.
Países con sus respectivos circuitos agro-exportadores bajo el control de las elites criollas y extranjeras. En el caso de Maracaibo éste surgió en 1840 bajo el liderazgo de los alemanes teniendo al puerto de Maracaibo como centro de acopio y distribución de la producción cafetalera de Cúcuta, Pamplona, Barinas, Táchira, Trujillo y Mérida. Ante lo precario de los caminos y su lentitud se intentó con los modernos ferrocarriles que nunca fueron más satisfactorios que las rutas lacustres a través de los muchos ríos. Ya José Domingo Rus (1768-1825), Diputado por Maracaibo en las Cortes de Cádiz (1812-1814), había presentado un proyecto de una Maracaibo capital de la Capitanía General de Venezuela para desplazar a la desleal Caracas.
José Domingo Rus también había apuntado que el Puerto de Maracaibo siendo un muy buen puerto geográficamente era a su vez un muy mal puerto. ¿Cómo así? Por la Barra. Para ingresar al Lago de Maracaibo hay que superar un obstáculo natural complicado: los bajos fondos y traicioneras mareas que hacen chocar el agua salada con la dulce. Los vapores trasatlánticos de las últimas décadas del siglo XIX tenían que adaptarse a ésta contingencia. Hoy, un dragado diario, solventó el incómodo obstáculo.
Cada Región Histórica tenía su capital y puerto. Y esto les permitió una autonomía que Caracas siempre procuró socavar. Maracaibo empezó a perder ésta larga guerra con el arribo al poder de Guzmán Blanco (1829-1899). El dictador afrancesado decretó el cierre de la aduana del puerto de Maracaibo en 1874 y trasladó la capital del Zulia hasta Capatárida, un minúsculo y anónimo caserío en Falcón. Los atentados siguieron entre federalistas y centralistas. En realidad no había tal disputa filosófica de carácter constitucional sobre el ordenamiento territorial prácticamente embrionario. Lo que siempre hubo fue el interés por el control del poder desde la capital de las capitales: Caracas. Herencia ésta impuesta por el padre del centralismo en Venezuela: Simón Bolívar (1783-1830).
Venezuela disgregada, despoblada, palúdica, sin carreteras, sin leyes de verdad y en permanente guerra civil: sucumbió a la anarquía. Los veinte años de la hegemonía de Guzmán Blanco y los cuarenta años de la hegemonía de Juan Vicente Gómez (1857-1935) impusieron el orden desde el monopolio de la violencia y destrucción de los rivales. El arribo del petróleo en el año 1914: cambió toda la fisonomía del país. Con la riqueza inesperada, el país se pudo integrar y pacificar, sin renunciar a los vicios de un poder de comportamiento irresponsable.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN