Sí, sigo pensando que la más cruel realidad en la que se encuentra el venezolano de los últimos 15 años es la marginalidad. Porque la marginalidad es, básicamente, un estado mental. A todos nos ha alcanzado esta enfermedad mental, esta podredumbre, esta fetidez de la total y absoluta marginalidad.
Como actitud frente a la vida hemos sido arrastrados a ser protagonistas de primera fila de esta mala película del socialismo del siglo XXI, donde desfilan sus primerísimos personajes: líderes políticos de largas y afiladas pezuñas, la jerarquía militar con sus asquerosas y fétidas botas negras que aplastan todo humanismo, los comerciantes y empresarios con su eterna mentalidad de pulperos, los intelectuales con su sempiterno y palúdico izquierdismo, académicos sumisos y empobrecidos anclados en un pensamiento obsoleto. Todos ellos y otros más, con esa mentalidad populista, retrógrada y reaccionaria. Y más allá, presenciando impotentes y con rostros famélicos, la anónima masa de una población semejante a los moribundos prisioneros de los campos de concentración del nazismo, observando cómo transcurre la abúlica vida de un ex país que llaman República Bolivariana de Venezuela.
No, nunca será posible recuperar un país ni mucho menos, una sociedad mientras su liderazgo fundamental se encuentre instalado en un pensamiento marginal. Quienes ayer defendían los derechos humanos, fieles y consecuentes partidarios de la justicia social, paladines de la solidaridad con los trabajadores, revolucionarios, demócratas y socialistas de avanzada intelectual; ahora son los más terribles reaccionarios, energúmenos defensores de una institucionalidad de utilería, de una justicia acomodaticia, defensores a ultranza de una apertura irrestricta de la economía salvaje y sin controles.
Sí, la mentalidad de este venezolano del poder y sus cercanías es similar a la marginalidad porque es una forma de vida ajustada a la precariedad de los valores y principios, que se ajustan según las circunstancias e intereses de lo estrictamente material, como el dinero o toda forma de droga y corrupción.
No, no se puede confiar jamás en este tipo de mentalidades marginales porque su principio de sobrevivencia será siempre la mentira y la calumnia. Mentir como valor de vida y principio de Estado, es una estrategia que supone una manera de pensar y actuar de sus miembros.
Sí, mientras la población de anónimos sobrevivientes venezolanos se ve diezmada por la malnutrición, el vandalismo y la precariedad de los servicios básicos, cada vez es más ruinosa, insalubre y oscura la mentalidad marginal de sus gobernantes y dirigentes. Son estas, las características básicas de una mentalidad marginal, donde la vida espiritual e intelectual no pueden cultivarse, por lo tanto, la fortaleza psicológica se fractura, se fragmenta y ocurre esto que forma parte del paisaje de todos los días: seres humanos que han llegado al límite y se suicidan.
El socialismo en Venezuela ofrece como futuro la vida marginal, tanto en su construcción a través de una pobreza educativa, como en la falsedad de principios y valores contrarios a la tradición cultural que busca enaltecer al ser humano como ciudadano libre. La vida en el socialismo del siglo XXI en Venezuela, es una afrenta a la dignidad humana porque condena al hombre a la mentalidad marginal, sumisa, decadente y corrupta.
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