La noche del 20 de abril del 2022 fue el día más tenebroso en la vida de Diana*. A eso de las 7 de la noche salió de trabajar, se montó en su bicicleta y se dirigió hacia su casa, ubicada en el municipio de Chía, en Cundinamarca.
Por eltiempo.com
Se desplazaba por la autopista Norte con calle 245 cuando divisó unas luces rojas con azul en medio del bosque del separador. Ahí comenzó su pesadilla.
Segundos después solo sintió que había sido atrapada por dos hombres, arrastrada hacia los arbustos y amenazada de muerte. “Cállese o le metemos una puñalada. Eso era lo que me decían. Uno de ellos tenía un cuchillo de cacha blanca como de cocina”, narró la víctima.
Después le quitaron la maleta, la abrieron y la sacudieron sobre le césped. “Yo solo tenía mis documentos, maquillaje, mi cepillo de dientes, un cargador de celular y una gorra. Recuerdo mucho que uno de ellos se la colocó. Luego se cayó mi celular y ellos lo cogieron”.
Como si la escena no fuera de por sí aterradora, Diana vio que muy cerca de ella había un hombre amarrado de pies y manos y boca abajo. “Él estaba muy asustado. Me di cuenta de que le quitaron la chaqueta. El que tenía el cuchillo se la puso. Ese era como el líder de la banda”, dijo Diana. El delincuente le decía que si hacía el más mínimo ruido la asesinaba. Luego le quitó los cordones de los tenis, la amarró de pies y manos y le puso un cordón en la boca. Le repetían que si colaboraba, no le iba a pasar nada.
En medio de la escena, las víctimas se daban cuenta de que cada vez que inmovilizaban a alguien salían a la vía como ‘atrapando presas’. “El tipo que se había puesto el gorro me decía que estuviera tranquila. Me preguntaba que yo en dónde vivía y fue capaz de decirme que hacía eso porque su mamá estaba enferma. También me mostró su pierna, tenía una cicatriz reciente”.
El abuso
A pesar de la escabrosa escena, Diana pensó que la banda solo quería robar dinero y objetos de valor, hasta que vio al que parecía ser el líder de la banda devolverse con un cuchillo cuyo mango era de color madera.
Estaban buscando una bala que se les había caído al piso cuando aquel hombre empezó a hacer comentarios obscenos. “Primero comenzó a hablar de mi boca. Luego me obligó a practicarle sexo oral. Fue terrible”.
La víctima no solo fue ultrajada, sino expuesta pues ella se percató de que la estaban grabando con un celular al que le habían activado el flash.
Luego continuaron el robo como si nada. Le preguntaban al otro ciudadano cuántos reales tenía en la tarjeta. Y él, atemorizado, les decía que había 600.000 pesos.
No contentos con ver a aquel hombre lleno de pánico cogieron un alicate que llevaba y le aprisionaron los pies. Era la forma de obligarlo a que revelara las claves de sus cuentas a cambio de no perder un dedo. “El muchacho decía varios números y ellos, los atracadores, lo amenazaban de muerte, le preguntaban de qué banco era y lo puyaban con un cuchillo”.
La víctima repetía que poseía un millón y que solo tenía opción de hacer dos transacciones diarias. “Luego hizo lo mismo conmigo. Me dijo que si no dejaba de llorar, me iba a quitar un dedo”, dijo Diana.
Con esa información obtenida a punta de amenazas, los miembros de la banda partían desde aquel punto del separador a terminar de cometer el robo.
Se movilizaban en las mismas bicicletas que robaban. “Yo les dije que podían sacar la plata en Toberín. Ellos me dijeron que hasta que no tuvieran el dinero no nos iban a dejar ir”.
Al joven lo alcanzaron a llamar familiares, pero los delincuentes lo obligaron a decir que estaba bien, que solo se había pinchado.
Cuando Diana pensó que había pasado lo peor, nuevamente el líder de la banda le dijo que la iba a soltar en otro punto del separador. “Me levantó del suelo y me dijo que caminara, pero como yo tenía los cordones sueltos no podía. Vi que cogió su cuchillo y que me cortó los cordones. Me llevó a una montaña muy cerca de la carrilera del tren”.
El delincuente rompió un trapo blanco y se lo amarró a su víctima en la boca. “Me dijo que no fuera a gritar o me apuñalaba. En ese momento me abusó y volvió a grabarlo todo. Eso duró de tres a cinco minutos. Luego cogió una media y limpió mis partes íntimas”.
Lo último que la víctima escuchó es que le decían una y otra vez que caminara sin voltear a ver hacia atrás.
La otra víctima, el hombre, escuchó los gritos desesperados de Diana, pero, impotente, no pudo ayudarla. Todo el tiempo estuvieron vigilados y amenazados con ser torturados o asesinados.
Las capturas
Pasaron muchos días sin que se tuviera pistas de los protagonistas de los robos y abusos en la autopista Norte. Paradójicamente, cayeron mientras cometían otro hurto de bicicletas con el mismo modus operandi. Hurtaban dinero, joyas y los celulares de dos ciudadanos que transitaban por el sector de Fátima, en Tunjuelito.
A pesar de no haberse resistido, los dos ciudadanos fueron atacados con armas blancas y de fuego.
Los miembros de la banda intentaron huir del lugar en un vehículo que, al parecer, era conducido por un menor de edad. Pero no pasó mucho tiempo antes de que fueran capturados.
Uniformados de la Policía Nacional que se movilizaban en una patrulla que monitoreaba el sector se percataron de lo sucedido y procedieron con el arresto.
Los temibles delincuentes tenían en su poder un arma de fuego, una traumática y una cortopunzante.
La Fiscalía imputó a los detenidos como presuntos responsables de hurto calificado y agravado; utilización de menores para la comisión de delitos y porte ilegal de armas de fuego. Ninguno aceptó los cargos.
Eso sí, los investigadores revisaron antecedentes y, de inmediato, se halló una relación con los casos de la autopista Norte. Además, luego de ver un álbum fotográfico, las víctimas, como Diana, los reconocieron.
En los próximos días, la Fiscalía trasladará el escrito de acusación contra los investigados por su aparente participación en el abuso sexual de dos mujeres, ocurrido el 20 de abril, en la autopista Norte, a la altura de la calle 245, en Bogotá.
Aquellos hombres eran los mismos que habían salido de entre la maraña a atacar a Diana y a otra mujer.
Los mismos que con armas blancas sometieron y violaron a una ciudadana a quien le habrían hurtado la bicicleta, celular y dinero en efectivo.
Se cree que hay muchas más víctimas de esta banda, que convirtió el separador de la Autonorte en un centro de torturas.