Lo más normal cuando hablamos de familias reales es que pensemos casi inmediatamente en una cosa: dinero. A fin de cuentas, a lo largo de los años la nobleza se ha caracterizado por la riqueza, ya sea la que han ‘ganado’ o simplemente aquella que han hecho suya conquistando territorios o uniendo casas con matrimonios estratégicos. Esta tesis ya no es válida para la actualidad, porque hoy en día la riqueza de las coronas se mantiene de una manera muy diferente (y capitalista) de la que seguramente se imaginan.
Por El Confidencial
Ahora bien, al igual que cuando pensamos en realeza resulta casi imposible separarla del componente monetario, cuando hablamos de la familia real por excelencia muy probablemente nos transportemos al palacio de Buckingham, la residencia oficial de la reina Isabel II de Inglaterra. Muy a su pesar, no es un secreto para nadie que la Casa Real británica tiene una enorme (casi vulgar) fortuna, pero no siempre nos hemos detenido a pensar: ¿cómo se mantiene y se hace crecer una fortuna real en pleno siglo XXI?
Contrariamente a lo que se suele creer, no toda la riqueza de la Corona le pertenece de manera directa a la reina británica, sino a quien sea el portador del título que ella tiene desde hace 67 años. Lo que quiere decir que gran parte de estas riquezas, como algunas de las joyas, el palacio de Buckingham, el castillo de Windsor e infinidad de activos más, le pertenecen a quien ocupe el trono, sea quien sea.
Por este motivo, podríamos diferenciar entre dos tipos de patrimonio de su real alteza: el que solo toma en cuenta los bienes privados y aquellos que estiman un total sumándole a estos los que son propiedad de la Corona. Lo cierto es que hay infinidad de rankings y estudios que han intentado calcular el valor neto de la Corona inglesa, pero resulta casi imposible establecer un número exacto. El ranking del ‘Sunday Times’ llega a cuantificar 412 millones de euros de patrimonio privado, mientras que otros cálculos que suman las propiedades de la Corona estiman que el patrimonio real asciende a unos 14.300 millones de euros.
Lamentablemente no es posible establecer un número exacto porque la reina Isabel no está obligada a dar información sobre su patrimonio y tampoco a pagar impuestos (aunque lo hace desde 1993). Por este motivo, los Papeles del Paraíso dejaron anonadados al mundo entero cuando entre sus listas de evasores de impuestos en paraísos fiscales se hallaba la reina de Inglaterra. Y aunque imaginarnos a la mismísima reina Isabel llegando a las Islas Caimán con 7,5 millones de dólares para invertirlo en un fondo pueda resultar una imagen de lo más simpática, todo se hizo a través del ducado de Lancaster, que forma parte de su patrimonio privado.
Sí, son confusas todas las fuentes que alimentan año tras año el patrimonio de la Casa Real británica y que la posicionan como la tercera familia real más rica de Europa. Vamos a esclarecer esa confusión detallando las claves de la riqueza de la reina Isabel II de Inglaterra:
Ducado de Lancaster
Es la fuente privada de ingresos más antigua de la reina Isabel II, ya que ha sido heredado de monarca en monarca desde 1399. Todas las ganacias del ducado son las que conforman la Bolsa de Gastos Personales de la Corona (Crown Privy Purse), que se destina entre otras cosas al mantenimiento de las residencias reales y a los gastos personales y oficiales de la Corona.
El ducado agrupa bajo un solo nombre al total de propiedades con las que se ha hecho la familia real a lo largo de 700 años. Dichos activos van desde 18.000 hectáreas de tierras hasta minas de caliza y piedra arenisca, pasando por supuesto por propiedades inmobiliarias (muy) rentables. El manejo de estos bienes (como los 9 castillos del ducado) ha sustentado a la Corona desde el siglo XVIII y generó una ganancia de 22 millones de euros el año pasado. La ‘pequeña’ mina de oro era el secreto mejor guardado de la reina Isabel II, ya que el ducado de Lancaster era desconocido hasta que los Paradise Papers revelaron las inversiones del mismo en un fondo en las Islas Caimán.
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